junio 2025 / Ensayos

Del Kraken como criatura metapoética


c) Del Kraken como criatura metapoética (el escritor como calamar literario que expulsa tinta hacia el abismo: anatomía de los ocho brazos y los dos tentáculos del poeta cefalópodo: decálogo decápodo).



Metapoética 1 (brazo cefalópodo I)


Existe una actitud antiépica donde la intertextualidad, el pastiche, el collage, la fragmentación y la referencialidad son vías de acceso —y no únicamente método— para crear mitologías poéticas basadas en la disolución y el descentramiento del sujeto: yo líquido.


Lo fragmentario y la disolución del discurso convencional como conciencia crítico estética que muestra subversión —sino es que aversión— ante el lenguaje poético tradicional.


He aquí un dejo de antipoesía y al mismo tiempo esquirlas y cáscaras de la posmodernidad sin jugo, y, ante todo, juego poético que, a manera de palimpsesto, dialogará con el (o)culto lector, ese ser fragmentado por la voraz realidad pero despierto desde ayer y vestido con el poema en llamas del futuro.



Metapoética 4 (primer tentáculo y maza)


Un alado y onírico clavo atravesó la cabeza párvula del que escribe y la clavó para siempre al madero de la poesía.


Los versos de su ejercicio poético están escritos con afilada lengua en el abismo, su visible y único cuaderno.


Sabedor de que una vez escrito el poema no existe más y su rumor primigenio se ha perdido, el poeta de naturaleza reflexiva y antilírica bien sabe que el poema es pájaro inasible, vuelo enjaulado, música sorda, filosófica brújula para extraviar el rumbo.


Apólogo de la derrota como cualquier antipoeta, el tatuador del humo escribe no con la punta del grafito, sino con el extremo otro del lápiz hasta borrar su rostro y el tuyo, y de paso borrar con saña y crudeza la escatológica soberbia de los poetas.


Ciega faena de inteligencia verbal, astilla para el miope ojo de los líridas, testamento paradójico y contundente del que taja el aire con sencillez sobre la vacuidad de las borrosas y desnudas manos del lector.


Frente a vos estos pedazos sangrantes del mundo cincelados con tinta indeleble sobre la lápida blanca de las páginas: contrapoema.



Metapoética 6 (brazo cefalópodo V)


Ahogar la lengua en el mundo de los arquetipos, poema: hipótesis de lenguaje que echa raíces sobre la página en blanco e interroga lo concreto y estático del universo.



Metapoética 7 (segundo tentáculo y maza)


Y en la inagotable cantera de las páginas del aire, las palabras —piedras líricas— se transforman: al rodar de verso en verso, de anhélito en anhélito, de pulmón en pulmón hasta llegar a la lengua, los cuchillos del aire las desgastan, las erosionan y ornamentan, y finalmente, las pulen: transmutan la poesía en alada piedra que lanzamos directo al pluvial cardio, al ojo invicto: canto rodado, sólida nota de lítica sanguínea, corazón = cardio = cardo = cefas = petra = piedra: arrancarnos la lengua y arrojarla hacia el abismo —carnal y obsidiana flecha— hasta regresar al útero materno, a nuestro estado de primigenia y fetal piedra.




d) El Kraken como bestia onírica (del subconsciente molusco, la fractalidad octal y decimal de la Deidad, y la domesticación —a la décima potencia— de la animalidad del hombre)



Kraken fractal I


Pienso en un vórtice, remolino entre la mansa carne de las aguas, vortex.


Un remolino en altamar es maelström de carne líquida: Kraken: torbellino de tinta, paradoja espiralada que paletea con remos en decena la turquesa espesura del fondo marino y desata fractalmente el caos: galaxia mínima, huracán máximo.


Espiral fragmentada, fracturada, soñada por Isaac Newton y Benoît Mandelbrot quizá en forma de una jibia o sepia gigante que se enrosca sobre sí misma, apretando sus podos o remos de carne hasta enroscar el agua y la lengua fractal de quien lee o escribe: espiral.


Al observar con detenimiento el inicio de cualquier remolino —óvulo de vórtice—, hallaremos que el embrión de Kraken es objeto fractal, organismo de carne inmersa en fractalidad, conjunto metafórico de diez armados brazos que goza de autosimilitud a cualquier escala, sobre todo a escala literaria: animal rúnico y metamórfico.


Si incrementamos el conjunto de diez brazos más la cabeza y los ojos que hacen del cefalópodo una estructura u objeto fractal de células, hallaremos el mismo patrón en una lejana galaxia y su remolino de luz y gravedad que será devorada en el futuro —aunque se aleje a la velocidad de la luz— por la materia oscura.


A escala mayor, el Kraken fractal no depende del observador para ser en sí, únicamente al incrementar su figura al doble, que es igual a la metáfora inicial.


Metáfora tridimensional y autosimilar al vórtice, a la galaxia, al poema enroscado en cualquiera de las ventosas múltiples del Kraken, a su melena neobentónica, a su manto que se enrolla desde el pensamiento embrionario de la deidad, enroscado en la tinta que escribe en torno al caos, líneas que se curvan en letras que semejan espirales, que son fractales, que son hipótesis de lenguaje. Poesía: Kraken fractal.



Kraken fractal III


En un mundo como el nuestro queda poco espacio para lo salvaje, para el misterio, para el asombro.


La informática y el mundo virtual han transmutado el conjunto de símbolos y reglas que utilizamos para representar datos numéricos, el sistema decimal de numeración —Kraken matemático—, en una triple combinación de sistemas: binario, octal y decimal.


La conjetura derivada nos muestra que el animal humano es un objeto binario, bípedo, que se encuentra extraviado en la vacuidad del amor narcisista —náufrago del finito mar de su ego— y se posiciona siempre frente al espejo múltiple del odio, uniendo sus dos manos pentadáctilas, quíntuples, para multiplicar la amargura —y no el ágape— por diez; el sistema octal es alegoría zoológica de los octópodos tanto como concentración espiritual del dharma hinduista al extender, siglos después, sus ocho apéndices en el noble sendero óctuple del Buda: perfectos entendimiento, pensamiento, palabra, acción, modo de subsistencia, esfuerzo, atención y concentración (triada de sabiduría, moral y meditación); y según el conocimiento poético del mundo, el tercer sistema es el decimal, proyectado en el sistema binario más el sistema octal.


Por tanto, la imagen que podemos inferir es la de un octópodo azul o dorado devorando al Homo sapiens más la proyección doble de la cuadratura de los apegos y el sufrimiento suyos.



Kraken fractal VIII


El hombre es el lobo del hombre. La mascota es la sombra del lobo. El lobo es la sombra de Dios. El hombre es la sombra de la mascota. El lobo, su sombra y su animalidad están extintos, ahogados en el cómodo mar de la domesticidad.


La mascota es el lobo del hombre.


El hombre es la mascota de Dios.


Dios pasea con la doméstica y bípeda mascota atada a su mano zurda, con el lazo de la muerte ciñéndose invisible al cuello del primate que, a veces, canta silencio o aúlla prosa en decenas de lenguas.


Pero la sombra del homínido corre libre —sin ser domesticada ni mascotizada— por la gran estepa del mar océano, extensa llanura de sal en la que habitan Leviatán y la líquida poesía del Kraken.


Toda poesía sin animalidad es una inútil mascota del lenguaje.


La animal poesía jamás se domestica ni se mascotiza, tampoco su sombra cefalópoda.


Como el decálogo escrito con sangre en cada uno de los diez brazos del Kraken, la poesía es bestial, salvaje, abisal, indómita.


El Kraken —con su decena de mazos de luz— es la sombra de Dios proyectada en nuestros sueños, marítimo lobo decimal que vaga en el océano y la psique interminables.


El ser humano y sus mascotas serán devorados por la salvaje loba de la poesía que deambula por las playas del infinito mar de las páginas buscando carroña.


La poesía espera agazapada y paciente a su presa mientras lame sus heridas con diez lenguas de loba: Kraken hembra.


La lengua es la mascota de la poesía.


El hombre es la mascota del hombre.



* Fragmentos pertenecientes a Kraken. Mitopoética evolutiva, taxonomía literaria, criptozoología lírica y metapoiesis biológica del calamar gigante (Architeuthis Dux Steenstrup, 1857), Monterrey, UANL, 2025, libro ganador del Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas 2024.




Autor

Balam Rodrigo

Villa de Comatitlán, México, 1974. Exfutbolista, biólogo y escritor. Entre sus libros destacan Braille para sordos (Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, 2012), Libro centroamericano de los muertos (Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, 2018), El tañedor de cadáveres (Premio Nacional de Poesía Carmen Alardín, 2021) y Kraken (Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas, 2024).

junio 2025