No. 59 / Mayo 2013 |
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La Noche antes de la Noche
Mística y Poesía Por María Auxiliadora Álvarez
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Posteriormente los romanos añadieron a Celeno (“la oscura”), considerada la más malvada de todas. La forma posterior de “pájaro monstruoso” parece el confuso resultado de la representación primitiva de las sirenas como mujeres-pájaro. Convertidas luego en mujeres-peces, el nombre de las sirenas viene del griego “encadenado”, inspirado en el sánscrito Kimera (quimera). Tras Caos como principio en la Teogonía de Hesíodo, surgieron entonces Gea (la Tierra), Tártaro (el Infierno) y Eros (el Deseo que trae la vida) pero de manera independiente y no como descendientes de Caos, quien representaba la atmófera más próxima a la Tierra: aire, vapor y niebla (su nombre significa vacío o hueco, pues ocupaba el espacio entre el Cielo y la Tierra). De Caos procedieron otras divinidades incorpóreas del aire: Nix (la Noche), Érebo (la Oscuridad), Éter (la Luz), Hemera (el Día) y varios daimones. La Teogonía de Hesíodo (compuesta entre la segunda mitad del siglo VIII a. C. y la primera mitad del siglo VII a. C.) presenta dos formas de llegar a la vida: por división (Gea, Nix), o por apareamiento (Urano, Océano). Después de Gea, casi todas las deidades nacidas por división son conceptos negativos (la Muerte, el Dolor, el Sarcasmo, el Engaño) y la mayoría son engendrados por Nix. De Gea sin embargo nace Océano: “La tierra [Gea] dio también a luz, pero sin el deseable amor … y más tarde, acoplándose con el Cielo (Urano), dio origen a Océano de profundos remolinos”, un apareamiento que debió haber devuelto los conceptos positivos a la Noche, pero ésta continuó como un derivado negativo del mar y también se reproduciría de manera negativa. En las Teogonías órficas sin embargo, estos elementos no venían de la Noche sino del Hades, aunque podrían ser levados hasta allí por sus hijos Keres y Tánatos. El Escudo de Heracles incluye una descripción de las Keres (hijas de Érebo y Nix): “Las negras Fatalidades rechinaban sus dientes blancos, ojos severos, fieros, sangrientos y aterradoramente se enfrentaban a los hombres agonizantes, pues estaban deseosas de beber su sangre oscura. Tan pronto como agarraban a un hombre que había caído o acababa de ser herido, una de ellas apretaba sus grandes garras en torno a él y su alma bajaba al Hades, al frío Tártaro. Y cuando habían satisfecho sus corazones con sangre humana, arrojaban a ése tras ellas y se apresuraban de vuelta a la batalla y el tumulto”. La simbología del mal se engendraba entre separaciones o divisiones e incluía como resultante un castigo de combinaciones y multiplicaciones monstruosas (seres de cien brazos o cincuenta cabezas). En La Ilíada, Homero introduce a una harpía llamada Podarge (‘pies veloces’), quien tras unirse con el viento Céfiro, fue la madre de Jano y Balio, los caballos inmortales de Aquiles. En el pasaje de Homero referido a las hijas de Pandáreo, éstas se identifican con las harpías en forma de vientos tempestuosos capaces de arrastrar a cualquier ser humano hasta las mansiones subterráneas. En Ovidio y en Virgilio, las harpías aparecen vencidas por los perros del gran Zeus (Ovidio XIII, y Virgilio II). |
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