
Texto redactado para el CD isto não é um libro de viagem (esto no es un libro de viaje), producido por Arnaldo Antunes en 1992.
y comienzo aquí y peso aquí este comienzo y recomienzo y sopeso y arremeto y aquí me meto cuando se vive bajo la especie del viaje lo que importa no es el viaje sino el comienzo por eso pienso por eso comienzo a escribir mil páginas escribir miliunapáginas para acabar con la escritura para comenzar con la escritura para acabarcomenzar con la escritura por eso recomienzo por eso arremeto por eso tejo escribir sobre escribir es el futuro del escribir sobrescribo sobresclavo en miliunanoches miliunapáginas o una página en una noche que es lo mismo noches y páginas enciman ensimisman donde el fin es el comienzo donde escribir sobre escribir es no escribir sobre no escribir y por eso comienzo descomienzo por el descomienzo desconozco y cotejo un libro donde todo sea fortuito y forzoso un libro donde todo sea no esté ya sea un ombligodelmundolibro un ombligodelibromundo un libro de viaje donde el viaje sea el libro el ser del libro es el viaje por eso comienzo pues el viaje es el comienzo y vuelvo y revuelvo pues en la vuelta recomienzo reconozco remiendo un libro es el contenido del libro y cada página de un libro es el contenido del libro y cada línea de una página y cada palabra de una línea es el contenido de la palabra de la línea de la página del libro un libro ensaya el libro todo libro es un libro de ensayo de ensayos del libro por eso el fincomienzo comienza y fina recomienza y refina se afina el fin en el filtro del comienzo infiltra el comienzo en el fusil del fin en el fin del fin recomienza el recomienzo refina lo finito del fin y donde fina comienza y se apresta y regresa y reteje hay miliunahistorias en la mínima uña de historia por eso no cuento por eso no canto por eso la nohistoria me descuenta o me descanta el anverso de la historia que puede ser escoria que puede ser caries que puede ser historia todo depende de la hora todo depende de la gloria todo depende de aunque y nada y nimios y raleas y nonada de nada y nulos de nones de raleas de ralo de raro y ápices de apenas y nuncas de nullus y ningunos de ninguna parte y nesgas de nulla res y ningunito de ninada nunca puede ser todo puede ser todo puede ser total todohuesumado todo somasuma de todosuma sumatoria del asomo del asombro y aquí me peso y comienzo y me proyecto eco del comienzo eco del eco de un comienzo en eco en la coz de un comienzo en eco en el hueco eco de una coz en el hueso y aquí o allá o acá o allácullá o en todas partes o en ninguna parte o más allá o menos acá o más adelante o menos atrás o avante o hacia proa o a popa o al ras o la res comienzo re comienzo res comienzo raso comienzo que la uña-de-hambre de la historia no me come no me consume no me doma no me resume pues en el hueso del comienzo sólo conozco el hueso el osobuco del comienzo el bulto del comienzo donde es viaje donde el viaje es maravilla de tornaviaje es tornasol viaje de maravilla donde la migaja la madeja la viruta es maravilla es vainilla es vigilia es cintilar de centella es favila de fábula es lumínula de nada y descanto la fábula y descuento las hadas y las habas cuento pues comienzo el habla
Comencé las galaxias en 1963 y las concluí en 1976. Sin contar las publicaciones episódicas en la revista Invenção [Invención], números 4 (1964) y 5 (1966-67); las traducciones de algunos de los fragmentos al alemán (1966), francés (1970), español (1978) e inglés (1976, 1981) y la primera selección de una amplia secuencia de textos galácticos en Xadrez de estrelas [Ajedrez de estrellas] (São Paulo, Perspectiva, 1976), recién en 1984 pude ver concretado mi proyecto en condiciones funcionalmente adecuadas, gracias a la Editora Ex Libris, de Frederico Nasser: formato grande, visibilidad de lectura, reverso de las páginas en blanco, haciendo las veces de silencio o pausa recurrente y alcanzando el total programático de 100 páginas.
Audiovideotexto, videotextogame, las galaxias se sitúan en la frontera entre prosa y poesía. Hay en este libro caleidoscópico un gesto épico, narrativo —minihistorias que se articulan y se disipan con el suspense de una novela policial (Anatol Rosenfeld); pero la imagen acaba por prevalecer, la visión, la vocación de lo epifánico. En este sentido, el polo poético termina por imponerse al proyecto, y el resultado son cincuenta “cantos galácticos” con un total de más de 2000 versículos (unos 40 por página). Este libro permutante tiene, como vértebra semántica, un tema siempre recurrente y variado en toda su extensión: el viaje como libro y el libro como viaje (si bien —por eso mismo— no se trata exactamente de un “libro de viaje”…). Dos formantes, tipografiados en itálicas, el inicial (comienzo-fin: “y comienzo aquí”) y el terminal (fin-comienzo-recomienzo), balizan el juego de páginas móviles, intercambiables según la lectura, donde cada fragmento aislado introduce su “diferencia”, pero contiene en sí mismo, como en línea de agua, la imagen del libro entero, que a través de cada uno puede ser vislumbrada como por un mirador “aléfico”.
La oralización de las galaxias siempre estuvo implícita en mi proyecto. Le debo a la Editora 34 y a su directora, Beatriz Bracher, la oportunidad de manifestar públicamente esa dimensión esencial de mi texto, con el lanzamiento de este CD (cuidadosamente grabado con la asistencia meticulosa del poeta y compositor Arnaldo Antunes), donde están incluidos los dos formantes y catorce de los fragmentos galácticos. Como se verá (como se oirá), se trata de un libro para ser leído en voz alta, que propone un ritmo y una prosodia, cuyas zonas “oscuras” se transparentan en la lectura y cuyas palabras, oralizadas, pueden adquirir fuerza talismánica, atraer y seducir como mantras. No fue casual que invitara al poeta y músico Alberto Marsicano para que me acompañara en sitar, mientras leía los dos formantes (así subrayados): la movilidad de los ragas indios, donde lo aleatorio está controlado por estructuras de repetición, congenia sonoramente con mi texto-partitura. No más que algunas pocas pistas referenciales son suficientes para aclarar el curso galáctico. En cuanto a las palabras y frases en otros idiomas —siempre de valor mántrico, “transmental”, aun cuando no inmediatamente alcanzable en el nivel semántico— esas palabras y frases están, en general, traducidas o glosadas en el contexto, fluyendo así y confluyendo en el ritmo del todo.
y comienzo aquí: Formante inicial. Comienzo-fin del juego. La repetición anafórica de la conjunción “y” —característica del raconto oral— aporta al movimiento del texto una escansión de versículo bíblico. Génesis (bere’shith) del libro.
Reynaldo Jiménez
angelical, de portadora, de mensajera (según la acepción etimológica del término
griego ángelos y del hebreo mal’akh). La traducción anuncia, para la lengua del original,
el advenimiento de la lengua pura, espejismo mallarmeano. Ella es realmente,
para el original, la única posibilidad de vislumbre utópico de esa lengua pura:
[…] punto (o lugar semiótico) que señala, entre las diversas lenguas, el nivel
de un telos común a todas ellas (y puesto al descubierto gracias al peculiar
“modo de reproducción” —Darstellungmodus— que es la traducción), una
“afinidad electiva”, independiente de todo parentesco etimológico o histórico.
Haroldo de Campos1
Un fragmento de Galaxias, cuya primera palabra es “neckastrasse”, situado más o menos a mitad del transcurso, insinúa desde un recodo:
Y en las notas a una transcreación del libro-poema2 inserté y traduje una referencia hallada en Pandora-net, atribuida a un tal Julian Dibell, de quien nada sé y sin embargo dice:
Si donde dice “nación” nos permitimos asimismo atisbar “cosmovisión”, por ende, “lengua”, obtendremos cuando menos el símil chispero de la piedra de toque a partir de la cual, a determinadas instancias del trance traductorio (y trance no será un término casual a la hora de parlar en galáctico) comencé a escuchar, como palpándole la pulpa, la deliberada nebularidad de su escansión. Sin el recaudo de los signos ortográficos ni obviada su cualidad respiratoria por hábitos de versificación en sentido lato, de los que se nos dispensara por lo menos ya desde los años iniciales de Noigandres, es posible apreciar, a cambio de cierto vértigo en suspensión, la partitura matérica que es Galaxias. Libro de horas y a sincrónica deshora, nudos-pasajes: su sentimiento de la duración en tanto soporte transmental aunque sensista de la sintaxis. La voz podrá aparecer en cualquier caso al calor del artesanato, esto es, afinación de intenciones, propia del syntaxier, cuyo avatar encarna.
Por desbordamiento versicular, Haroldo explora (espesor de resonancias) la escansión y su silábica. Y la estira (al demorar la escucha) hasta la vibratoria de evidentes consecuencias tímbrico-rítmicas: basta con poner la voz para poner el cuerpo, pareciera subtexto decirnos. Velocidad asociativa buscando incidir, más que la metáfora preformateada como recurso revisitable por el ingenio, la vía metafórica, en cuanto naturaliza la desviación (espejo, pero ustorio): moaré del vaivén analógico, acaso danza entre simultáneas (oasis y espejismo) del sentido.
Las referencias galactizándose, en abundante caso, fungen así de netos agentes implacables de reminiscencia. Lo nombrado imanta y conecta lo disímil. Y esto que no ocurre unidimensionalmente no podría ser vertido en sentido único. Tal articulación asociativa trabaja los estratos, ahonda u ondula la página-pátina:
Transcrear Galaxias implicaría, por la misma acción de trasponer en plena porosidad, vérselas también con la oscilación de fronteras entre dos lenguas supuestamente maduras y asentadas (demanda de doble unilateralidad que la fuerza oscilatoria desmiente) en pro de esa lengua intermedial, menor, alterna alterada. Aludir en acto a esa voluntad de tránsito (¿lemniscata?) en que lo fronterizo, introyectado, desencájase. Será que uno revuelve y vuelve a Galaxias por deseo de escritura, por reencontrar esa inagotable experiencia-percepción decantando.
Se abre el libro, el poema cambia.
El verter transcreador aspira todo el tiempo a la sinapsis, siendo su tarea canalizar la transmisión con la antena intuitiva más flexuosa disponible. La precisión debe, pues, ajustarse según otro orden —a desocultar en translectura— de simpatías y apetitos, por ende, decisiones. Justo las que “definen” la versión, una posible entre tantas. Provisorio puente colgante, porque soporte casi abisal, en cierto modo, para el pasaje de potencias indómitas. Las que el versor no convierte, por supuesto, cuidador del fuego cuya labor consiste, bien al revés, en el cultivo cuidadoso de esas latencias en la sintaxis. Las cuales, en arrastre de pescador (cuerpo a cuerpo con el martexto haroldino), conectará, de ser necesario, mediante variables formales e incluso “de contenido”, persiguiendo en lo posible de la traslación ese gen de sorpresa continua en que Galaxias, aun tras la lectura distraída, coloca.
Atravesar propio del enhebrado: paciencia (acción micropolítica por excelencia), y ya en plenas inercias de lo más automatizante de Cretinoamérica, ergo desde-y-en nuestra condición latinoamarga (sugeriría el “heraldo de los campos”, sin distinguir ya entre “un Brasil” y “un resto”).
Exigencia de atención respiratoria a que el poema induce, que vale por partida múltiple al apostar (azuzándola) por la oscilación somática del sema en tanto materia intermedial, inusitada “de este lado de las lenguas”, y cuyo aporte trastornador constituye per se toda una reflexión analógica del condicional histórico y cultural, desplegado al interior minucioso del detalle letra a letra.
Galaxias no merma informalescencias portadoras del afecto que descondiciona y ello es lo que con umbralicia precisión pone en las bocas:4
Apuesta en desfondar los realismos, salvo que hablemos de un tipo de realismo más amplio que las consabidas restricciones y los condicionales-condicionantes de la Descripción, su mundo dado e inventariable, sus apariencias travestidas de naturaleza-humana (capital simbólico que la poesía no confirma). Un realismo asociativo, dijérase, que apuntara a recuperar el ínsito vibratorio, el acontecimiento afectivo transfigurador que procede, entonces sí, a transcrear, pero desde ese gen de conmoción que hace, en suma, a la polipalabra.
Esto remite y corresponde a las veras rimas semánticas que Galaxias, en vez de establecerlas a modo de eslabones retentivos de la imagen unívoca, todo el tiempo pone a disposición caósmica de posibles lecturas diagonales, al sesgo acaso de intermitencias en que las hilachas imaginarias se van amarrando y desamarrando para jamás abarcarse sino en cuanto tapiz inconcluyente, kakemono de la onda, continuamente desplegable.
Si transleer Galaxias solicita seguimiento que acompañe y traslade, atento a ese tamizar, se impone con ello proseguir la vía ramificada, la extravía, mínimo factor de despegue o fuga: una oscilación no pendular sino aguzada de irregularidades. No queda otra que hacerse cargo de esas rimas semánticas (un inmediato caso transfigural sería el del ánima diversificada en secuencia de entidades femeniles): coordenadas de alineación connotante que, por principio de fertilidad semántica, proponen no dejar de atender el reverbero.
Mucho de lo que ocurre en Galaxias pasa por entre.
Involucra la constancia brujular de su foco cambiante. La mirada (inteligencia del poema mientras nos transporta al leerlo) de esa fluencia, cuyo reguero conectivo activa nada menos que nuestra segunda atención.
Otro fragmento —cuyo comienzo reversiono “circuladó de fló”— alega en su remate sin clausura:
e não confie desfie que pelo sim pelo não para mim prefiro o não no senão do sim ponha o não no im de mim ponha o não o não será tua demão
La ambigüedad cohesionante de esquirlas a varios niveles de lectura dispone y, hasta cierto punto, pone frente a los horizontes movedizos del Intraducible. Empero persiste el desafío, pudiéndose alguno en uno liberar de mandatos de literalidad, para no neutralizar lo que precisamente acontece y concierne como envión despertante que es. Despertante del “uno mismo” (del propietario de su lectura, sus saberes confirmables) el enhebrado suscitativo donde las formas intermiten fuerzas de arrastre, lo informe influyente, intrínseco:
¿Qué hubo? Un corrimiento resonador, con que trocar la música evidente por sobregiro del además más el man del salto final, cuyo envión “cambiando, permanece”. El ademán conserva la mano mientras le añade el acento gestual, antes latente, ahora emergente, gesto que propaga la enunciación de la mano (“mano de pintura”, también, cuya pátina se pone en acción, por necesidades propias de la versión transcreativa). El tercer oído importó más. El deseo que de esta suerte versiona insiste: que la alegría incantatoria no desista ni cese de pasar. Esto atraviesa lo significable, equivale praxis con sinapsis.
Aunque desplazándose con el unísono del envión perceptual, el haz corredizo del ser merece replantearse, refigurarse, rebarajarse por el devenir, vía esas velovoracidades centrípetas que Galaxias antepone a la anteojera interpretante. La situación del tránsfuga intergaláctico, en particular, será entre todas las cosas viaje hacia un adentramiento de agudo desembocar. Hacia la íntima incógnita, cuya pista insobornable y versátil seguirá siendo la intensidad. Y ésta, ¿se traduce?
Galaxias no fija comportamientos semánticos para deleite excluyente y cuasi goloso de la glosa interpretativa. Por ampliación laborada, toda intenciones, de la capacidad de escucha, prolonga vibrátil sus enraizamientos evocativos en las informalescencias (intensidad articular: pneuma) que disemina, sierpe hechizada, la tonada incantatoria.
Esta dispositio asociativa corre al canto por las 50 páginas versiculadas de izquierda a derecha mientras de un lado a otro dispone (a medida que las disipa) las irregulares evidencias afectivas. Es un trancefecto de retorno,5 dado que a su través se aguza el sentido-reciprocidad entre lo nombrado asociable y lo innombrable asociante.
Para acrecentamiento eficaz del parpadeo (del tercer oído), la intermitencia hace al sentido. Y aunque suene a perogrullo hay que decirlo: en Galaxias cuentan tanto las versiculadas cuanto sus dorsos en blanco. El espesor intacto del silencio junto al bochinche del antropoestrépito. Lo informe a través de la metamorfosis, eclosión proteica del sentido (a-preexistente), librándose (batalla con el ángel o fantasma de la historia) a la imagen anarcometamórfica:
A tal punto el vértigo alumbra, aun sin oidores que atestigüen haber comprendido o siquiera atendido, tras bambalinas de ocasión. Cabe observar en este librobraje cómo la letra se vuelve la propia conciencia que disuelve. Meditación sin mediaciones dialécticas (la conciencia baila), pero en encrucijada anexacta de cuántos trazos, hilachas: trenza magnética cuya consistencia insiste en hacerse respiración habitada.
Todas las simultaneidades, las disensiones, todos los campos y sus fuera de campo, todos los entres y sus parientes. Queden o no escritos. Puedan hacerse inscripción o rasguñen:
La gestación de la lengua menor no queda en Galaxias sujeta a jerga de alto impacto. Decir que insemina capilarmente hasta el último nervio connotativo es nada más bosquejar su avance analógico en delta.
De ahí que la clave-Voss de aquella murmuración haroldina me lanzara al detalle. En el matiz la lengua matricial recobra polidimensión y, por qué no, desmadre mediante un extrañamiento directo que interviene los significados porque atrae el desplazamiento mismo del sentido, ni a priori ni a posteriori, dándose nomás por la tonada. Lenguajea pasajes de sentido.
Entre detalles pude observar, según mi alcance, la extranjería o foraneidad que Goethe advirtió y apreció en su contemporáneo: un vínculo manierista, si se quiere, es decir matéricamente afectado, en la acepción de artificio cuasi sacrificial, en cuanto destinado a la abolición de aquellos mundos de tan idénticos conclusos:
Haroldo no pierde en ningún momento la vibra del envión de lo que va enhestando. Aunque lo inscriba en zig zag y haya que reaprender, por vía digresiva, la desmentida: “posición en un fluir…”6
Algo del textil de conmoción originante viene a desmentir las razones (de estado) de la lengua de llegada, la cual se muestra, una vez más, en vero tránsito sintáctico, consistencia en trance de ser, ya no remisible a totalidad alguna que pudiera ser satisfecha conforme el rellenado simbólico de alguna completitud mediante.
La transcreación no redondea. Practica la posibilidad. Aspira quizá a la transparencia de sus medios para que emerja la transmisión del acontecimiento no verbal con que nos inquietó la poesía escrita.
De otro modo, me repito: la precaria instancia de la versión transcreadora suele hallar cauce afectivo en ese entregarse a la circulación sanguíneo-aérea del elemento verbal cohesionado, no por absolutos de completitud (un estado, sus dispositivos preexistenciales) sino por las potencias informales que hacen poesía, pensar en devenir.
Un radical descabezamiento (capital de las galaxias, no habría) contribuye a transmutar rítmico-tímbricamente las intenciones unidimensionales más enquistadas. Urge proseguir averiguando qué sea la poesía, asunto que no termina de saberse. Ahí las informalescencias, su-nuestra desmentida en tránsito:
Haroldo de Campos forjó y habitó, entre otras, esta noción insumisa: transcreación. Menciona incluso una “fidelidad de segundo grado, subversiva del pacto elemental del contenido”.7
No es el ámbito ni seré quién para glosar, ni menos aún pretender representar, los alcances teóricos de ese vero criterio procedimental que, desde su concepción, convida al ejercicio de la máxima amplitud, en el sentido urgente de asumir riesgos creativos. Y esto a despecho de que Galaxias, en cierto modo, se transcree solo: el poemantra “ya viene cantado” y lo que exige es disponerse a hacer las veces de instrumento vibratorio. Quizá la tarea del translector pueda resumirse en crear esa disponibilidad concéntrica.
La translectura creativa, en todo caso, no funge de hipótesis funcional. No sería necesario, por ejemplo, convertir la aliteración intergaláctica en cacofonía o antes aun en fonetismo, puesto que Galaxias está siempre aludiendo a la par que concretando. La práctica transcreadora, que también podemos llamar translectura (puesto que todo versor estaría mostrando alcances particulares), promueve asimismo una diferencia de grado, cuando no de naturaleza, respecto a la transcripción más bien mediadora del “intérprete simultáneo”.
Hasta ciertos niveles de malentendido pueden ser aprovechables para el estudio de la maestra-obra implicado, justo en la medida del corrimiento que todo pasaje interlingüístico, o sea intercosmovisional, ida-y-vuelta-e-ida, arrima a lo que no se deja proyectar así nomás. Ante esas resistencias se abre, cuerpo vibrátil para otro unísono, al conectar otredades. ¿Acaso este nivel del encuentro podría darse sin otredades en sensación de mutualidad incorporante o, según Haroldo pone a revirar, sin “afinidades electivas”?8
Esto es lo que impide olvidar y, al contrario, nos orienta hacia las particularidades indómitas, el Intraducible mesmo, por ende doblemente presente: dichosas partículas materializadoras, si no hiatos de resistencia significante que exigen por igual la atenta calibración irregular del translector y, con abarcada confianza, suscribir la emoción progaláctica:
Galaxias posee esa cualidad de escritura que aprehendió la moviola, mesa de edición o pantalla sucesiva en que se va editando el textil a medida que se lo escribe/recibe, en dúplice pulsión que entrelaza la inspiración asociativa y sus velocidades con “las caídas de arquitecto”.
El chorreado espaciotemporal del fraseo alumbra y deslumbra mediante la puesta a prueba del retén respiratorio que trasluce al través de la malla silábica que Haroldo de Campos entrega a nuestra consideración y escrutinio, como quien arrojase, in the face, la agridulce violencia de las imágenes, ahora desaglomeradas, sacadas de función, puestas en situación de velocidad transmental en sí.
Ni rápidas ni lentas suceden y tal concatenarse, que no debiese atenazarnos, porque no nos amenaza, nos convoca, incitando el musitar, la asonancia mántrica por gracia del ensamblado barroquí, sinuosidad incorporante de un “sánscrito” o lengua anterior, pura porque acontecimiento, sonido-sentido en armónicos tanto como en disonancias, concretud serpentina del silabeo explícito, alegando así por nuevos despertamientos de equivalencia asimétrica, de surgir, como aquí ocurre, inquietudes de traslado interlingual.
La transcreación puede entregar otro poema aborigen: efundir lo más despierto, lo despertante anterior, común estrato incomún. Ante Galaxias vale dinamizar la mimesis e incorporar, con ello, la kinesis de su alucine intersilábico. Entrar a la correntada anarcometamórfica del arrastre lírico (la aliteración, en efecto, altera) porque ahí se cifra, inusitada, justamente la plural unanimidad del entre.
Entre una imagen y otra, sin adherencias a la menor cicatriz, Galaxias cocina su alimento informalescente. Estimula la fuga aperceptiva del cerebro hacia nuevas disolvencias, librada la carne a su mantra maximalista9 durante la translectura, por desbordamiento granangular del sentido mostrándose inagotable. Reciprocidades y eclipses de sentidos y sinestesias no aprehensibles apenas por vía racional:
Llegué a plantearme como necesariamente sinuosa la simpatía tonal de la traslación de la tonada-Galaxias —su factor cántico—, proliferando caósmica. Desde la carambola en la mesa de billar a las mitologías diagonales que desacalambran las meras alusiones desalentando así la descripción, de la señal refinada por la conmoción a la adrenalina en plena arena heroico-urbanita, de la inversa eclosión etimológica a la cruda puridad propagadora del titular de la noticia, de una ferviente pasión arcaico-artesanal implicada en el miniado de la escansión (sus tajos y suturas) a una voluntad prismática de registro polifacetado.
El poeta en viaje proteico azuza esa vibratoria desmagnetizadora de los significados en pro de una descoagulación al semoviente constelar del sentido que, al revés de cualquier preexistencial, es muy probable advenga íntegra, a condición de retribuírsele sus posibles de translectura:
¿Qué momento-luz de la nebulosa El Castellano apuntala esta subversión?
Cercanía entre lenguas aparte, la lengua aparente de arribo no pudo haber provenido “de arriba”. No nos cayó un idioma encima ni éste rebota contra un farallón de verdades culturales definitivas.
El vaivén es aporte de poesía.
La transcreación extraña al original porque poéticamente es que añora su participar, y en consecuencia aporta, abona ese extrañamiento. Esa ligera e intensa deformación, nódulo neurálgico que tiembla al interior seminal de la partícula, no es sobreseída. Se juega anarcometamórficamente en tanto pronunciamiento translector.
Cada transcreación podría, entonces, implicar una intervención manifestaria vocacional en relación a una sintaxis del instante, que no preformatea (ni lo pretende). Se trata de traspasar desde luego el imperativo de los propósitos, pues lo que enuncia en acto es la transparencia deseosa de su canalización, la discreta felicidad de cultivar la concavidad del medium, la cualidad del instrumento transcreador en la contundencia alterna del gesto receptivo.
Por ninguna parte se perciben ese idioma completo ni esa autoridad absolutamente aislable que se afirmara a distancia prudencial del versor anterior, del poema anterior. Tal vez el remanido genio de la lengua devenga el entre ultramestizo de las informaciones nebulares.
Poema gerundial si los hay, que a cualquier transcreación propondrá seguir leyendo. Galaxias y ninguna resignación. Caleidoscopía del diamante verbal, anarcomorfosis del matiz al ser despertado.
* Textos pertenecientes a Galaxias, de Haroldo de Campos, en edición y traducción de Reynaldo Jiménez (Libros de la Resistencia, 2024).
* La ficción aflorará y se disipará, rápido, según la movilidad de lo escrito.
1 “Transluciferación mefistofáustica. Contribución a la semiótica de la traducción poética”, trad. de Jorge Schwartz revisada por el autor. Incluido en Galaxias, trad. y notas de Reynaldo Jiménez, pról. de Roberto Echavarren, La Flauta Mágica, Montevideo, 2010. (La edición brasileña de referencia en todo momento ha sido la de Editora 34, al cuidado de Trajano Vieira, 2004.)
2 La misma versión anotada de Galaxias fue también publicada en 2011 por Libros Magenta, México, pról. de Gabriel Bernal Granados.
3 El mismo Haroldo alínea a Voss, junto a Sousândrade y Hölderlin, entre los traductores “monstruosos” (comillas suyas).
4 El argentino ná Khar Elliff-ce apunta: “informalescencias perceptuales (fuerzas salidas de forma, con sus contorsionadas entradas en materia y salidas en espíritu)”, visto su ensayo “El desconocido ondulante”. Todavía inédito, destinado a publicarse en Estados Unidos dentro del volumen The Enigmatic Absolute.
5 Retorno: término técnico que para un sonidista designa un acople, aunque para un lego podría llegar a implicar más bien un desacuerdo “objetivo” entre, por ejemplo, un micrófono y los altavoces o parlantes. Ese ingrediente de perturbación dota a la intensidad intragaláctica de un ingrediente —casi tácito casi explícito— no exactamente concordante: homenaje a la disonancia diagonal en cuanto armónico alterno, presencia socavadora de absolutos a manera de bajo continuo durante el correr epifánico (surtidor) de los matices.
9 Dicho así por oposición (complementaria, pues este maximalismo implicaría una proteica capacidad incorporante) a determinados minimalismos escriturales imperantes (nada que ver con el minimalismo músicamente entendido, que trabaja con la duración: me refiero a la escasez de inventiva promovida como “síntesis”, “transparencia referencial”, de los naturalismos sin tercer oído, tan de moda (y al parecer hasta rentables) desde hace décadas, entre las delicias territoriales de gran parte de la crítica académica que alega enfocarse en la poesía).