De cuerpos presentes
| ReseñasEva Castañeda, Decir otro lugar, Elefanta, México, 2020, 100 pp.
“Para sobrevivir no podemos quedarnos quietos o poner en duda la posibilidad de encontrarnos”, escribe Eva Castañeda (Ciudad de México, 1981) en su libro más reciente, Decir otro lugar. Se trata de poemas estructurados a modo de fragmentos narrativos, construidos desde una imposibilidad inicial por decir con palabras eso que acontece en el cuerpo. La voz que enuncia pone en duda el yo como principio de identidad y se coloca en una herida que trasciende la voz individual para enunciar un yo colectivo, un cuerpo en desplazamiento constante hacia el otro que se extiende, se ofrece al tacto y a la posibilidad del encuentro.
La escritura de Castañeda acontece en un límite: oscila entre el aquí y el allá, entre lo singular y lo múltiple: “Si lo piensas, todo el tiempo algo cruzamos: líneas divisorias o fronteras, límites y términos. Arribamos con el trabajo de llevar la memoria a todas partes”. La unidad del yo que enuncia está marcada por todo aquello que lo ha atravesado; es una voz que se vuelca hacia fuera, que se niega a olvidar y que da lugar a los cuerpos borrados por medio de la poesía.
Pero ¿cómo puede la escritura encarnar en un cuerpo? Y, si es posible, ¿qué tipo de cuerpo produce la escritura? Parece que estas dudas están en el centro de Decir otro lugar, pues, aunque la voz que articula sabe que no puede hablar por la afectividad ajena, utiliza su experiencia sensible para palpar el dolor del otro y sentirlo como propio: “Así este cuento con tu nombre, el mío, el de quien sea”. Los poemas podrían leerse como un registro de ausencias que cobran presencia a través de la palabra. Por lo tanto, la escritura se transforma en un medio para afirmar la vida de los cuerpos que han sido negados y silenciados. Castañeda se inserta en el hueco que dejaron los que ya no están y llena con su voz ese vacío:
Me negué al monólogo. Regresé las veces que hizo falta. Pausa, me
decía. Cambia la voz. No en singular, ni en primera persona. No te
vuelvas trágica y ridícula. Vuélvete él. No seas trágico y ridículo.
Sé todos.
Al leer Decir otro lugar, pienso en Réquiem de Anna Ajmátova: “No, no era la mía, era la herida de otra gente. Yo nunca la hubiera soportado”. Ambas autoras construyen una poética del dolor, donde el cuerpo encuentra su sitio en lo abierto. En estos poemas resuenan aquellas poetas que han escrito desde la herida expuesta, formulando un cuerpo múltiple que se desborda hacia los otros y que existe a partir de la diferencia: “A veces ocurre que buscamos maneras de relatar al mundo una/ crítica al cuerpo masa que hacemos todos”.
La poesía de Castañeda pone en duda las categorías y los nombres que nos condicionan como sujetos; se propone una corporalidad que nunca es estática, que se reconfigura al entrar en contacto con el exterior y se encuentra en constante tránsito:
siempre, sólo a veces. Encontrando y perdiendo porque de eso
van los días, lo que pasa es que a la gente no le gusta aceptar que
vamos dejándonos en el camino.
En Decir otro lugar , la escritura acontece en la piel de la misma manera que el dolor, el placer y la alegría. Escribir es hacer que lo incorpóreo conmueva; es decir, que las palabras nos toquen. A través de la imagen poética, Castañeda trastoca la forma en que percibimos el mundo para modificar aquello que nos define.
La escritura es una experiencia compartida: cuerpo presente en el texto para que nosotros, lectores, nos veamos reflejados en él. La poesía posibilita nuevos modos de comprensión en torno a lo que nos rodea y atraviesa, pues configura un espacio en el que yo puedo existir en nuestra diferencia:
otro, luego otro, luego otro; por eso yo podía ser todos: el más
hermoso y la más fuerte.
La sympathía, para los griegos, remitía a la capacidad de experimentar por la pena de los demás. Escribir es también un modo de simpatizar, de compadecernos, de pensarnos más allá de los códigos y las construcciones sociales que generan sistemas de exclusión de los cuerpos.
Escribir para volver a acercarnos de manera afectiva, para afirmar la vida de quienes han sido negados, desaparecidos, oprimidos y abusados. Yo es tú, yo soy contigo, yo existo en mi apertura hacia ti, yo soy cuando tú me tocas, yo soy en tanto que puedo tocarte, yo soy porque me hago vulnerable en mi encuentro contigo.
Macarena de Arrigunaga / Ciudad de México, 1993. Estudió Literatura Latinoamericana en la Universidad Iberoamericana (UIA). En 2019 publicó una colección de poemas ilustrados titulada Eclipse de girasoles . Durante los últimos años ha colaborado con material visual, poesía y reseñas literarias en diversas plataformas culturales, como Gatopardo, Mula Blanca, Radio UAM, Content Journal y C de Cultura. Actualmente reside en Londres, donde finalizó un curso de posgrado en Ensayo Creativo y Escritura Autorreferencial impartido por la Universidad Central Saint Martins.