Nota y versiones de Luis Arturo Guichard
Filodemo bien pudo haber sido un personaje de las Vidas imaginarias de Schwob: de hecho, de no ser por una serie de extrañas carambolas de la transmisión de los textos, hoy no sería más que una entrada más en nuestra larga nómina de autores perdidos. Es un autor apasionante, uno de los pocos de la Antigüedad de quienes conservamos obra en prosa y obra en verso. En la literatura antigua, tanto en la griega como en la latina, poesía y prosa estaban muy especializadas. Es verdad que tenemos grandes autores de prosa que ocasionalmente escribían poesía (y no mala), como es el caso de Aristóteles, o que la tradujeran, como Cicerón, pero se cuentan con los dedos de la mano los autores que tienen una doble carrera, con obra igualmente importante en prosa y verso: Critias, Filitas, Calímaco, Partenio, Séneca, Gregorio de Nacianzo, Sinesio, Agatias. Es posible que en este panorama haya tenido un papel la azarosa transmisión de los textos, que nos ha legado entre un siete y un catorce por ciento de la literatura antigua, según se adopte la cifra pesimista o la optimista. Pero aún con ese caveat, los autores con una “lengua doble”, como dijo de sí mismo Gregorio de Nacianzo, son rarae aves.
La mayor parte de la obra conservada de Filodemo es filosófica. Nacido hacia el 110 a.C. en Gádara, la actual Um Quais de Jordania, debió de trasladarse muy joven, no sabemos si debido a las constantes guerras que se sucedían en esa zona, a Atenas, donde fue discípulo de Zenón de Sidón, el mayor de los epicúreos de su época, y que estuvo activo como cabeza de la escuela entre el 100 y el 75 a.C. Después, no sabemos muy bien cuándo, pero todo parece indicar que hacia el 74 a.C., se trasladó a Italia, donde entabló una amistad duradera con Lucio Calpurnio Pisón Cesonino. Esa amistad cambiaría su vida, pues Pisón llegó a ser, con el tiempo, uno de los políticos más importantes de la República, cónsul en el 58 a.C. y suegro de César. Filodemo entró en los círculos políticos e intelectuales más selectos de Roma y fue muy apreciado por casi todos. Si no parece simpatizarle mucho a Cicerón, eso seguramente se debe a su cercanía con Pisón, de cuyo epicureísmo, que tachaba de superficial y oportunista, hizo mofa en varios discursos: en Contra Pisón, 70, llegó a decir que Filodemo era un hombre honorable… excepto cuando estaba cerca de su amigo.
La amistad con Pisón parece ser responsable también de que conservemos una buena parte de su obra, si bien por una casualidad que ninguno de los dos hubiera imaginado: una de las villas de veraneo sepultada por la erupción del Vesubio el 79 d.C. tenía una biblioteca filosófica, más concretamente epicúrea, muy nutrida, con muchos volúmenes de Filodemo. Se ha especulado a menudo con que la célebre Villa de los Papiros, como es conocida hoy en día esta mansión en la bahía de Nápoles, fuera de hecho la villa de recreo de uno de los Pisones, tal vez la del propio Calpurnio Pisón, y con que el propio Filodemo debe de haber pasado ahí más de una jornada de descanso y discusión filosófica. No sería raro, aunque no tenemos ninguna certeza de que haya sido así. El hecho es que muchos de los rollos de papiro carbonizados de la biblioteca y que a lo largo de doscientos años se han ido descifrando gracias a máquinas “desenvolventes”, primero, y al infrarrojo y la inteligencia artificial después, son obras en prosa de Filodemo. Se calcula que los fragmentos recuperados pertenecieron a aproximadamente mil rollos de papiro, la mayoría obra de Filodemo, pero también hay obras de autores epicúreos como Polístrato, Colotes, Carnisco y Demetrio de Laconia. Sólo 58 de los volúmenes son latinos, lo que ha hecho sospechar que está por descubrir todavía, si no es que fue destruida, una “sala latina” de la biblioteca.
Es obvio que los papiros de Herculano, pese a su cantidad, se encuentran en un estado muy deficiente, con sólo una parte mínima del texto apto para lectura. Pero aun así nos han servido para trazar todo un retrato intelectual de Filodemo, y nos permiten leer obras tan importantes como su Poética, su Retórica y sus tratados morales (Sobre la muerte, Sobre los dioses, Sobre el destino). A fecha de hoy, no se ha encontrado ni un verso suyo en la biblioteca. Los epigramas de Filodemo, en efecto, se han conservado en una tradición totalmente distinta, a través de manuscritos, como parte de la Antología griega. Los 36 epigramas que conservamos formaron parte de la llamada Guirnalda de Filipo, una colección de poemas breves recopilada por el poeta Filipo de Tesalónica en algún momento entre el 40 y el 60 d.C. Suponemos que Filipo seleccionó esos 36 poemas directamente del libro de epigramas de Filodemo, de cuya fecha de publicación no sabemos nada, como tampoco tenemos ninguna noticia sobre su muerte. Su amigo Pisón murió hacia el 44 a.C. y no tenemos ninguna certeza de cuánto le haya sobrevivido o si incluso había muerto antes. Tampoco sabemos mucho acerca de su libro de epigramas, aunque contamos con un testimonio interesante: el Papiro de Oxirrinco 3724, de finales del siglo I d.C., conserva una lista de primeros versos de aproximadamente 175 epigramas. Los epigramas en la Antigüedad no tenían título: se usaba como tal el íncipit, es decir, las primeras tres o cuatro palabras. El papiro parece ser, pues, el índice de un libro o la guía para confeccionar uno. De los 175 incipits, 27 corresponden a epigramas de Filodemo transmitidos por la Antología. Otros dos pertenecen a epigramas del poeta helenístico Asclepíades de Samos. Y el resto, no se sabe. La opinión más aceptada es que sin duda entre éstos debe de haber más epigramas de Filodemo, pues un libro de epigramas antiguo solía constar de entre cien y ciento cincuenta epigramas. Parece también sensato suponer que Filodemo, por lo tanto, sí que compuso un libro entero y los 36 que conservamos no son un simple pasatiempo recogido por Filipo. En el caso de un filósofo epicúreo como Filodemo, esta es una distinción importante, pues sabemos bien que a los epicúreos no le gustaba demasiado la poesía ligera y que apreciaban mucho más la poesía didáctica o de largo aliento. En esto, Filodemo sería ciertamente una excepción, pero no hay que ver en ello una contradicción suficiente para negar la autoría de los epigramas: a fecha de hoy, y mientras no aparezcan nuevos testimonios, no hay motivos para dudar de que estos poemas son obra del filósofo. Y si en uno de ellos el autor dice contar con 37 años, tampoco podemos pensar que sean un pasatiempo juvenil que después haya abandonado; al contrario, todo indicaría que la escritura de epigramas debe de haberle acompañado buena parte de su vida.
Los epigramas de Filodemo se encuentran entre los mejores de la Guirnalda de Filipo: es un poeta de una versificación correcta y fluida, con una técnica netamente helenística. Por su fraseología, su léxico y sus figuras, se encuentra mucho más cerca de los grandes maestros del género, como Calímaco y Asclepíades, que de los otros autores recogidos por Filipo (con excepción de Argentario), mucho más barrocos y amantes del retruécano y el efectismo. Hay en él una profunda huella de Meleagro, que al fin y al cabo era su coterráneo y había vivido apenas una generación antes. La influencia helenística se nota en su predilección por los temas eróticos, pero no se limita sólo a esa veta del siglo de oro del epigrama. También hay un gusto por la ironía y la vida cotidiana que lo aproxima a Calímaco, a quien obviamente admira, y a los poetas arcaicos. No es raro que se haya vuelto poeta preferido de Catulo, Horacio y Ovidio: su tono desenfadado y jocoserio, además de su reputación como filósofo epicúreo de primera línea sin duda coincidía con muchos de los intereses de aquellos. Como Calímaco, parece haberse vuelto pronto un poeta de poetas.
Recojo aquí todos los poemas conservados de Filodemo, según la edición de David Sider (Nueva York, 1998).
1 AP V, 131
La lira, la charla, los ojos parlanchines y el canto
de Jantipa —y el fuego que se enciende bajo su piel—
oh, alma mía, eso te va a incendiar: por qué, de dónde o cómo
no lo sé. Pero sabrás, pobre alma, que te consumiste.
2 AP V, 80
Soy una manzana. Me envía alguien que te ama. Dile
que sí, Jantipa: las dos hemos de ajarnos un día.
3 AP IX, 570
—Janto, la modelada en cera, la de piel perfumada, la de rostro
de Musa, la de linda voz, la bella imagen de los deseos alados,
tócame con tus manos de rocío una canción perfumada.
“En una cama solitaria de piedra dormiré un día
durante largo tiempo un sueño inmortal…”
Sí, sí, pequeña Janto, cántame de nuevo esa dulce canción.
—¿Es que no lo entiendes, usurero? Vivirás
para siempre en una cama de piedra so-li-ta-ria.
4 AP XI, 41
Siete años se añaden a mis treinta y las líneas
del libro de mi vida ya no están rectas.
Y ahora también los cabellos blancos me salpican,
Jantipa, mensajeros de una edad sabia.
Pero la voz de la lira y las serenatas me interesan
todavía y un fuego insaciable alienta en mi corazón.
¡Que la anoten a ella de inmediato, oh Musas,
señoras, como el colofón de esta mi locura!
5 AP V, 112
Me enamoré. ¿Quién no? Llevé serenata. ¿Quién
no ha empezado? Enloquecí por culpa de un dios, ¿o no?
Basta ya: las canas se imponen al pelo negro,
las canas que anuncian la edad de la sensatez.
Gozamos cuando era el tiempo de gozar: ahora ya no
lo es y debemos dedicarnos a más altos pensamientos.
6 AP XI, 34
No más coronas de violetas, no más liras, no más
vino de Quíos, no más incienso de Siria,
no más salir de fiesta, no más putas borrachas.
Ya no quiero: odio todo eso que me enloquece.
Coronadme con narcisos, dadme a saborear la flauta
travesera y con aroma de azafrán cubridme los muslos.
Llenadme el aliento con Baco de Mitilene
y casadme con una doncella recién salida de una cueva.
7 AP V, 4
Embriaga, Filénide, con néctar de aceite a la lámpara,
confidente silenciosa de todo lo que debe callarse,
y vete: Eros es el único dios que no desea testigos
vivos. Y cierra bien la puerta, Filénide.
Tú, amada Janto, ven acá, querida compañera de lecho:
veamos lo que la Pafia nos tiene reservado.
8 AP X, 21
Cipris del mar en calma que ama a las novias, Cipris aliada
de los justos, Cipris madre de los Deseos de pies de tormenta,
Cipris, ayuda a este pobre que han echado de la azafranada
estancia matrimonial con el alma helada como por tormenta celta.
Cipris, la que sabe sosegarme, la que no reclama cosas estúpidas,
la que se baña en un mar de púrpura,
Cipris la que ama los puertos y sus ritos, sálvame, Cipris,
y condúceme a los atracaderos de Náyade.
9 AP V, 13
Carito ha completado las horas de sus sesenta años
y aún luce la larga onda de sus negros cabellos,
en su pecho los conos aquellos de mármol de sus tetas
se levantan desnudos, sin necesitar sostén que los ciña
y su piel sin arrugas toda la seducción y toda
la ambrosía destila y miles de encantos.
Así que, amantes que no teméis las pasiones maduras,
venid aquí sin preocuparos de las décadas de sus años.
10 AP V, 115
Me enamoré de Demo la de Pafos. Nada sorprendente.
Y luego otra vez, de Demo la de Samos. Tampoco sorprende.
Y una tercera vez, otra, de Demo la de Isia (no es broma)
y una cuarta vez, de Demo la de la Argólide.
Deben de haber sido las propias Moiras las que me llamaron
Filo-demo, pues el deseo de Demo siempre me posee.
11 AP XII, 173
Demo y Termión me están matando: una es una hetera
y Demo no conoce todavía a Cipris.
A una puedo tocarla, a la otra no se me permite. Por ti,
Cipris, no sé cuál me excita más.
Creo que la pequeña virgen Demo. Porque lo fácil
no lo quiero, pero deseo todo lo bien resguardado.
12 AP V, 132
Qué pies, qué piernas, qué muslos (para perderse)
qué culo, qué coño, qué caderas,
qué hombros, qué pechos, qué cuello tan fino,
qué manos, qué ojos (para enloquecerse),
qué calculado contoneo, qué insuperables
besos, qué susurros (para morirse).
¿Que es osca, se llama Flora y no sabe cantar a Safo?
También Perseo se enamoró de la india Andrómeda.
13 AP V, 24
Mi alma me advierte que huya de mi pasión
por Heliodora, pues conoce mis deseos y lágrimas.
Lo dice, pero no tengo fuerzas para huir, porque mi alma
desvergonzada me lo advierte y al mismo tiempo la desea.
14 AP V, 123
Brilla, Selene, amante nocturna de doble punta,
brilla pasando a través del velo de la ventana.
Ilumina a la dorada Calistio: no hay envidia cuando miras
inmortal los trabajos de los amantes.
Sé que nos bendices a los dos, Selene, lo sé
porque tu alma también se inflamó por Endimión.
15 AP V, 25
Cada vez que yazgo en el pecho de Cídile, de día
o, cuando soy realmente osado, de noche,
sé que hago camino por el borde de un abismo, sé
que me juego la cabeza a un solo tiro de dados.
¿Y qué si lo sé? Ella es atrevida, Eros, y me llama
a cualquier hora sin conocer el miedo ni en sueños.
16 AP V, 124
Tu verano todavía no está libre de cáscara ni se oscurece
la viña que lanza el encanto de las muchachas,
pero ya los jóvenes Amores tensan sus arcos,
Lisídice, y humea un fuego oculto.
Huyamos, infelices, mientras la flecha no toca la cuerda:
pronostico que se acerca una gran llamarada.
17 AP V, 121
Filenio es pequeña y oscura, pero su cabello
más rizado que el apio, su piel más suave que plumas,
su voz más atractiva que la de Afrodita.
Y se entrega toda olvidando a veces el precio.
Ojalá que pueda amar a esta Filenio, oh querida
Cipris, hasta que encuentre otra mejor.
18 AP V, 114
La durísima Calistio, la que nunca aceptaba
un amante que no tuviera dinero,
parece más tolerante que antes. Nada sorprendente,
me parece. No creo que haya cambiado:
incluso el desvergonzado áspid se vuelve manso,
pero si muerde sigue siendo mortal.
19 AP XI, 30
Yo que antes lo hacía cinco o nueve veces, oh Afrodita,
ahora es apenas una desde que anochece hasta el alba.
¡Ay de mí! Esta cosa que ya a veces estaba moribunda,
ahora sí se está muriendo: va a reventar como Térmero.
¡Ay, la vejez, la vejez! ¿Qué no me harás luego cuando
me alcances, si me tienes ya así de decaído?
20 AP V, 46
– Hola. – Hola. –¿Cómo te llamas? – ¿Y tú? – No vayas
tan rápido. – Tú tampoco. – ¿Tienes a alguien?
– Siempre: a quien me ame. –¿Quieres cenar hoy
conmigo? – Si quieres. – ¿Por cuánto?
– No me des nada por adelantado. – Eso es raro. – Después
de estar conmigo me das lo que te parezca justo. – Eres legal.
¿Dónde estarás? Enviaré a alguien. – Anota. – ¿La hora
en que vendrás? – La que quieras. – Ahora. – Vamos.
21 AP V, 308
Guapa, espérame. ¿Cuál es tu bello nombre? ¿Dónde
te encuentro? Lo que quieras, te lo doy. ¿No hablas?
¿Dónde vives? Enviaré a alguien a buscarte. No estás
con nadie, ¿verdad? Adiós, altanera. ¿No me dices adiós?
Me apareceré una y otra vez: sé cómo suavizar a más duras
que tú. Pero por ahora, adiós, mujer.
22 AP V, 126
Fulanito le da a fulanita veinte talentos y temblando
se tira a una que – por dios – ni siquiera es guapa.
Yo le doy a Lisianasa veinte dracmas por veinte veces
y me tiro sin problemas a una que está mucho mejor.
O de plano yo no estoy en mi sano juicio o a ese fulano
deberían cortarle las bolas con un hacha.
23 AP V, 107
Sé bien, querida, cómo corresponder a quien me ama
y también sé cómo morder a quien me muerde.
No hagas mucho daño a quien te desea ni pongas
en tu contra a las vengativas Piérides.
Esto grité y advertí, pero tú escuchaste mis palabras
como quien escucha correr el mar jonio.
Por eso ahora te quejas y lloras así,
mientras yo descanso en el pecho de Naya.
24 AP XII, 103
Sé amar a quien me ama y todavía mejor sé odiar
a quien me traiciona: tengo experiencia en las dos cosas.
25 AP V, 306
Lloras, pides perdón, miras de frente y abajo,
me celas, me toqueteas, me besas con fuerza.
Haces todo lo que hace un amante. Pero si digo “vamos”,
entonces te retraes y nada de amante te queda.
26 AP V, 120
En medio de la noche esquivé a mi marido
y vine empapada en una lluvia intensa.
¿Y ahora nos sentamos absurdamente a hablar,
es que no vamos a acostarnos como hacen los amantes?
27 AP XI, 44
Mañana a partir de las nueve, queridísimo Pisón,
te invita a su morada tu amigo amante de la Musa,
a celebrar el veinte con una cena: no encontrarás
ubres ni brindis del Bromio criado en Quíos,
pero verás a amigos de verdad y escucharás cosas
mucho más placenteras que las de la tierra feacia.
Y si en algún momento me miras con buenos ojos, Pisón,
celebraremos algo más que un humilde día veinte.
28 AP XI, 35
Artemidoro traerá ensalada, Aristarco pescado seco
y Atenágoras cebollas frescas;
Filodemo, un hígado; Apolófanes, dos porciones
de carne (más tres que sobraron de ayer).
Tráeme un vino de Quíos, guirnaldas, incienso y mirra,
esclavo: los quiero aquí a las cuatro en punto.
29 AP IX, 412
– Ya la rosa, los garbanzos y los primeros brotes
de col están en sazón, Sósilo,
y las sardinetas que saltan, el queso fresco con sal
y las tiernas hojas curvas de la lechuga.
Pero nosotros ya no estamos paseando por la playa,
Sósilo, ni miramos desde el promontorio como solíamos.
– Así es: ayer también Antígenes y Baquio se divertían
y hoy los hemos llevado a enterrar.
30 Plan. 234
Esta piedra representa a tres dioses: la cabeza
muestra sin duda a Pan el de cuernos de cabra;
el pecho y el vientre, a Heracles; muslos
y tibias le tocan a Hermes el de pies alados.
No te niegues a hacer un sacrificio, extranjero:
será recibido por los tres dioses.
31 AP XI, 318
Antícrates conocía las constelaciones mejor que Arato,
mucho mejor, pero no su propia fecha de nacimiento.
Dudaba si había nacido bajo el signo del carnero,
bajo el de los gemelos o el de los peces.
Sabemos que seguramente bajo los tres: es un libidinoso,
un tonto afeminado y un glotón.
32 AP X, 103
No te quedes mirando la carnicería de antes ni entres:
confórmate con una buena salchicha de un dracma.
Un higo también cuesta un dracma, pero si esperas,
valdrá mil. El tiempo es un dios para los mendigos.
33 AP VII, 222
Aquí yace el cuerpo de una delicada niña, aquí yace
Tortolita, flor de los impotentes de Salmacia,
aquella por la que la cabaña y la sagrada asamblea ganaron
fama, la que estaba en boca de todos, amada por la madre
de los dioses; la que ofició mejor que nadie entre las mujeres
los ritos de Afrodita y ayudó con los brebajes de Laide.
Haz que junto a la tumba de esta amante de Baco, sagrada tierra,
no crezcan zarzas, sino suaves violetas.
34 AP VI, 349
Melicertes, hijo de Ino, y Leucotea, divina
señora del mar que apartas los peligros;
coros de Nereidas, Olas y Posidón,
y Céfiro tracio, el más amable de los vientos,
conducidme benignos a través de una mar tranquila
y que llegue salvo a la dulce costa del Pireo.
35 AP V, 8
Noche sagrada y lámpara: a nadie más elegimos
como testigos de nuestros juramentos.
Que yo lo amaría y que él nunca me dejaría,
eso juramos. Los dos fueron testigos.
Ahora dice que los juramentos se los lleva la corriente,
lámpara, y lo ves en el pecho de otras.
36 AP V, 113
Tenías suerte en el amor, Sosícrates, cuando eras rico;
ahora que eres pobre, ya no. El hambre cura eso.
Menófila, la que antes te llamaba su perfume,
su dulce Adonis, ahora pregunta que cómo te llamas.
“¿De quién eres hijo? ¿De qué ciudad?” No fue fácil
aprender que quien nada tiene no tiene amigos.
1 AP V, 131
Ψαλμὸς καὶ λαλιὴ καὶ κωτίλον ὄμμα καὶ ᾠδὴ
Ξανθίππης καὶ πῦρ ἄρτι καταρχόμενον,
ὦ ψυχή, φλέξει σε· τὸ δ’ ἐκ τίνος ἢ πότε καὶ πῶς
οὐκ οἶδα· γνώσῃ, δύσμορε, τυφομένη.
2 AP V, 80
Μῆλον ἐγώ· πέμπει με φιλῶν σέ τις· ἀλλ’ ἐπίνευσον,
Ξανθίππη· κἀγὼ καὶ σὺ μαραινόμεθα.
3 AP IX, 570
– Ξανθὼ κηρόπλαστε μυρόχροε, μουσοπρόσωπε,
εὔλαλε, διπτερύγων καλὸν ἄγαλμα Πόθων,
ψῆλόν μοι χερσὶ δροσιναῖς μύρον· „Ἐν μονοκλίνῳ
δεῖ με λιθοδμήτῳ δή ποτε πετριδίῳ
εὕδειν ἀθανάτως πουλὺν χρόνον.“ ᾆδε πάλιν μοι,
Ξανθάριον, ναὶ ναί τὸ γλυκὺ τοῦτο μέλος.
– οὐκ ἀίεις, ὤνθρωφ’, ὁ τοκογλύφος; ἐν μονοκλίνῳ
δεῖ σὲ βιοῦν αἰεί, δύσμορε, πετριδίῳ.
4 AP XI, 41
Ἑπτὰ τριηκόντεσσιν ἐπέρχονται λυκάβαντες,
ἤδη μοι βιότου σχιζόμεναι σελίδες·
ἤδη καὶ λευκαί με κατασπείρουσιν ἔθειραι,
Ξανθίππη, συνετῆς ἄγγελοι ἡλικίης.
ἀλλ’ ἔτι μοι ψαλμός τε λάλος κῶμοί τε μέλονται,
καὶ πῦρ ἀπλήστῳ τύφετ’ ἐνὶ κραδίῃ.
αὐτὴν ἀλλὰ τάχιστα κορωνίδα γράψατε, Μοῦσαι,
ταύτην ἡμετέρης, δεσπότιδες, μανίης.
5 AP V, 112
Ἠράσθην· τίς δ’ οὐχί; κεκώμακα. τίς δ’ ἀμύητος
κώμων; ἀλλ’ ἐμάνην ἐκ τίνος; οὐχὶ θεοῦ;
ἐρρίφθω· πολιὴ γὰρ ἐπείγεται ἀντὶ μελαίνης
θρὶξ ἤδη, συνετῆς ἄγγελος ἡλικίης.
καὶ παίζειν ὅτε καιρός, ἐπαίξαμεν· ἡνίκα καιρὸς
οὐκέτι, λωιτέρης φροντίδος ἁψόμεθα.
6 AP XI, 34
Λευκοΐνους πάλι δὴ καὶ ψάλματα καὶ πάλι Χίους
οἴνους καὶ πάλι δὴ σμύρναν ἔχειν Συρίην
καὶ πάλι κωμάζειν καὶ ἔχειν πάλι διψάδα πόρνην
οὐκ ἐθέλω· μισῶ ταῦτα τὰ πρὸς μανίην.
ἀλλά με ναρκίσσοις ἀναδήσατε καὶ πλαγιαύλων
γεύσατε καὶ κροκίνοις χρίσατε γυῖα μύροις
καὶ Μιτυληναίῳ τὸν πνεύμονα τέγξατε Βάκχῳ,
καὶ συζεύξατέ μοι φωλάδα παρθενικήν.
7 AP V, 4
Τὸν σιγῶντα, Φιλαινί, συνίστορα τῶν ἀλαλήτων
λύχνον ἐλαιηρῆς ἐκμεθύσασα δρόσου,
ἔξιθι· μαρτυρίην γὰρ Ἔρως μόνος οὐκ ἐφίλησεν
ἔμπνουν· καὶ τυκτὴν κλεῖε, Φιλαινί, θύρην.
καὶ σὺ φίλει, Ξανθώ, με· σὺ δ’, ὦ φιλεράστρια κοίτη,
ἤδη τῆς Παφίης ἴσθι τὰ λειπόμενα.
8 AP X, 21
Κύπρι γαληναίη, φιλονύμφιε, Κύπρι δικαίων
σύμμαχε, Κύπρι Πόθων μῆτερ ἀελλοπόδων,
Κύπρι, τὸν ἡμίσπαστον ἀπὸ κροκέων ἐμὲ παστῶν,
τὸν χιόσι ψυχὴν Κελτίσι νειφόμενον,
Κύπρι, τὸν ἡσύχιόν με, τὸν οὐδενὶ κοῦφα λαλεῦντα,
τὸν σέο πορφυρέῳ κλυζόμενον πελάγει,
Κύπρι φιλορμίστειρα, φιλόργιε, σῷζέ με, Κύπρι,
Ναϊακοὺς ἤδη, δεσπότι, πρὸς λιμένας.
9 AP V, 13
Ἑξήκοντα τελεῖ Χαριτὼ λυκαβαντίδας ὥρας,
ἀλλ’ ἔτι κυανέων σύρμα μένει πλοκάμων,
κἀν στέρνοις ἔτι κεῖνα τὰ λύγδινα κώνια μαστῶν
ἕστηκεν, μίτρης γυμνὰ περιδρομάδος,
καὶ χρὼς ἀρρυτίδωτος ἔτ’ ἀμβροσίην, ἔτι πειθὼ
πᾶσαν, ἔτι στάζει μυριάδας χαρίτων.
ἀλλὰ πόθους ὀργῶντας ὅσοι μὴ φεύγετ’, ἐρασταί,
δεῦρ’ ἴτε, τῆς ἐτέων ληθόμενοι δεκάδος.
10 AP V, 115
Ἠράσθην Δημοῦς Παφίης γένος· οὐ μέγα θαῦμα·
καὶ Σαμίης Δημοῦς δεύτερον· οὐχὶ μέγα·
καὶ πάλιν Ὑσιακῆς Δημοῦς τρίτον· οὐκέτι ταῦτα
παίγνια· καὶ Δημοῦς τέτρατον Ἀργολίδος.
αὐταί που Μοῖραί με κατωνόμασαν Φιλόδημον,
ὡς αἰεὶ Δημοῦς θερμὸς ἔχοι με πόθος.
11 AP XII, 173
Δημώ με κτείνει καὶ Θέρμιον· ἡ μὲν ἑταίρη
δήμῳ, ἡ δ’ οὔπω Κύπριν ἐπισταμένη·
καὶ τῆς μὲν ψαύω, τῆς δ’ οὐ θέμις. οὐ μὰ σέ, Κύπρι,
οὐκ οἶδ’, ἣν εἰπεῖν δεῖ με ποθεινοτέρην.
Δημάριον λέξω τὴν παρθένον· οὐ γὰρ ἕτοιμα (5)
βούλομαι, ἀλλὰ ποθῶ πᾶν τὸ φυλασσόμενον.
12 AP V, 132
Ὢ ποδός, ὢ κνήμης, ὢ τῶν (ἀπόλωλα δικαίως)
μηρῶν, ὢ γλουτῶν, ὢ κτενός, ὢ λαγόνων,
ὤμοιν, ὢ μαστῶν, ὢ τοῦ ῥαδινοῖο τραχήλου,
ὢ χειρῶν, ὢ τῶν (μαίνομαι) ὀμματίων,
ὢ κατατεχνοτάτου κινήματος, ὢ περιάλλων (5)
γλωττισμῶν, ὢ τῶν (θῦ’ ἐμὲ) φωναρίων.
εἰ δ’ Ὀπικὴ καὶ Φλῶρα καὶ οὐκ ᾄδουσα τὰ Σαπφοῦς,
καὶ Περσεὺς Ἰνδῆς ἠράσατ’ Ἀνδρομέδης.
13 AP V, 24
Ψυχή μοι προλέγει φεύγειν πόθον Ἡλιοδώρας,
δάκρυα καὶ ζήλους τοὺς πρὶν ἐπισταμένη.
φησὶ μέν, ἀλλὰ φυγεῖν οὔ μοι σθένος· ἡ γὰρ ἀναιδὴς
αὐτὴ καὶ προλέγει καὶ προλέγουσα φιλεῖ.
14 AP V, 123
Νυκτερινή, δίκερως, φιλοπάννυχε, φαῖνε, Σελήνη,
φαῖνε δι’ εὐτρήτων βαλλομένη θυρίδων·
αὔγαζε χρυσέην Καλλίστιον· ἐς τὰ φιλεύντων
ἔργα κατοπτεύειν οὐ φθόνος ἀθανάτῃ.
ὀλβίζεις καὶ τήνδε καὶ ἡμέας, οἶδα, Σελήνη· (5)
καὶ γὰρ σὴν ψυχὴν ἔφλεγεν Ἐνδυμίων.
15 AP V, 25
Ὁσσάκι Κυδίλλης ὑποκόλπιος, εἴτε κατ’ ἦμαρ
εἴτ’ ἀποτολμήσας ἤλυθον ἑσπέριος,
οἶδ’, ὅτι πὰρ κρημνὸν τέμνω πόρον, οἶδ’, ὅτι ῥιπτῶ
πάντα κύβον κεφαλῆς αἰὲν ὕπερθεν ἐμῆς.
ἀλλὰ τί μοι πλέον ἔστ’; ἦ γὰρ θρασὺς ἠδ’, ὅταν ἕλκῃ, (5)
πάντοτ’ Ἔρως ἀρχὴν οὐδ’ ὄναρ οἶδε φόβου.
16 AP V, 124
Οὔπω σοι καλύκων γυμνὸν θέρος, οὐδὲ μελαίνει
βότρυς ὁ παρθενίους πρωτοβολῶν χάριτας.
ἀλλ’ ἤδη θοὰ τόξα νέοι θήγουσιν Ἔρωτες,
Λυσιδίκη, καὶ πῦρ τύφεται ἐγκρύφιον.
φεύγωμεν, δυσέρωτες, ἕως βέλος οὐκ ἐπὶ νευρῇ· (5)
μάντις ἐγὼ μεγάλης αὐτίκα πυρκαϊῆς.
17 AP V, 121
Μικκὴ καὶ μελανεῦσα Φιλαίνιον, ἀλλὰ σελίνων
οὐλοτέρη καὶ μνοῦ χρῶτα τερεινοτέρη
καὶ κεστοῦ φωνεῦσα μαγώτερα καὶ παρέχουσα
πάντα καὶ αἰτῆσαι πολλάκι φειδομένη.
τοιαύτην στέργοιμι Φιλαίνιον, ἄχρις ἂν εὕρω (5)
ἄλλην, ὦ χρυσέη Κύπρι, τελειοτέρην.
18 AP V, 114
Ἡ χαλεπὴ κατὰ πάντα Φιλίστιον, ἡ τὸν ἐραστὴν
μηδέποτ’ ἀργυρίου χωρὶς ἀνασχομένη,
φαίνετ’ ἀνεκτοτέρη νῦν ἢ πάρος. οὐ μέγα θαῦμα
φαίνεσθ’· ἠλλάχθαι τὴν φύσιν οὐ δοκέω.
καὶ γὰρ πρηϋτέρη ποτὲ γίνεται ἀσπὶς ἀναιδής, (5)
δάκνει δ’ οὐκ ἄλλως ἢ θανατηφορίην.
19 AP XI, 30
Ὁ πρὶν ἐγὼ καὶ πέντε καὶ ἐννέα, νῦν, Ἀφροδίτη,
ἓν μόλις ἐκ πρώτης νυκτὸς ἐς ἠέλιον·
οἴμοι μοι, καὶ τοῦτο κατὰ βραχύ—πολλάκι δ’ ἤδη
ἡμιθανές—θνῄσκει· τοῦτο τὸ τερμέριον.
ὦ γῆρας, γῆρας, τί ποθ’ ὕστερον, ἢν ἀφίκηαι, (5)
ποιήσεις, ὅτε νῦν ὧδε μαραινόμεθα;
20 AP V, 46
– Χαῖρε σύ. —„Καὶ σύ γε χαῖρε.“ —Τί δεῖ σε καλεῖν; —„Σὲ δέ;“ —Μήπω
τοῦτο· φιλόσπουδος. —„Μηδὲ σύ.“ —Μή τιν’ ἔχεις; —
„Αἰεὶ τὸν φιλέοντα.“ —Θέλεις ἅμα σήμερον ἡμῖν
δειπνεῖν; —„Εἰ σὺ θέλεις.“ —Εὖγε· πόσου παρέσῃ; —
„Μηδέν μοι προδίδου …“ —Τοῦτο ξένον. —„ἀλλ’ ὅσον ἄν σοι (5)
κοιμηθέντι δοκῇ, τοῦτο δός.“ —Οὐκ ἀδικεῖς.
ποῦ γίνῃ; πέμψω … —„Καταμάνθανε.“ —Πηνίκα δ’ ἥξεις; —
„Ἣν σὺ θέλεις ὥρην.“ —Εὐθὺ θέλω. —„Πρόαγε.“
21 AP V, 308
Ἡ κομψή, μεῖνόν με. τί σοι καλὸν οὔνομα; ποῦ σε
ἔστιν ἰδεῖν; ὃ θέλεις, δώσομεν. οὐδὲ λαλεῖς;
ποῦ γίνῃ; πέμψω μετὰ σοῦ τινα. μή τις ἔχει σε;
ὦ σοβαρή, ὑγίαιν’. οὐδ’ „Ὑγίαινε“ λέγεις;
καὶ πάλι καὶ πάλι σοι προσελεύσομαι· οἶδα μαλάσσειν (5)
καὶ σοῦ σκληροτέρας. νῦν δ’ ὑγίαινε, γύναι.
22 AP V, 126
Πέντε δίδωσιν ἑνὸς τῇ δεῖνα ὁ δεῖνα τάλαντα,
καὶ βινεῖ φρίσσων καί, μὰ τόν, οὐδὲ καλήν·
πέντε δ’ ἐγὼ δραχμὰς τῶν δώδεκα Λυσιανάσσῃ,
καὶ βινῶ πρὸς τῷ κρείσσονα καὶ φανερῶς.
πάντως ἤτοι ἐγὼ φρένας οὐκ ἔχω, ἢ τό γε λοιπὸν (5)
τοὺς κείνου πελέκει δεῖ διδύμους ἀφελεῖν.
23 AP V, 107
„Γινώσκω, χαρίεσσα, φιλεῖν πάνυ τὸν φιλέοντα,
καὶ πάλι γινώσκω τόν με δακόντα δακεῖν·
μὴ λύπει με λίην στέργοντά σε μηδ’ ἐρεθίζειν
τὰς βαρυοργήτους σοι θέλε Πιερίδας.“
τοῦτ’ ἐβόων αἰεὶ καὶ προὔλεγον· ἀλλ’ ἴσα πόντῳ (5)
Ἰονίῳ μύθων ἔκλυες ἡμετέρων.
τοιγὰρ νῦν σὺ μὲν ὧδε μέγα κλαίουσα βαΰζοις·
ἡμεῖς δ’ ἐν κόλποις ἥμεθα Ναϊάδος.
24 AP XII, 103
Οἶδα φιλεῖν φιλέοντας· ἐπίσταμαι, ἤν μ’ ἀδικῇ τις,
μισεῖν· ἀμφοτέρων εἰμὶ γὰρ οὐκ ἀδαής.
25 AP V, 306
Δακρύεις, ἐλεεινὰ λαλεῖς, περίεργα θεωρεῖς,
ζηλοτυπεῖς, ἅπτῃ πολλάκι, πυκνὰ φιλεῖς.
ταῦτα μέν ἐστιν ἐρῶντος· ὅταν δ’ εἴπω· „Παράκειμαι.
καὶ σὺ μένεις;“ ἁπλῶς οὐδὲν ἐρῶντος ἔχεις.
26 AP V, 120
Καὶ νυκτὸς μεσάτης τὸν ἐμὸν κλέψασα σύνευνον
ἦλθον καὶ πυκινῇ τεγγομένη ψακάδι.
τοὔνεκ’ ἐν ἀπρήκτοισι καθήμεθα κοὐχὶ λαλεῦντες
εὕδομεν, ὡς εὕδειν τοῖς φιλέουσι θέμις;
27 AP XI, 44
Αὔριον εἰς λιτήν σε καλιάδα, φίλτατε Πείσων,
ἐξ ἐνάτης ἕλκει μουσοφιλὴς ἕταρος
εἰκάδα δειπνίζων ἐνιαύσιον· εἰ δ’ ἀπολείψῃς
οὔθατα καὶ Βρομίου χιογενῆ πρόποσιν,
ἀλλ’ ἑτάρους ὄψει παναληθέας, ἀλλ’ ἐπακούσῃ (5)
Φαιήκων γαίης πουλὺ μελιχρότερα·
ἢν δέ ποτε στρέψῃς καὶ ἐς ἡμέας ὄμματα, Πείσων,
ἄξομεν ἐκ λιτῆς εἰκάδα πιοτέρην.
28 AP XI, 35
Κράμβην Ἀρτεμίδωρος, Ἀρίσταρχος δὲ τάριχον,
βολβίσκους δ’ ἡμῖν δῶκεν Ἀθηναγόρας,
ἡπάτιον Φιλόδημος, Ἀπολλοφάνης δὲ δύο μνᾶς
χοιρείου, καὶ τρεῖς ἦσαν ἀπ’ ἐχθὲς ἔτι.
ᾠὸν καὶ στεφάνους καὶ σάμβαλα καὶ μύρον ἡμῖν (5)
λάμβανε, παῖ· δεκάτης εὐθὺ θέλω παράγειν.
29 AP IX, 412
Ἤδη καὶ ῥόδον ἐστὶ καὶ ἀκμάζων ἐρέβινθος
καὶ καυλοὶ κράμβης, Σωσύλε, πρωτοτόμου
καὶ μαίνη σαλαγεῦσα καὶ ἀρτιπαγὴς ἁλίτυρος
καὶ θριδάκων οὔλων ἀφροφυῆ πέταλα.
ἡμεῖς δ’ οὔτ’ ἀκτῆς ἐπιβαίνομεν οὔτ’ ἐν ἀπόψει (5)
γινόμεθ’ ὡς αἰεί, Σωσύλε, τὸ πρότερον·
καὶ μὴν Ἀντιγένης καὶ Βάκχιος ἐχθὲς ἔπαιζον,
νῦν δ’ αὐτοὺς θάψαι σήμερον ἐκφέρομεν.
30 Plan. 234
Τρισσοὺς ἀθανάτους χωρεῖ λίθος· ἁ κεφαλὰ γὰρ
μανύει τρανῶς Πᾶνα τὸν αἰγόκερων,
στέρνα δὲ καὶ νηδὺς Ἡρακλέα· λοιπὰ δὲ μηρῶν
καὶ κνήμης Ἑρμῆς ὁ πτερόπους ἔλαχεν.
θύειν ἀρνήσῃ, ξένε, μηκέτι· τοῦ γὰρ ἑνός σοι (5)
θύματος οἱ τρισσοὶ δαίμονες ἁπτόμεθα.
31 AP XI, 318
Ἀντικράτης ᾔδει τὰ σφαιρικὰ μᾶλλον Ἀράτου
πολλῷ, τὴν ἰδίην δ’ οὐκ ἐνόει γένεσιν·
διστάζειν γὰρ ἔφη, πότερ’ ἐν κριῷ γεγένηται
ἢ διδύμοις ἢ τοῖς ἰχθύσιν ἀμφοτέροις.
εὕρηται δὲ σαφῶς ἐν τοῖς τρισί· καὶ γὰρ ὀχευτὴς (5)
καὶ μωρὸς μαλακός τ’ ἐστὶ καὶ ὀψοφάγος.
32 AP X, 103
Τὴν πρότερον θυμέλην μήτ’ ἔμβλεπε μήτε παρέλθῃς,
ἀλλ’ ἄπαγε δραχμῆς εἰς κολοκορδόκολα.
νῦν σῦκον δραχμῆς ἓν γίνεται· ἢν δ’ ἀναμείνῃς,
χίλια. τοῖς πτωχοῖς ὁ χρόνος ἐστὶ θεός.
33 AP VII, 222
Ἐνθάδε τῆς τρυφερῆς μαλακὸν ῥέθος, ἐνθάδε κεῖται
Τρυγόνιον, σαβακῶν ἄνθεμα Σαλμακίδων,
ᾗ καλύβη καὶ δοῦμος ἐνέπρεπεν, ᾗ φιλοπαίγμων
στωμυλίη, Μήτηρ ἣν ἐφίλησε θεῶν,
ἡ μούνη στέρξασα τὰ Κύπριδος ἀμφὶ γυναικῶν (5)
ὄργια καὶ φίλτρων Λαΐδος ἁψαμένη.
φῦε κατὰ στήλης, ἱερὴ κόνι, τῇ φιλοβάκχῳ
μὴ βάτον, ἀλλ’ ἁπαλὰς λευκοΐων κάλυκας.
34 AP VI, 349
Ἰνοῦς ὦ Μελικέρτα σύ τε γλαυκὴ μεδέουσα
Λευκοθέη πόντου, δαῖμον ἀλεξίκακε,
Νηρῄδων τε χοροὶ καὶ κύματα καὶ σύ, Πόσειδον,
καὶ Θρήιξ, ἀνέμων πρηΰτατε, Ζέφυρε,
ἵλαοί με φέροιτε, διὰ πλατὺ κῦμα φυγόντα, (5)
σῷον ἐπὶ γλυκερὴν ᾐόνα Πειραέως.
35 AP V, 8
Noche Νὺξ ἱερὴ καὶ λύχνε, συνίστορας οὔτινας ἄλλους
ὅρκοις, ἀλλ’ ὑμέας, εἱλόμεθ’ ἀμφότεροι·
χὠ μὲν ἐμὲ στέρξειν, κεῖνον δ’ ἐγὼ οὔποτε λείψειν
ὠμόσαμεν· κοινὴν δ’ εἴχετε μαρτυρίην.
νῦν δ’ ὁ μὲν ὅρκιά φησιν ἐν ὕδατι κεῖνα φέρεσθαι, (5)
λύχνε, σὺ δ’ ἐν κόλποις αὐτὸν ὁρᾷς ἑτέρων.
36 AP V, 113
Ἠράσθης πλουτῶν, Σωσίκρατες, ἀλλὰ πένης ὢν
οὐκέτ’ ἐρᾷς· λιμὸς φάρμακον οἷον ἔχει.
ἡ δὲ πάρος σε καλεῦσα μύρον καὶ τερπνὸν Ἄδωνιν
Μηνοφίλα νῦν σου τοὔνομα πυνθάνεται·
„Τίς πόθεν εἶς ἀνδρῶν; πόθι τοι πτόλις;“ ἦ μόλις ἔγνως (5)
τοῦτ’ ἔπος, ὡς οὐδεὶς οὐδὲν ἔχοντι φίλος.
* Traducciones pertenecientes al volumen Áureo sueño de la plata: Filodemo y otros poetas de época imperial, a ser publicado próximamente por la UNAM.
