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Me llegué a la ciudad con el frío de las mañanas de viaje para ver los colores de las casas: la lentitud del rosa ensombrecido de sus fachadas, la luz blanca o dorada de las plazas vacías tras la lluvia, en la tarde. Buscaba mi lugar, perseguía un texto que había perdido (leído) en algún sitio. Anduve hasta el muelle. Lloviznaba. Y, allí, solo, en el muelle sin nadie, recordé en voz alta el comienzo de la Oda Marítima. (De La ciudad blanca)
No sé si diga que el poema existe en la línea de sombra, en el rumor de límites que la imagen convoca y allí aguarda, incierto todavía, una mano de nieve que acierte en su lectura, que descifre su voz, que nos lo acerque y lo haga necesario, inútil como un dios, en la memoria.
CONFORME A LA COSTUMBRE (De Siquiera este refugio)
La Nieve sólo una vez viste la nieve
una mañana juntos
qué era ese frío
ya vestías de negro
(yo había estado leyendo
que el joven Pushkin
Empieza enmudeciste
entre el azul y el blanco de ese día
apenas si podías inclinarte
desconocías el secreto
no sentías el frío eras feliz
me tomaste la mano sonriendo
y tu mirada ardió tan luminosa (De La semilla en la nieve)
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