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Mientras acordonan sus zapatos
mis amantes suelen preguntar
a qué me dedico.
Miran la habitación con libros apilados,
gafetes colgando de un clavo en la pared:
Fulanito de Tal
Escritor
¿Y dónde se consiguen tus novelas?
Pienso
en la distribución caprichosa
de títulos de poesía.
No sé
si su pregunta esconde
un interés genuino
o los cordones del zapato se resisten
y el nudo de la voz se suelta
porque el silencio es algo a lo que temen.
Mis amantes no suelen ser lectores,
mis amantes acaso
leyeron algún libro
de los planes de estudio,
tienen profesiones útiles,
afore y prestaciones
y están inscritos en algún seguro
de emergencia. Yo
que tengo emergencias casi siempre
no tengo seguro alguno.
Mis amantes no preguntan por qué
la obstinación
de ir bajando
en la escritura,
les importa el descenso
de otros modos.
Alguna vez
crucé con la mirada de un muchacho
en el vagón del metro.
Terminamos en casa.
Le asombraron la cantidad
de libros y la música
que sonaba
aleatoriamente. En esa juventud
recordé la maravilla de conversar
con alguien que no sabe
la importancia de una cuenta de ahorro.
Al final de esa noche me dijo que se iba
a estudiar a Canadá y que sería pintor.
La ilusión era tanta.
Le regalé mi libro y anoté
número de teléfono y correo electrónico
en la última página
con la esperanza de que al leerlo
descubriera la pequeña sorpresa.
No supe más de él.
Nunca recibí mensajes.
Escriben los exnovios
por lo demás
ya casi
he olvidado
la vida va
aunque siempre
el después
ese animal
que nunca
está quieto
creías que no hay opción
pero al cuerpo
le basta
otro estallido
para volver
a abrirse.
Huéspedes
sin saberlo, hospedaron ángeles
Hebreos 13:2
llegaron
con sus lenguas
se instalaron
junto a todo lo lento
y cerrado
que era nuestro
cuerpo servido
a la mesa
de las degustaciones
lengua para escaldar
a los que añoran piel
saciaron
con lentitud
y abrieron
nuestros sellos
y se fueron
metiendo
hasta ocuparnos
con su músculo y todo
de forma maratónica
hasta el amanecer
hasta la rotación
de la casa
y el cuerpo
y no pudimos
correrlos
por no faltar
bíblicamente
decirles
ya es muy tarde
trabajamos
mañana
y aquí siguen
su carne
metiéndose
en la carne
pero no
hemos podido
decirles
que se vayan.
El pez que se da cuenta
darse cuenta no es
abrir los ojos
es más
el estremecimiento
la intemperie
cayendo
con sus redes
a la espina dorsal
el deseo
atado
desde el párpado
a la primera luz
quién sabe si la muerte es un regreso
del que no somos parte
quién sabe si hay regreso
hacia algún sitio
¿te acuerdas?
un par de vertebrados
discordantes
siendo complementarios
pero nosotros no
en la sangre
contra ningún abismo
el cuerpo es una herida
que migra
fisura por donde
recibimos
la conciencia
clausurados
para la comunión
nos parecemos
al pez
guillotinado
su cabeza
en bandeja
de la tarde
sabemos
el corazón no sirve
para comunicar
peligros
o contagios
existe una demora
en los reflejos
el pez no quiere
irse
se llama tempestad
pero decimos
carne
por donde entra
el miedo
al levantar la red
nos queda sólo el agua
enloquecida
en lo que sí da
en lo que es SIDA.
* Estos poemas pertenecen a Antibiótica, libro ganador del Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2019, de próxima publicación por el Fondo Editorial Tierra Adentro.
Autor
Ángel Vargas
/ Acapulco, Guerrero, 1989. Poeta. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es autor de A pesar de la voz (2016), Límulo (2016), El viaje y lo doméstico (2017), Antibiótica (2019), [nada de cruces] (2022) y el libro para infancias El verdadero nombre de los huracanes (ilustrado por Enrique Torralba, 2023). Ganó el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2024, el Certamen Nacional de Literatura Laura Méndez de Cuenca 2021 en poesía y el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino en 2019, entre otros.