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![]() Mónica Gontovnik Letra a Letra, Bogotá, 2016. |
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No. 97 / Marzo 2017
Yizcor
No se te permite ser infeliz
si has conocido cuatro abuelos
vivos
mientras crecían tus carnes
bajo las gordas miradas femeninas
que nunca pensaban dos veces
si aún atraían a sus maridos.
Eran cuatro abuelos con olor a papel gastado
pegado a los baúles llenos de sellos
atestiguando que sí existía un viejo continente
como si algo pudiera ser más viejo
que esta tierra repleta de fantasmas dorados
soñando con conquistas fallidas.
Mis dos abuelos olían a ladrillo y tela.
Mis dos abuelas a cebolla y cabezas de gallina.
Los dos abuelos sabían a sudor Caribe.
Las dos abuelas a estatuas de sal.
Los cuatro traían en los ojos un susto de guerra
olvidando nombres y paisajes para siempre:
Estrellas amarillas en cambio.
Noches de cristales de vez en vez.
Cantos de bosques gélidos
donde los huesos hambrientos
de familiares perdidos se pudren lentamente
anunciándose, silenciosamente,
a través del mar.
Rajamin
Repleto de mi sangre
el mosquito se apachurra
el golpe devuelve
en un instante catastrófico
lo que a mi piel pertenece.
Quién devuelve a la madre
el sonido de la muerte
la sangre de su hijo cuando la tierra
se traga sedienta el sacrificio.
Si los golpes tuvieran el poder de despertarnos.
Si ese sonido rojo desparramándose por este suelo
fuera un zumbido insoportable
que pudiera anunciar
la necesidad de
detenernos
antes de que sea
demasiado tarde.