Aquí uno pasa por la oscuridad
| TraduccionesVersiones del italiano de Pablo Ingberg
De los grandes poetas, Fabio Pusterla (Mendrisio, Suiza, 1957) manifiesta ab origine el rasgo nuclear y distintivo, en su caso la fuerza de transmitir la complejidad en la simplicidad y viceversa. Entretanto, la palabra clave que presagia ya desde el debut absolutamente todo ese desarrollo, o al menos esboza su perspectiva, está en el título Concesión al invierno (1985). El poeta sabe que parte como de una glaciación que además es doble y cubre tanto el espesor de los contenidos como la licitud del ejemplo formal recibido de los maestros (Vittorio Sereni, vía Giorgio Orelli, y el no menos grande Philippe Jaccottet, de quien Pusterla, por una conjunción de absoluta fidelidad, es desde siempre la voz italiana).
Su poesía viene cronológicamente después de aquella que una incierta categoría define como la línea lombarda, estribación final hacia el norte de la negatividad de Eugenio Montale y del sentido de árida reificación, pero se caracteriza de inmediato por un ansia de decir y casi por una violencia de la comunicación: en otros pocos poetas se advierte el espasmo físico, una torsión expresionista del género hacia el lector, y esto significa que para quien escribe el lector es una necesidad y no un reflejo narcisista o una pura convención retórica. […]
Su poesía nace entonces en plenos años setenta, en el trance de máxima turbulencia política y social, la edad llamada del antagonismo, cuando la lírica ya no parecía tener espacio público salvo en los testimonios anónimos de la militancia política o del malestar existencial. […]
Entre tanta expoliación, la palabra de Pusterla expresa la exigencia innata de una humanidad, de un estar de todas maneras en el mundo donde se busque la reconciliación en la pureza de la existencia común, humana sin más adjetivos, tanto de la parte afectiva y secreta de los individuos, como de la propiamente ético-política, en la interfaz entre el yo y el tú que se reconocen entre sí los rostros trazando inconscientemente la única forma futuri que la poesía tiene el mandato de testimoniar. Ese lazo no compete solo a los vivos como tales, sino también y en especial a su relación con los muertos, que es un topos de la poesía moderna, pero tan universal que alguno lo asocia con la supervivencia de la poesía tout court. En cuanto a Pusterla, bastará con pensar […] en ciertos textos más explícitos en ese sentido, como el estupendo “Las escaleras de Albogasio (movimientos ascensionales)”, donde un doméstico descenso a los infiernos se transforma poco a poco en un itinerario de ascesis y de dramático conocimiento del mundo: “Y sin embargo de lo hondo/ algo sube, un soplo húmedo y denso;/ una mano de aire o prominencia/ se insinúa y pide escucha, una vida remota/ que sube nuevamente desde el agua, aún informe/ y no obstante ya presente, ya imperiosa/ en su existencia descarnada”. En sentido figurado, es el surgimiento de cuanto da forma y cierta plenitud a la vida, aunque sólo sea por un instante. Esta, para un poeta, es la única utopía accesible.
Al aduanero
Al aduanero declaro
una lata de ovomaltina,
fruta seca, lentejas al vacío;
a mi manera solemne, luego,
dos botellas de vino.
Callo en cambio sobre ti, sobre tu foto
escondida entre los documentos.
Contento asiente:
me cree sano.
Al doganiere
Al doganiere dichiaro
una scatola d’ovomaltina,
frutta secca, piselli sottovuoto;
a mio modo solenne, poi,
due bottiglie di vino.
Taccio invece di te, della tua foto
nascosta tra i documenti.
Annuisce contento:
mi crede sano.
La anguila del Rin
Ahora sí, hermana, y más que antes,
si coleas desesperada entre residuos de atrazina
y chorros de aceite viscoso;
o si golpeas con la cola, extenuada,
la caricia de la ola de fosfatos que ennegrece
en la grava de la orilla
(la orilla, el pedregal,
el arenal fangoso
inspeccionados por linternas de escuadrillas,
salen pitando helicópteros, destellan
azuladas las sirenas bitonales),
si ahora está perdido incluso el Báltico,
el viaje circunscrito
en la armilla de incendios y explosiones,
y te hundes de nuevo en los desechos, los tesoros del fondo,
quillas corroídas y cadenas de anclaje,
a pico por corrientes verticales, masas de agua
más frías, en donde descubres tu escalofrío,
un instinto de nado, porque el mar
es un perfume muy lejano, la sospecha
de un sueño interrumpido poco antes del alba,
cuanto basta a la aleta y a tu terco
latido de las branquias, para arrebatarle
un instante a la asfixia, una idea de vida
a la evidencia de los hechos, último reto al ansia, una utopía
al miedo de todos.
L’anguilla del Reno
Adesso sì, sorella, e più di prima,
se guizzi disperata tra scoli d’atrazina
e getti d’olio vischioso;
o se colpisci di coda, estenuata,
la carezza dell’onda di fosfati che s’annera
sulla ghiaia della riva
(la riva, il greto,
il melmoso sabbione
frugati dalle torce delle squadre,
sfrecciano via elicotteri, lampeggiano
bluastre le sirene bitonali),
se adesso persino il Baltico è perduto,
circoscritto il viaggio
nell’armilla d’incendi e d’esplosioni,
e ti rituffi ai relitti, ai tesori del fondo,
chiglie corrose e catene d’ancoraggio,
a precipizio per correnti verticali, masse d’acqua
più fredde, dove scopri il tuo brivido,
un istinto di nuoto, perché il mare
è un profumo lontanissimo, il sospetto
di un sogno interrotto poco prima dell’alba,
quanto basta alla pinna e al tuo testardo
palpito delle branchie, per strappare
un attimo all’asfissia, un’idea di vita
all’evidenza dei fatti, l’ultima sfida all’ansia, un’utopia
alla paura di tutti.
Alumnos
Los encuentro en las plazas
o en algún bar, los reconozco
casi siempre, y pienso en qué se transforman
ahora, todos aquellos ojos, aquellos dedos.
Carburadores, corbatas. Unos tímidos,
otros hasta odiosos. Y los devastados,
los que lamen el asfalto.
Y finalmente yo,
que tengo en la mano pepinos y papel higiénico.
Allievi
Li incontro sulle piazze
o in qualche bar, li riconosco
quasi sempre, e penso cosa diventano,
adesso, tutti quegli occhi, quelle dita.
Carburatori, cravatte. Certi timidi,
altri perfino odiosi. E i devastati,
quelli che leccano l’asfalto.
E infine anch’io,
che ho in mano cetrioli e carta igienica.
El poeta en su lugar natal
Aquí estamos de nuevo en tus calles petrosas
de humo y crueldad, nuestro no lugar,
no nombre, no memoria: recorremos
cada infamia de ti, y todo es como antes,
vidrio donde había roca, emblemas nuevos
y miserias
pero idéntica
la sombra que acomete. “Hola Alessandro”
le digo a uno que pasa y conozco;
pero yerro, se llama Maurizio;
y luego otro me para, me grita
que me vaya que es un pueblo de muertos.
Pero aquí estaba el mundo, en una trastienda
o entre los callejones, el efluvio
de orina y de dinero, madera. En los andenes
colocábamos sueños y moneditas
de cobre para que el tren los aplastara.
Il poeta nel proprio luogo natío
Eccoci ancora alle tue strade petrose
di fumo e crudeltà, nostro non luogo,
non nome, non memoria: percorriamo
di te ogni infamia, e tutto è come prima,
vetro dov’era sasso, nuovi emblemi
e miserie
ma identica
l’ombra che assale. “Ciao Alessandro”
dico a uno che passa e conosco;
ma sbaglio, si chiama Maurizio;
e poi un altro mi ferma, mi grida
di andar via che è un paese di morti.
Ma era qui il mondo, in un retrobottega
o tra i vicoli, l’effluvio
di orina e soldi, legname. Sui binari
si mettevano sogni e monetine
di rame perché il treno li schiacciasse.
A Nina que tiene miedo
Los crujidos nocturnos y un silencio
irreal: hojas, voces lejanas, un chapaleo
tal vez de grandes peces en el lago. También la luna
que pasa tiene su voz
lunar, de cabra amarilla. Y es tu turno,
esta vez, de velar
por mí, por mi respiración
que a cada rato se disipa en la oscuridad.
Pero no pienses en eso, si puedes,
no te preocupes de eso;
sé demasiado bien lo que es despertarse de noche,
aguzar el oído en vano, maldecir
la nada que te rodea,
una pared inerte.
A Nina che ha paura
Gli scricchiolii notturni e quel silenzio
irreale: foglie, voci lontane, uno sciacquío
forse di grossi pesci nel lago. Anche la luna
che passa ha la sua voce
lunare, di capra gialla. Ed è il tuo turno,
stavolta, di vegliare
su me, sul mio respiro
che ogni poco svanisce nel buio.
Ma non pensarci, se puoi,
non preoccupartene;
so troppo bene cos’è svegliarsi di notte,
tendere invano l’orecchio, maledire
il nulla che ti attornia,
un muro inerte.
Escuela para ricos
Son berlinas deportivas y negras suv
que cruzan altas verjas y más allá descargan
a los pobres hijos de los ricos en la escuela privada.
Los cuidará tutelarmente detrás de las redes y enseñas
la escuela hasta la tarde, y volverán
al crepúsculo los padres y su flotilla
tenazmente justificada a lo largo del día,
cromado por cromado, inversión
tras inversión en ausencia de obstáculos.
En los recreos, los hijos
corren afuera a fumar nerviosos a gritar alguna cosa
o se quedan callados contra una pared.
No pelean casi nunca, no manifiestan
pena o intereses particulares por los efectos y las causas.
Se entrenan para llegar a ser como los padres, como las madres.
Scuola per ricchi
Sono berline sportive e neri suv
che varcano gli alti cancelli e di là scaricano
i poveri figli dei ricchi alla scuola privata.
Ne avrà cura tutoria dietro le reti e le insegne
la scuola fino a sera, e torneranno
al crepuscolo i genitori e la loro flottiglia
tenacemente giustificata lungo il giorno,
cromatura per cromatura, investimento
su investimento in assenza di impicci.
I figli, nelle pause,
corrono fuori a fumare nervosi a gridare qualcosa
o restano silenziosi contro un muro.
Non bisticciano quasi mai, non manifestano
pena o interessi particolari per gli effetti e le cause.
Si allenano a diventare come i padri come le madri.
Las escaleras de Albogasio
(movimientos ascensionales)
Casas a plomo, asperezas menores,
un hijo en la cabeza; y, en andanada, el viento
que toma el lago al sesgo, engañador
se tira de la Horca de San Martino,
costea rocas y calles, luego arrecia
justo después de Gandria, donde el agua se ensancha.
Noche de remolinos en la que desciendo
como en un coro por las escaleras de un pueblo,
la mano en la camilla, que se mece
y arrastra junto a las paredes, y en las curvas
arranca polvo blanco; último acopio
de cal para Erminia, la gentil
señora muerta en otro lado, que regresa
a su balcón de minúsculas flores.
Aquí uno pasa por la oscuridad: agarrándose
al escalón más bajo con el pie,
por tramos verticales y pórticos estrechos. Ahora el lago
abajo no se ve, pero resuena
en las dársenas sordo, y los barcos
gimen en su corazón de madera y alquitrán.
Se cierra alguna puerta: quien se asoma
mira en silencio nuestra rara procesión
que baja torpe a los infiernos, a las negras
casas del sueño. Y sin embargo de lo hondo
algo sube, un soplo húmedo y denso;
una mano de aire o hinchazón
se insinúa y pide escucha, una vida remota
que sube nuevamente desde el agua, aún informe
y no obstante ya presente, ya imperiosa
en su existencia descarnada:
que se cruza con nosotros en descenso y va más alto,
como un humo sutil. Antiguas escaleras
las escaleras de Albogasio, donde pasan
risueños los vivos y los muertos, saludándose lento.
Le scale di Albogasio
(movimenti ascensionali)
Case a strapiombo, asperità minori,
un figlio in testa; e, d’infilata, la breva
che prende il lago a sghimbescio, ingannatrice
si tuffa dalla Forca di San Martino,
costeggia rocce e strada e poi s’infuria
subito dopo Gandria, dove l’acqua s’allarga.
È una sera di turbini, in cui scendo
come in un coro per le scale di un paese,
la mano alla barella, che altalena
e striscia lungo i muri, e ad ogni curva
stacca polvere bianca; ultima scorta
di calce per Erminia, la gentile
signora morta altrove, che ritorna
al suo balcone di minuscoli fiori.
Qui si passa nel buio: facendo presa
sullo scalino più basso con il piede,
per rampe verticali e stretti portici. Giù il lago
adesso non si vede, ma risuona
cupo dentro le darsene, e le barche
gemono nel loro cuore di legno e di catrame.
Qualche porta si schiude: chi s’affaccia
guarda in silenzio la nostra strana processione
che cala goffa agli inferi, alle nere
case del sonno. E tuttavia dal basso
sale qualcosa, un soffio umido e denso;
una mano d’aria o un gonfiore
s’insinua e chiede ascolto,
vita remota che risale dall’acqua, ancora informe
eppure già presente, già imperiosa
nel suo esistere scarno:
che incrocia noi in discesa e va più in alto,
come fumo sottile. Antiche scale
le scale di Albogasio, su cui passano
ilari i vivi e i morti, salutandosi piano.
* Estos poemas y los fragmentos del prólogo citados pertenecen a No la perla, de Fabio Pusterla; selección y traducción de Pablo Ingberg (Aquelarre, Xalapa, 2021).

Fabio Pusterla / Mendrisio, Suiza, 1957. Una de las voces más destacadas de la poesía actual en lengua italiana, es además ensayista y traductor (entre otros, de Philippe Jaccottet). Enseña en las universidades de la Suiza Italiana y de Pavía. Dirige la colección de poesía “Le Ali”, de la editorial italiana Marcos y Marcos. La antología Le terre emerse (2009) reunió poemas de toda su obra hasta ese momento. Traducido a las principales lenguas europeas, ha recibido los premios Montale, Schiller, Gottfried Keller, Dessì, Suizo de Literatura, Napoli, Vittorio Bodini y Dedalus. A él y su a obra, el fotógrafo y documentalista Francesco Ferri dedicó la película Libellula gentile. Il lavoro del poeta (2018).
Pablo Ingberg / Dolores, Argentina, 1960. Ha publicado nueve libros de poesía, novela, ensayo, infantil, y más de traducciones del griego antiguo, el latín, el inglés y el italiano, de autores como Safo, Sófocles, Virgilio, Shakespeare (mitad de las obras completas), Austen, Melville, Whitman, Conrad, Joyce, Woolf y Pirandello, que le han valido los premios Teatro del Mundo, Konex y Aurora Borealis de la FIT. Dirigió unas Obras completas de Shakespeare y la colección “Griegos y Latinos” para la Editorial Losada.