caí en la poesía
caer en la poesía es caer en el no-día
un-sin-tiempo
porción hueca sin más propósito
uno siente su lenguaje, uno tiene un cuerpo
la poesía pasa por el cuerpo, por los poros pero
inunda, inhalada entra por las narinas húmedas
manera maderera del aserradero
—aserrín, primo segundo de la serpentina—
aire contaminado de felicidad anterior
a la felicidad obligatoria, sistémica
el temor, ombligo de la felicidad obligada
tomo y obligo, lo que el tango recogió de estaño
—antaño, primo directo—
del bar, piso cubierto de aserrín cuando amanece
hay un ámbito de pinos que suelta un olor
va directo a los pulmones que son redes reales
esponjas que hincha y des-hincha el ensamblaje
complejo, el organismo tiene un lenguaje
el organillo tiene un mono de maní
—tomo y ombligo, libro y vientre, vulva y versura
remar, contramar al resto
una palabra que está guardada viva
guirnalda viva
colgando una vez de otra guirnalda
afuera, al aire libre
una palabra ahora tesoro
oculta, tesaurizada
recelada, celada por deseo
un niño que está aprendiendo a hablar
“papá, ¿me das un vaso de aura?”
un aura indiferente al mediodía que se encandila
a sí mismo, sol ensimismado
o al ocaso en el oasis fuera del rayo
sol dos veces sin ser doble, sol sin máscara
vi una palapa a pocos pasos de la tumba de Pakal II
en Palenque, ya lo dije, con Haroldo de Campos
vi, en latín, escrita la paraula
con otra característica: fuente
esa manía de insistir que siempre hay agua
cuando lo que no hay es siempre
esta no, una verdadera palaura —palabra más aura
sin piedra que rodea, sin arca que salva
guardada en un lugar bajo la arena del Sahara
Brasil tiene samba, Uruguay candombe
son grupo, grupales, son tribu
tribales, bailan entre tambores
yo que vengo de los dos no tengo
nada para moverme a su ritmo
canción no es lo que hago
no escancia, no vino
canto no hay como el que quiero
canto de antes
poema es lo que quieras que sea poema
uno no quiere otra cosa
hay muchas cosas cargadas de lo peor
circulando como por su casa —y por lo que tienes
o no tienes— por casa
algo que alimente tanto al corazón
como a los sentidos, sinsentidos, resentidos
algo que alimente al alma, espante a la alimaña
algo tendrá un lugar clave puesto en lugar de cosa
hay una crisis alimentaria
los pájaros ganaron
suena a cristal que cuelga tocado por cuchara de metal
cristal con metal se oye
una semilla no se oye
algo tan delgado va de gajo a gajo
baba luminosa de caracol con brillo amarillo de mundo mudo
vinieron, cantaron, dañaron lo mìnimo
algunas cosechas, plantas picadas, siembras
yerbas de màs, ayer fue menos –ni sombra del daño
si se compara especie con especie
a quién daña ese colibrí de ahí que nada tiene de ti o de mí
a los polos no los para nadie en hacerse agua
tampoco al soviético en hacerse polvo
el capital respira hundiendo todo lo que no es polo
trajeron un canto que nadie entiende —el triunfo
sin trofeo—
nada tan frágil fue tan fuerte tan poco tiempo
hay quien protege a la poesía
cuando la poesía está tan vulnerada
radicalmente, en su raíz
sin raíz –eso no era una planta
se mueve desde el comienzo recién nacido
así, sin grito pero con grito
un grito sordo atraviesa de punta a punta
recién capullo, renacuajo —cosas de orilla—
grajo y vencejo —cosas de orilla de cielo
en ramas de abeto— esos sí gritan
la vulva de una amante decidida, su sexo
cuando el pudor suelta su vaho
atraviesa la Edad Media, el Renacimiento
ese resplandecer del cuerpo a mediodía
después de una tormenta nocturna que gotea en los huesos
asonantado —aunque menos—
suena a haber estado
sobre el pasaje del poema recolector
al poema fuga de sí mismo y encuentro
del poema consigo
vivo mirando una traducción de la vida
a otra vida en traducción —el paso de una
vida a otra— a la manera de un afuera móvil
la carretera a Valle de Bravo recién dejada Toluca
frente al cementerio de automóviles, la metáfora
un arte que traslada de un lugar a otro
hecho pedazos, arte y lugar
la metáfora-auto hecha chatarra
la mirada traba la lengua
una parada en el camino, un paro por respiro
un poema entra por los poros
si eso fuera, ojalá fuera, savia nueva
para la corteza reseca de la cortedad
parar para darle un abrazo al árbol
de aquel todo-afuera de fines del setenta
al desbordado clima finalista que empieza en los 80
volvieron los sonetos con vida, despertaron hibernados
sus fachadas enteras —aquí uno piensa en Notre Dame
en su alma acumulada que conduce la mirada interior
un ausente se pasa la lengua sobre los caninos
poesía=ambrosía
alimento de otra época que sobrevivió
inútil, distraída, porque importa poco
poesía=ambrosía
gustaría un tiempo conectado con el néctar
ambrosía en la boca y en las narinas éter
lo que da una palabra inaprehensible: inmortal
inaprehensible, condición libre de toda palabra
que no sea mortal, cárcel, Establecimiento
de Reclusión Penal Militar No. 1
estaba poesía desde antes frente a un mamut
—uno quiere creer que estaba antes, siempre–
un grito, eso que se abre paso entre sangre y pelos
seguido de otro grito, algún silencio
algo —nadie sabe qué aunque decir nadie es temerario—
en la caverna helada hace sintaxis
—palabra brutalmente incrustada en ese tiempo
estalactita, otra que se incrusta desde arriba
con lo que pueda recordar amor gotea
pero ambrosía, lo que se dice ambrosía
cojea, se
balancea de un lado a otro del árbol del ahorcado
—Villon, que escapó al péndulo
* Poemas pertenecientes a Reversura, México, Elefanta Editorial, 2024.

Autor
Eduardo Milán
Rivera, Uruguay, 1952. Es poeta y ensayista residente en México. Fue miembro del consejo de redacción de la revista Vuelta y actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Es autor de una treintena de libros de poesía, además de volúmenes de ensayos y antologías. Su título más reciente es Reversura (2024).