¿He yo de compararte a este verano?/
Tu manera es más maja y moderada./
La rosa afronta en mayo al viento en vano./
La estancia del verano es limitada./
El sol a veces arde en desmesura./
A veces lo oscurecen nubarrones./
Todo lo hermoso pierde su hermosura,/
como dicta natura sin razones./
Mas tu verano es amplio y dilatado,/
y toda tu belleza está en su seno.
Inglaterra
Respecto a la traducción de un poema de Philip Larkin
La edición de los poemas completos de Philip Larkin revela un aspecto interesante de su producción: son más los poemas que no publicó en vida que los poemas publicados. Los primeros ocupan doscientas páginas de la edición, mientras que los textos publicados por el poeta solo abarcan ciento veinte páginas. Aunque prolífico como escritor de cartas y autor también de diversas novelas y textos narrativos, Larkin fue principalmente conocido como poeta.
Quien fuera, estrella, como tú, constante
Quien fuera, estrella, como tú, constante
–No colgar de la noche en brillo ausente
Con los ojos de par en par, pendiente
Como eremita insomne y vigilante
Del agua clerical en sus rutinas
De ablución pura por la orilla humana,
O ver caer la mascarilla vana
El lado ciego de las cosas
La visión de mi rostro, mi propio rostro al volverse, es cuanto necesito/
para empujarme al borde, el borde/
del llanto, aunque si vieras más allá de la huesuda escarpa de mi cabeza/
el escamado paisaje lunar que cada mañana se desvanece en el cristal,/
me encontrarías con los ojos secos, demasiado aterrado
Zeus en libertad condicional
Fue ese verano,/
rebalsaba de hormonas/
como un cóctel químico espectacular/
en un vaso largo con hielo; mi corazón adolescente/
una cereza al marrasquino /
que asomaba brillante mientras ese arcoíris/
me atravesaba, iluminándome/
como a un pez, y yo estaba borracha,/
obsesionada, ansiosa por que me tocasen,/
mi cuerpo iridiscente derramaba color
El espíritu del mundo
No vivo para mí, pero me vuelvo/
Parte de todo lo que me rodea /
Las montañas generan sentimiento,/
Tortura es el zumbido de ciudades:/
Nada detesto en la naturaleza/
Salvo ser eslabón de una cadena /
Verme clasificado entre criaturas, /
cuando el alma consigue así mezclarse/
con el cielo, la cumbre, los mares, las estrellas.
Coro de partida
Tú, principio de canción, ¿para qué sirves ahora
que te despabilas bajo cualquier luz espasmódica
y remachas tus trinos sombríos?
Da pasitos teatrales, pilar delicado. Y alisa
tu pelaje. Delgada como un alambre dúctil,
y ultraflexible, será tu esperanza.
Idea Vilariño, traductora de Shakespeare
La búsqueda de una comprensión mayor. Un acercamiento a alguien que es poeta. Esa es la dificultad que tiene, tratar de interpretar a un poeta de otra época. No sé cómo lo harán otros, para mí la tarea es muy lenta, muy cuidadosa. Hay noches que me paso horas con una palabra. Se me fue la noche e hice tres renglones, porque no encontraba la palabra correcta.
Las crónicas oscuras de la muerte
Quizás un corazón aquí olvidado
yace que ardió con fuego esclarecido,
la mano que un imperio hubiese alzado
o la viviente lira estremecido.
Pero el Saber no abrió su libro vasto,
no le mostró el botín de las edades,
y la Miseria heló el venero casto
del alma entre sus secas soledades.
El débil dios menor
Hay, en el antiguo poema anglosajón llamado Beowulf, una escena alucinante. Se da cuenta en ella de un formidable concurso de natación en el que Beowulf, el héroe gauta, se enfrenta a su amigo de la infancia, Breca el brondingo. Lo jóvenes guerreros nadan durante siete días y siete noches en aguas frías y procelosas, entre criaturas siniestras y monstruos marinos. Visten cota de malla y llevan consigo sus espadas durante todo el trance. ¿Quién conquista la inconcebible prueba? Como siempre, eso depende del que cuente la historia: el malicioso Unferth ha traído el cuento a colación, en un festín, para avergonzar a Beowulf en público diciendo que el gauta perdió el certamen miserablemente. Beowulf responde y, en un alarde de labia, asegura que se impuso su valor y su fuerza sobrehumana. Todos se regocijan ante el poderoso discurso del úrsido señor. Nadie escucha a Breca. ¿Qué habrá de revelarse si prestamos la palabra, en otra lengua y otras latitudes, al silencioso brondingo?
Breca
þæt ic mere-strengo māran āhte,
earfeþo on ȳþum, ðonne ǣnig ōþer man.
[He de decir
que yo mostré en el mar mayor poder,
más bravura y brío que cualquier hombre.]
Beowulf, 532-35
He roto en dos el mar, el hondo azul,
batiendo brazos sin mayor razón
que un juego justo de honra y un deber
forjado en hierro, en hiel, de nombre honor.
En cambio aquél, armado de ansia-arpón,
halló bravata urdida en hueso y piel
con miras de matar a un leviatán
de espuma y sal, hundido en cieno vil.
Mi casta no valió. No vio el tesón
del joven que lo amó y nunca halló
la fuerza o el fervor en otro igual:
de oso y hombre rabia su furor.
Aquél será quien venza al monstruo, el mal,
a bruja-madre y ese cruel dragón
que abraza el oro y fiero guarda fiel
los huesos y el blasón de un héroe o cien.
Y yo, sepulto en tiempo y negra pez,
seré el vencido, el puño roto, el fin
de aliento y mies. En verso y son seré
el lerdo Breca, el débil dios menor. Soþlice.