Sobre la emoción en el poema

La revalorización y el reconocimiento dado a la emoción provocó cambios radicales en la idea del arte y, en particular, en la poesía. A partir de la emoción, los románticos del siglo XIX transgredieron y ensancharon los límites preceptivos que hasta entonces regían la producción artística. Si en la búsqueda de la renovación de las formas los poetas románticos invocaron la “espontaneidad” del lenguaje y la verdad del “sentimiento” como principios para enfrentarse al “decoro” y a la “artificiosidad” de la poesía clásica, en el mismo sentido situaron la defensa de la emoción en la raíz del proceso creador.

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Todo arte es tosco y rudimental

Alimentamos al caballo pardo.
Desde tu mano
lisa
Se digna
delicado.
Tiene suaves modales: se mueve inseguro
Sus pezuñas abiertas en el pasto húmedo,
Mece su gran cabeza,
Sus patas están oscurecidas con rocío
Oh, eso fue hace tanto.

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Mi hermano Manuel

Todo poeta auténtico es para su lector un hermano. Yo ahora estoy viejo y sólo las palabras pueden consolarme. Por eso leo, o, mejor dicho, releo a los poetas; no me importa tanto saber de qué tiempo o de qué país han sido. Yo el tiempo y el día y el país ignoro. Me basta lo que han escrito, si es bueno, si me deja un poco de música en el oído o en el alma.

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Vengo aquí sin nada

Deambulé por las calles de Roma y París,/
deambulé por Manhattan y Altái,/
deambulé por las plazas y puentes de Venecia,/
por las calles de Lisboa/
y bebí té de Ceilán en Ceilán,/
pero no pude llegar a los rincones de mi memoria

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José Gorostiza: Dos cartas inéditas

Además de la revelación de pasajes poco conocidos de los meses de sus estancias diplomáticas en Londres (agosto de 1927 a noviembre de 1928) y, una década después, en Roma, por los días en que preparaba la publicación de Muerte sin fin (1939), las cartas nos hacen el regalo invaluable de darnos a escuchar la inconfundible tesitura de la voz del poeta tabasqueño.

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Un infierno sin llamas

La indiferencia es un infierno sin llamas,/
recuérdalo al elegir entre mil colores/
tu gris fatal./
Si el mundo no tiene sentido/
tuya sola es la culpa:/
espera que dejes tu huella/
esta pelota de cera.

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La verdad o la sombra de la malicia

Un perro encadenado./
Desgracia y sufrimiento/
en sus adoloridos ojos./
El corazón canino grita:/
“¡Soy una persona!”/
“Bueno, querido, bueno,/
te duele el corazón./
No tenés amigos,/
nadie quien pueda ayudarte”.

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Bajo el puente. Sobre Samuel Greenberg

[Samuel] Greenberg no rechazaba el conocimiento, como sí lo haría un poeta archirromántico. Por el contrario: se abrazaba a la ciencia, a la medicina, a la industria, a las ideas y al lenguaje nuevo, al barullo de la ciudad. En otras palabras, Greenberg era un modernista, si bien de manera heterodoxa, y ésa es la razón por la cual algunos lectores adivinan un protosurrealismo en sus fracturadas expresiones sobre la vida urbana.

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Fíjate cómo esto afecta el mundo

Haz una lista numerada de tristezas en tu vida./
Amontona piedritas que se correspondan con cada número./
Agrega una piedrita cada vez que aparezca una tristeza./
Quema la lista y valora la belleza del montón de piedritas.

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Recetas para el asombro. Conversaciones con Antonio Deltoro (1947-2023)

Me quedé para siempre con esos dos versos: “No se puede amar lo que tan rápido fuga. / Ama rápido, me dijo el sol”. Y tenía tanta razón. No sabía que poco más de un año después, Toni no iba a llegar a tutoría y su vida cambiaría para siempre. Pero cuando leo este poema, él me acompaña. Hay poemas que amamos porque guardan las voces de los ausentes. Éste de Watanabe contiene dentro de sí, en esa combinación particular de sonidos, la contraseña de la voz de mi maestro.

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