Unas calles más arriba/
y alcanza el punto indicado,/
algunos escritores estuvieron allí,/
varios de ellos cubanos,/
sin desearlo apostaron/
en la ruleta del destino/
que castiga a los raros,/
malvivir,/
perder/
entre la mugre y la pestilencia,/
se despiertan las ratas/
que luego todos reverencian,/
hay un suelo de hormigón,/
un refugio,/
la condición extrema
España
días de radio
escribir un poema es como un búnker/
donde te sientes a salvo del miedo/
al menos de ciertas conversaciones/
un escondite en el que te cuestionas/
si han parado los bombardeos/
un refugio antiaéreo donde piensas/
si el protocolo del consejo de seguridad nuclear/
cubre el supuesto de cruzarnos por la calle
Escenas hopperianas
Solamente la casa solitaria/
en la vasta llanura./
El resto es todo hierba de mar tras el cemento. /
Es un tiempo tan huérfano de circos/
que la mujer de rojo/
queda fuera de plano, se protege./
¿Se le fue la mañana/
escuchando un foxtrot?/
¿Colocándose el ala del sombrero?
Las estatuas en esta ciudad no tienen rostro
Un colchón con olor ajeno, la lluvia en el metal produce ríos./
Estabais tan brillantes esta noche./
No quiero miraros a los ojos, no quiero/
buscar vuestras palabras,/
no quiero volver el tiempo atrás./
Estabais tan bellos, inocentes,/
tan blancos que sonrío solo con mirar el almanaque,/
que me cruzo los labios para no volverme,/
para no escucharos/
me levanto.
Del idioma sutil de los objetos
Viniste de otro mundo y te quedaste en mi casa./
Tu idioma impronunciable/
tu cuerpo artificioso/
eran ahora las únicas ideas naturales./
Al final del deseo comenzaba otra cosa./
Al final del deseo hay un deseo nuevo/
al que nunca ha podido llegar nadie.
La buena poesía cambia tu cerebro
Nuestro cerebro está entrenado ante la sorpresa verbal, porque hace tiempo aceptamos la fantástica definición de Alejandro Gándara de la literatura como “movilización de los recursos de extrañeza”, y sabemos, con Anne Carson, que “if prose is a house, poetry is a man on fire running quite fast through it” [“si la prosa es una casa, la poesía es un hombre en llamas que atraviesa esa casa a gran velocidad”]. Nuestro cerebro en llamas también cruza esa casa sin quemarse, porque vivimos en una donde la sorpresa —o, mejor expresado, la falta de previsibilidad— es uno de los más importantes materiales de construcción.
Ejercicios espirituales
Miro por la ventana y me imagino que estoy bajo la lluvia./
Salgo bajo la lluvia y me imagino que estoy seco./
Miro la lluvia por la ventana. Estoy seco. Me imagino que estoy seco.
El hijo sale del fondo del texto
La mente de la camomila
saca los amarillos
de su miel,
de su música,
de su lluvia.
Cada vez más allá…
Cada vez más…
Cada vez más sin patria,
sin nacimiento, sin lugar amado
pero cada vez más con país propio.
¿Por qué todas las revoluciones provienen del cielo?
Diluvia el día en pequeños copos de sol/
(brillos acelestados, pronombres caídos, salvajes /
sobre la tierra). Se cubrió/
el campo de azules y magentas,/
no nieve no agua no mar en los verdes amazónicos/
en hogar del zodiaco.
El brillo que fue de la Vía Láctea
nos observan desaparecer al contacto con el cemento del patio,/
y son joyas un fragmento de segundo, algo que señalar con los/
dedos mientras se pierde. /
la lluvia impide que los salmos se adhieran a las cautivas/
y la mano que fue péndulo vuelve a la cadera; como la caléndula, sabe/
replegarse.