Transacción o transición
| Inéditos
Hombre con flores
La hora que no esperabas,
así llama Horacio a la muerte.
El señor de las flores
tiene la mitad de su vida
en la entrada del cementerio.
Cada muerto de Jamundí
se lleva uno de sus ramos.
¿El dios de los vivos
es el mismo dios
de los muertos?
Los vivos y sus motos
se apresuran para ver
quién entra primero.
También son mis muertos,
en la otra estría de la vida
no somos extranjeros.
Cada día el mismo resultado,
cada día alguien que se va
y decenas de personas vivas
que lo despiden
con música y abatimiento.
La muerte,
¿transacción o transición?
La flor se marchita
según el esmero
o la apatía
de la mano que riega.
Primero va el vehículo
y adentro el que se va.
Luego van los vivos:
familiares y amigos
y los que van más aprisa a los hogares.
Que se sepa, no murió con mano violenta.
Dos mujeres sostienen
un cofre pequeño,
blanco, franjas doradas.
No puede ser que allí
quepa un cuerpo tan pequeño.
Lo que nace tiene alma.
De lejos no se aprecia muy bien
el hábito de ofrecer ramos.
De lejos,
un hombre.
De cerca,
otro hombre paciente
que selecciona las piezas.
Los claveles representan
la certeza de la muerte.
Dos océanos
que llamamos olas.
Luis Chaves
A Geraudí, por su saudade.
No debe estar lejos este mar
pero no es nuestro mar.
Ella lo extraña como un hecho de importancia
o una caminata de la mano de su padre.
En ocasiones se queja,
no ha podido sentir en el cuerpo
todo lo que el mar ofrece:
La inmersión y el nado continuo,
la planta de los pies en la arena,
la terapia musical de las olas
y una insolación controlada.
No se hace referencia al turismo
sino a una urgencia que dicta su sangre.
Los que extrañan el mar
se asemejan a los que extrañan tiempos mejores.
Los que extrañan el mar
tienen el hábito de ver agua marina donde no la hay.
Sed de agua salada, allí tenemos una contradicción.
Automedonte*
Si deseas describir un caballo, decía más o menos
Shklóvski, hazlo como si el caballo te fuera completamente
extraño, como si lo vieses por primera vez.
Margo Glantz
El hombre que guía hace restallar
sobre el lomo las riendas gastadas
y el animal retoma su ritmo.
Aquí hay caballos
pero se les exige más.
Llevan un peso excesivo
que les podría deformar
alguna zona de su cuerpo.
Desde dentro de casa
oigo sus cascos,
el golpe de la herradura
que resuena en voz alta.
Son carruajes
para los trasteos.
Alternan su romanticismo
con los vehículos,
las motos
y los que venden verduras
y aguacates maduros.
Nunca he acariciado
el lomo de un caballo,
no puedo dar un testimonio
de lo que el tacto perciba.
Me parece ver una proyección
en blanco y negro,
pero no hay dama que descienda
con traje ni con bordados
que trasladen a una estancia del siglo XIX.
Al cochero,
un hombre mayor
vestido de albañil,
lo acompaña un perro
que disfruta la velocidad
mimetizado entre escombros.
El caballo come cerca
de su compañero humano.
Juntos llevan y traen escombros
de un barrio a otro.
Testifican el acelerado
cambio de la ciudad en sus fachadas…
* Cochero de Aquiles y Pirro
El hombre hojarasca,
habitante de la pradera
Le adjudican un pasado profesional de éxito,
y dicen que su locura se debe
a unos amores que no encontraron respuesta.
En este pueblo llueve o hace sol,
dos estaciones que se repiten
durante todo el año.
Calles de escaso y mal distribuido asfalto.
Pocas aceras.
El Habitante del Árbol no exige
nada, da varias vueltas alrededor
del barrio y regresa a la base del árbol.
Habita su base,
lo confunden con las hojas
que se acumulan al caer.
El Hombre Hojarasca
siempre está
debajo del árbol,
viste con ropas obsequiadas
por los vecinos,
por la caridad de los platos de comida
o la de un pan dulce, amén.
La ropa se le ensucia con rapidez
al momento de vestirse,
antes de que otro día llegue,
la ropa vuelve a ensuciarse.
Yo vi su cara en un retrato de arte pop,
en un restaurante.
¿Qué pensará el Habitante del Árbol
al verse a sí mismo en un cuadro
que lo reproduce con la excusa del arte?

Retrato de Néstor Mendoza, ©José Antonio Rosales
Néstor Mendoza / Mariara, Venezuela, 1985. Poeta, ensayista y editor. Ha publicado cinco libros de poemas: Andamios (2012), Pasajero (2015), Ojiva (2019, traducido ese mismo año al alemán como Sprengkopf), Dípticos (2020) y Paciencia mineral (2023). Autor del libro Alfabeto de humo. Ensayos sobre poesía venezolana (2022). Finalista del I Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas 2016 y del XL Premio Internacional de Poesía Juan Alcaide (Ciudad Real, España, 2021).