Una de las relaciones más hondas y conmovedoras en la historia de la poesía mexicana, creemos, fue la de José Juan Tablada (1871 – 1945) y Ramón López Velarde (1888 – 1921), que tuvo el sello recíproco del hondo afecto y la más alta admiración. Desde 1914 a 1938, en artículos, crónicas, cartas o en su Diario, Tablada nunca dejó de expresarse sobre López Velarde en los más altos términos: “Astro que se manifiesta con sencillas músicas y fragancias encantadoras”, artista sabio y profundo, inmortalizador de las “beldades pueblerinas”, poeta de la lírica y de la epopeya auténticamente nacional, “serafín de Dios”, vidente, Trismegisto “en el puro sentido griego”, revelador ―como Lugones o Herrera y Reissig― de la magia ilógica y eficaz del adjetivo indirecto…
No fue la amistad de iguales en edad, la amistad inmediata y cómplice, como la que tuvo López Velarde con Saturnino Herrán, Pedro de Alba, Jesús B. González o Enrique Fernández Ledesma, sino más bien, como en los casos de Rafael López y Enrique González Martínez, una amistad intelectual y una afinidad de hermano menor.
No ocurrió siempre así. Al principio, el veinteañero López Velarde, quien vivía entonces en la ciudad de San Luis Potosí, sin conocerlo personalmente, malquería a Tablada. No le perdonaba un ataque, ignoro si real o supuesto, a Amado Nervo. En una carta del 13 de junio de 1908 desde la ciudad de San Luis Potosí a su tutor literario, Eduardo J. Correa, López Velarde arremete contra Tablada. En una extraña prosa suelta el dardo despectivo: “¿No hemos visto en nuestra patria al chaufeur (sic) de J. J. Tablada intentando deprimir con malévolas críticas a Amado Nervo?” Es decir, para el poeta jerezano, Tablada en literatura no llegaba ni a propietario del coche: apenas podía tomársele como un segundón envidioso en el despreciativo medio literario de la capital de la República.
Todavía en una nota sobre Enrique González Martínez (1871-1952), estricto contemporáneo de Tablada, aparecida el 30 de septiembre de 1909 en El Regional de Guadalajara, el joven López Velarde empieza por decir, a propósito de la entrada del propio González Martínez a la Academia de la Lengua, que se quedó viendo visiones “o como quien se comulga una hostia negra de José Juan Tablón, el de las envidias a Nervo”.1 De seguro Tablada no se enteró: ni de la publicación del artículo ni menos del articulista. Primero, porque la burla rabiosa quedó en un periódico de provincia, y luego, porque estaba firmado con seudónimo. Si el irónico y susceptible Tablada hubiera llegado a enterarse de los comentarios agresivos, quizá no se lo habría perdonado nunca.
En un artículo sobre el general huertista Aureliano Blanquet del 11 de noviembre de 1912, durante su tercer viaje y su primera residencia más o menos prolongada en la Ciudad de México, al discutir sobre las reyertas zapatistas, López Velarde recuerda la crónica de Tablada aparecida el día anterior: “La justicia, para obrar, necesita del advenimiento de la paz, sus campos tranquilos y su cielo sin nubes”. Al parecer, López Velarde ya pensaba aproximársele.
Cuando López Velarde decide ya radicar en la Ciudad de México, de lo primero que hace en 1914 es buscar a Tablada. En una carta le adjunta poemas. La respuesta de Tablada, anunciando un “nuevo poeta intenso y noble”, es de una generosidad laudable. El 7 de junio de 1914 escribe en El Mundo Ilustrado que tiene sobre la mesa dos libros (Poèmes de Amour, de Auguste Genin, y Caprichos, de Efrén Rebolledo) y una carta. Pasa prácticamente de largo sobre los dos primeros. A continuación abre la carta y hojea los poemas del poeta promisorio. Reproduce la pieza “Del pueblo natal”, y de inmediato añade: “Sigo leyendo otros versos manuscritos del mismo autor con la creciente emoción de encontrar un nuevo astro que se revela con sencillas músicas y fragancias encantadoras. Son los versos de López Velarde flores de prados campesinos, claveles de macetas que, abriéndose sobre los viejos tiestos de Talavera, arden entre la penumbra de nuestros hondos corredores coloniales. Su perfume recuerda el aroma que exhalan los herbarios del divino Francis Jammes”.
Es el primer elogio público de un poeta notable2 a la poesía de López Velarde. Resultó un gran espaldarazo, como los que el propio jerezano daría en su momento a Carlos Pellicer, José Gorostiza y Bernardo Ortiz de Montellano, quienes jamás olvidarían el gesto. Sin sospecha, la opinión de Tablada debe haber alegrado a López Velarde y haberle hecho pensar íntimamente que no iba mal a través de la vía dolorosa de la poesía y la literatura, en la que transitaba desde los años aguascalentenses. Como precisa José María González de Mendoza, amigo muy cercano de Tablada, en unas páginas de recuerdos escritas entre 1951 y 1952, “Tablada y López Velarde”, recogidas casi dos decenios más tarde (Ensayos selectos, FCE, 1970), la nota sobre el jerezano fue la última que Tablada publicó en El Mundo Ilustrado. “Pocos días después salió al destierro, que lo tuvo alejado tres años”.
Volvamos a 1914. Podemos colegir que por los días cuando apareció la nota en El Mundo Ilustrado, Tablada recibe a López Velarde y a Jesús Villalpando en su casa japonista del barrio de San Mateo, Churubusco. Las minucias del deslumbramiento de la visita las describe López Velarde dos años y medio después en su crónica-artículo “Poesía y estética” del 29 de junio de 1917. Tablada ―recuerda RLV― les leyó el prólogo y un capítulo de Hiroshigué, recitó poemas, les mostró cartas autógrafas de Leopoldo Lugones y de la señora de Lugones, y “pinturas, ídolos, rosas votivas, arcones del virreinato…” Un criado japonés hizo su aparición para avisar de la muerte de pájaros japoneses. Más: López Velarde no olvida hacer el panegírico del escritor diciendo que “por su cultura, por su temperamento, por su vida”, Tablada representa “el tipo del literato”.
¿Pero la visita la hizo López Velarde con Jesús Villalpando, según refiere en su crónica, o con Pedro de Alba, como rememora éste en unas páginas de recuerdos muchos años después?3 ¿O fueron dos visitas? Algunos detalles japoneses de la visita, contados por Pedro de Alba, se parecen a los que cuenta López Velarde en su crónica; los demás no.
Pedro de Alba escribe que Tablada había reproducido en la página literaria de El Imparcial el poema “A la gracia primitiva de las aldeanas”, presentando a López Velarde como uno de los nuevos poetas españoles. Párrafos después indica que él fue quien en una tarde clara llevó por primera vez a Ramón con Tablada. Se trasladaron en el tren eléctrico que corría a través de la Calzada de Tlalpan. La casa de Tablada en Churubusco estaba a unas decenas de metros de la calzada, sobre el Camino Real, que iba entonces desde Tlalpan al pueblo de Chimalistac, es decir, a través de lo que es ahora Héroes del 47, Hidalgo, Francisco Sosa y Arenal. A los lados de la Calzada de Tlalpan encontraba la vista de los jóvenes las arboledas y los campos cultivados.
Pedro de Alba cuenta que Tablada era despreciativo con lo que no respetaba. Odiaba la mediocridad. A muy pocos escritores de esos años les tenía consideración. Muchos servían de blanco a sus bromas sangrientas y sus epigramas afilados.
Le gustaba vivir bien. Era un ágil y hábil deportista y un afanoso coleccionista de objetos finos y exóticos. Gracias al patrocinio de un mecenas, se la pasó un año en Japón. “José Juan era fastuoso y decorativo, tenía una colección de kimonos de seda y preciosos grabados de artistas chinos y japoneses. Por ese tiempo se daba el lujo de tener un ayuda de cámara japonés”.
Recibió hospitalariamente a los jóvenes y los orientó por el jardín, donde iba indicándoles los nombres de flores raras, y los condujo luego a su estudio, donde vieron los espléndidos libros del bibliófilo y los objetos sorprendentes del coleccionista. Tablada se divirtió embaucándolos haciéndoles creer que conversaba en japonés con su ayuda de cámara (como si la lengua japonesa, imposible para un occidental ―comentaría luego Efrén Rebolledo a Pedro de Alba―, pudiera aprenderse en un año):
El poeta nos reconocía beligerancia literaria y nos invitaba a hablar; nos interrogó en forma delicada sobre nuestros planes y nuestros problemas. Con su gracia maliciosa y muy salpimentada hizo referencias a los escritores y poetas de su tiempo, algunos de ellos compañeros suyos en la secretaría de don Justo Sierra o en la redacción de El Imparcial y de El Mundo Ilustrado […] Antes de despedirme le llamé la atención sobre la hoja del suplemento literario arreglado por él, en donde presentaba a López Velarde como poeta español. Él no se atrojó por el escamoteo; con toda naturalidad nos dijo que había encontrado en el poema “A la gracia primitiva de las aldeanas” un sabor muy castizo y que, al no tener referencias precisas sobre el autor, lo creyó español: “Por supuesto ―agregó dirigiéndose a López Velarde―, que sus versos son mejores que los que escriben los poetas peninsulares de hoy…”
Pero vamos por partes. ¿Tablada copió alguna vez ese poema en su columna de El Imparcial? González de Mendoza buscó el poema en la doble columna, titulada “La Semana”, que escribía Tablada en el diario, y no encontró nada, pero dándole con delicadeza a Pedro de Alba una salida, añadió que “el vandalismo de ciertos lectores mutiló muchos de los ejemplares”. Adiciona cauteloso que tal vez el poema estuviera “en algunas de las hojas arrancadas o en cualquiera de los trozos recortados”.
En efecto, Tablada publicó, o más bien, reprodujo “A la gracia primitiva de las aldeanas”, pero no en el decurso de 1914, sino adjunto a un comentario que escribió sobre López Velarde (“La nueva poesía de México”) en El Nuevo Tiempo de Bogotá, el 31 de marzo de 1919. Reprodujo también “La bizarra capital de mi Estado” y “Transmútase mi alma…” En el comentario, Tablada nunca habla del sabor castizo de “A la gracia primitiva de las aldeanas” ni de que haya creído que López Velarde era un poeta español. En loor a Pedro de Alba, el poema, si se lee desde esta perspectiva, tiene ese sabor que puede hacer creer a un lector que su autor es un peninsular.
Tablada decía con gran orgullo en ese artículo de 1919 —como lo haría al promediar los años veinte en páginas de su segundo libro de memorias (Las sombras largas), como lo repitió en un apunte escrito el 14 de febrero de 1926 en su Diario (Obras, UNAM, IV), como lo volvería a repetir dos o tres veces en crónicas de los años treinta— que él escribió el primer comentario sobre López Velarde; jamás habló de haber reproducido el susodicho poema. Tengo la impresión de que Pedro de Alba confunde “Del pueblo natal”, adjunto al comentario de Tablada del 7 de junio de 1914, con “A la gracia primitiva de las aldeanas”, o surgió en una conversación incidental con Tablada o lo creó sólo la imaginación de Alba.
Pese a que Tablada avaló, como otros distinguidos artistas e intelectuales, a la canalla huertista y López Velarde nunca dejó de ser un maderista fiel, pese a la diferencia marcada de diecisiete años de edad, pese a las distancias geográficas que se dieron en periodos entre 1914 y 1921, primero por el exilio y luego por la actividad diplomática de Tablada, entre ambos se fortaleció día con día una hermandad basada en la admiración recíproca y hecha con lo mejor del corazón. A su manera cada uno fue guía y modelo del otro. José Luis Martínez refiere que se dio entre ambos un “intercambio de estímulos e influencias”, y aprecia perspicuamente que López Velarde “comprendió, uno de los primeros, la importancia de las innovaciones de Tablada, a pesar de que guardara reservas frente a algunas de sus experiencias”.
Dos años después de la visita a la casa de Churubusco aparece el primer libro de poesía de López Velarde (La sangre devota); el poema “Me despierta una alondra…” está dedicado a Tablada.
Quizá al regresar de su exilio en 1918, “llamado por el ‘primer jefe’ Venustiano Carranza”, es cuando Tablada suele frecuentar el bar Phalerno, propiedad de su amigo, “el apuesto y simpático” León Teruel. En sus remembranzas Tablada evoca el bullicioso ambiente, pero se entristece un momento al evocar a López Velarde y su grupo de amigos, asiduos al antro, ese grupo que solía llamar “los felibres”, al asociarlos con el grupo de poetas que escribían en la lengua provenzal a fines del siglo XIX en el mediodía francés, entre ellos, Frédéric Mistral y Clovis Huges (Las sombras largas, XLVIII, pp. 252-253):
¡Ilustre clientela! Como que entre ella se contaba el entonces misterioso y hoy magnífico en su apoteosis póstuma, el poeta Ramón López Velarde, que allí solía acudir lleno quizás de recónditas atriciones a beber moscateles y málagas… Y con él iban el maestro de la perfección lírica, el veronés de las opulencias verbales y el ennoblecedor del nacionalismo poético, Rafael López; en el mismo grupo figuraba el hermano lírico de López Velarde, el exquisito Enrique Fernández Ledesma, quien tan bellamente ha consagrado el mérito y la memoria del numen fraternal, el mismo grupo adonde a veces llegaba, siempre trágico, siempre con aire de náufrago, batido por las tempestades de su vida sin fortuna, otro querido amigo, el bueno y generoso Jesús Villalpando, cuya tumba sin flores, cuya memoria sin ofrenda ni ex votos, debe ser para nosotros un remordimiento y un reproche…
El sevillano González de Mendoza cuenta que Tablada, cuando estuvo como diplomático en Venezuela, solía enviarle en 1919 diarios y revistas con poesías y artículos suyos para repartirlos entre amigos cercanos. “Uno de ellos era López Velarde y tres o cuatro veces le llevé algunos de esos periódicos a su bufete, entonces en la avenida Madero 1”. Recuerda González de Mendoza que el bufete estaba en una casa; ahora se yergue allí, con su alucinante verticalidad, la Torre Latinoamericana.
Ya dijimos que en 1919 Tablada publicó el segundo comentario sobre López Velarde en Bogotá. Desde las primeras líneas Tablada encumbra la poesía del joven hermano: “Poeta encantador cuyo arte, que es sabio y profundo, comenzó a manifestarse hace pocos años, con caracteres de aparente simplicidad en fondo y forma, pues cantaba la gracia de las muchachas de pueblo y la poesía de las ciudades provincianas en versos sencillos y desmañados”. A diferencia de la mala fe de Reyes, quien llegó a ver a López Velarde como si fuera el burro que tocó la flauta al compararlo con un pintor ingenuo como el aduanero Rousseau, Tablada, desde ese 1919, advertía que en el arte de López Velarde existía una “ingenuidad ilusoria” (el subrayado es mío), pero que al igual que en pintores como Matisse y Vlaminck, existían detrás “hondos estudios de síntesis, de dinamismo, de cromatización…” Líneas más adelante, en el mismo comentario, parangona la poesía de López Velarde con las pastorales de Watteau o con “minúsculos jardines japoneses” que dejan entrever a un hombre torturado. Más: el 4 de noviembre de ese año, en el artículo elegiaco sobre Nervo, editado en Caracas, habla de López Velarde, “cuyo arte es una suprema cábala que hace arder y perfumar sobre el papel las simples rosas que madrigaliza”.
Sin embargo en esas semanas de noviembre de 1919 pudo haberse enfriado o inficionado la relación. En un arranque de franqueza, en una carta a Tablada, López Velarde marca sus distancias frente a la poesía ideográfica, principiando por la de Apollinaire, pero de alguna manera incluyendo también la que hizo el propio Tablada en su libro Los ojos de la máscara. Para él los poemas ideográficos de Apollinaire son sólo “algo convencional”, una mera “humorada capaz, es claro, de rendir excelentes frutos si la ejercita un hombre de la jerarquía estética de usted”.
Herido, o al menos enojado o molesto, Tablada no busca pleito pero sí poner los puntos sobre las íes. En una carta de respuesta a López Velarde, publicada el 13 de noviembre de 1919 en El Universal Ilustrado de la Ciudad de México, elabora una exposición inteligente para vindicar la poesía nueva, o con palabras de José Luis Martínez, “hace una defensa, no tanto de la innovación, sino más bien del espíritu de búsqueda o de ruptura en la poesía”.
Tablada ejemplifica su defensa con antecedentes griegos y chinos, pero no deja de incluir casos modernos. Señala que al principio estuvo cerca de Apollinaire pero ahora se dedica a hacer cosas del todo distintas. ¿Es convencional la ideografía? Exactamente lo contrario: lo convencional sería “seguir expresándose en odas pindáricas, y en sonetos, como Petrarca”. Para Tablada la preocupación es la síntesis: “La ideografía tiene, a mi modo de ver, la fuerza de una expresión ‘simultáneamente lírica y gráfica’, a reserva de conservar el secular carácter ideofónico”. Tablada se siente ahogado vistiéndose con el chamarilero en la ropavejería de la tradición. Es hora de salir de la casa oscura y tomar el sol y echar a andar bajo aires nuevos con pies de viento. El problema de López Velarde es simple y único: no ha profundizado lo suficiente en la nueva poesía.
Tablada deja los cargos diplomáticos y regresa a México el 26 de febrero de 1920. González de Mendoza lo visita en su cuarto del hotel Regis:
Allí encontré a Ramón, y los tres charlamos largo rato. José Juan le preguntó qué había escrito últimamente y él mencionó “El sueño de los guantes negros” […] Elogié el poema con entusiasmo, pues pocos días antes se lo había oído recitar; en Revista de Revistas (23-VI-1946) conté ya el episodio. A ruego de Tablada, Ramón recitó asimismo otro del que desde entonces grabóseme en la memoria este verso: “El niño iría de luto, pero la niña no”. Se titula “Mi villa” y está recogido en El son del corazón.
En ese momento la hermandad entre los poetas es sólida como una roca. En marzo de 1920, en Revista de Revistas, López Velarde escribe un artículo titulado con el nombre del poeta: “José Juan Tablada”. En él se queja del trato, o más bien del maltrato, dado a Tablada, autor de libros y piezas perfectos o notables. Cita como ejemplos los libros Li-Po y Un día… y poemas como “Ónix” y “Mujeres que pasáis por la Quinta Avenida…” Exhala y defiende la capacidad del poeta para la indagación y la renovación, es decir, elogia lo que Tablada se elogiaba a sí mismo en su carta de respuesta de noviembre de 1919.
Un mes antes de la muerte del jerezano, en un artículo publicado el 22 de mayo de 1921 en el Excélsior, donde busca vindicar el mexicanismo auténtico sin contaminaciones folklóricas (“México sin pulque”), Tablada cita como casos ejemplares de ese mexicanismo a Jesús Núñez y Domínguez, a “la Terciopelo”, a Ramón López Velarde y a Ángel de Campo “Micrós”. De López Velarde realza un aspecto: la inmortalización en su lírica de las “beldades pueblerinas”.
López Velarde muere de neumonía y de pleuresía en su modesto departamento de la colonia Roma el 19 de junio de 1921, a la una y veinte de la madrugada, cuatro días después de cumplir treinta y tres años. Al recibir la noticia en Nueva York, profundamente desolado, Tablada escribe su célebre “Retablo a la memoria de Ramón López Velarde”, que fecha en el mes de agosto, es decir, dos meses después del deceso, pero que de seguro empezó a escribir poco antes. El “Retablo” serviría de entrada o prólogo a El minutero, el admirable libro misceláneo que preparó Enrique Fernández Ledesma y publicó en 1923. Aún más: los versos finales de la “Jaculatoria” se grabarían en la lápida de la tumba de López Velarde del Panteón Francés.
El 31 de agosto Rafael López responde la carta del 2 de agosto de Tablada y acusa recibo, a través de Genaro Estrada, del “Retablo”, y al comentar la edición equipara la impresión de los papeles con las de “aguinaldos de los serenos”. A su vez el abate González de Mendoza, al referirse a la edición y a lo dicho por Rafael López, explica: “El ex voto está impreso en papeles de colores. José Juan preparó cada pliego tiñéndolo de anilina. De ahí la alusión a ‘los aguinaldos de los serenos’”.
¿Pero qué quiso imitar exactamente como edición el propio Tablada? Más bien era otra cosa. En una crónica neoyorquina publicada en el diario mexicano El Universal el 18 de septiembre de 1932, Tablada detalla la visita a su casa del Bronx que efectúa el poeta y crítico español Enrique Díez-Canedo, visita que también cuenta, palabras más, palabras menos, en su Diario. Intercambian libros: Tablada le da varios suyos agotados, entre otros, su “In memoriam a López Velarde” (sic), o sea, el “Retablo a la memoria de López Velarde”, el cual imita ―dice― “las ediciones de nuestros ‘corridos’ populares”.
En el “Retablo”, lo ha repetido la crítica, conviven el estilo lopezvelardeano y el estilo tabladeano, sin que demeriten ni la autenticidad ni la emoción entrañable de los versos. En el primero de los estilos, Tablada habla de tú con el amigo recién fallecido y encomia con fervor la vida provinciana y las pequeñas cosas llenas de vida; en el segundo, más seco y directo, Tablada habla en tercera persona, y en él encontramos versos conmovedores, como cuando asocia deliberadamente al joven hermano con Jesús:
Leyenda del Retablo: “No se ha visto poeta de tan firme cristiandad. Murió a los treinta y tres años de Cristo y en poético olor de santidad”.
O éstos, que se oyen como una plegaria, y donde se fusionan, de una manera sencilla y concentrada, ética, estética y religión:
“La Belleza le dio un ala; la otra el Bien, viva así por los siglos de los siglos! Amén”.
O éstos, de la famosa «Jaculatoria», que parecen escritos más con lágrimas que con tinta:
Un gran cirio en la sombra llora y arde por él… y entre murmullos feligreses de suspiros, de llantos y de preces, dice una voz al ánimo cobarde: Qué triste será la tarde cuando a México regreses sin ver a López Velarde…!
Para acercarnos más a lo que Tablada y Rafael López sintieron como una tragedia íntima, volvamos al carteo de agosto de 1921. Quizá valga reproducir los párrafos donde hablan sobre López Velarde, y que, tengo entendido, el primero que los sacó a la luz pública fue González de Mendoza, merced a los buenos oficios de Nina Cabrera, la viuda de Tablada, quien le envió las misivas en copia. Tablada escribe el 2 de agosto desde Nueva York, en papel con membrete de su librería Latinos, en 118 East 28th Street:
Desde que leí hace días tus versos a Guadalajara iba a escribirte felicitándote y diciéndote mi admiración por ese poema definitivo, perfecto… Pero vino luego la muerte de nuestro querido Ramón, que me dejó atónito y me llenó de estupor. Por más que las hecatombes que han asolado a nuestra Patria y al mundo nos hayan familiarizado con la muerte, en este caso la desgracia sobrepasó toda previsión. Yo siempre imaginé a Ramón fuerte, longevo, patriarcal, lleno de sabiduría y de progenie en una casona de su provincia amada. Y su desaparición me ha consternado. Cuando vuelva a México y no lo vea, voy a sentir como si en el lugar de la Alameda encontrara un gran socavón. Me imaginé el golpe que tú habrás recibido. No he podido ver los versos que le hiciste. De lo que se dijo en su funeral lo que más me conmovió fue la oración de Fernández Ledesma, a quien te ruego des mi pésame… Su “suave Patria” no sólo me conmovió como obra maestra, sino como una reliquia que llevara el sudor de su agonía. ¡Qué manera de ahogar la retórica en el corazón de la epopeya! ¡Qué clarividencia doble, de moribundo y de gran poeta! Tiene el ritmo de sus últimos pasos sobre la tierra… Ese poema y tu “Guadalajara” son pedazos del alma Patria; son aerolitos arrancados de las minas siderales donde resplandece la nebulosa del espíritu de la raza. Él y tú sois de la estirpe de Ilhuicamina. Y eso es hacer Patria inmortal y eterna.
Rafael López contesta el 31 de agosto. Ya ha recibido el “Retablo”: primero, quizás, adjunto en la misma carta del 2 de agosto, y luego en la edición colorida hecha por el propio Tablada:
Antier recibí tus versos a Ramón y ayer me envió Genaro Estrada el ejemplar de lujo que me anunciabas en tu última carta. No tengo idea de haber conocido cosa tuya de tan altos quilates de belleza como ese poema; el temblor humano se enrosca en ellos como nervio vibrante y sangriento; la emoción cristiana, verdaderamente extraordinaria en la altanería de tu numen, lo llena de resplandores inefables. Mis amigos y yo hemos vuelto a ver a Ramón con las ingenuidades y virtudes que lo hacían incomparable; se conoce que al escribir esos versos no sólo mojaste la pluma en la tinta que te es privativa, sino también en la trémula, palpitante y diáfana tinta del cariño; casi en cada estrofa tienes un hallazgo y de cada renglón cae una perla. Los dioses te guardan por la forma en que sabes despedir de esta tierra lúgubre a los que queremos.
Esa idea de hacer la impresión en papeles que nos recuerdan los aguinaldos de los serenos, también nos conmovió hasta las lágrimas. Las lágrimas son los mejores diamantes que has cuajado en tu poema, y tienen más brillos que los astros que haces arrojar al padre Ilhuicamina en el duelo. Hacerme llorar a mí, que llevo en los ojos la obsidiana ancestral ennegrecida todavía con tantas cosas ateas, es prodigioso.
Hoy es justamente el día de San Ramón, y escribiéndote, me parece que al lado tuyo dejo un ramo de flores en el sepulcro de nuestro amigo muerto. Que su memoria nos sea favorable para comulgar, puro el corazón, en puras cosas de belleza.
En un buen número de sus crónicas y artículos desde Nueva York, aparecidos en los diarios mexicanos Excélsior y El Universal, Tablada no se fatigó de exaltar lo íntimamente vernáculo sin manchas exóticas ni pegas locales, de hacer conocer nuestras grandes figuras en el arte y la ciencia en Estados Unidos y de describir la vida de tristezas y penas del mexicano en aquel país. Desde su primera lectura en junio o julio de 1921, nada en poesía le pareció más entrañablemente nuestro que “La suave Patria”. No sólo ensalzó el poema (como otros poemas) en artículos y crónicas y conversaciones. El cosmopolita Tablada encontró la quintaesencia de México en los versos de un poeta que nunca salió del país.
Vayamos a los ejemplos.
En una crónica neoyorquina del 8 de septiembre de 1921, Tablada, luego de reproducir una serie de perspicaces observaciones del escritor estadounidense Waldo Frank sobre el mexicano, termina por citar los versos de López Velarde, donde contrapone el mundo del pretérito mexicano al mundo del progreso industrial estadounidense:
Patria, te doy de tu dicha la clave: sé siempre igual, fiel a tu espejo diario
El 10 de septiembre de 1922, en una carta a Rafael López, cuenta que, estimulado por éste, ha vuelto a leer “La última odalisca”, y exclama: “¡Qué poeta, qué pasmosa simultaneidad de cerebro y corazón, cómo supo hacer que convergieran el pasado y el futuro en los latidos de su corazón! Ése fue un arcángel, un serafín de Dios, que cayó un instante en la tierra y rebotó sobre nuestro barco con ímpetu tal que se nos fue”.
Tres años después, en la crónica del 1º de noviembre de 1925 cuenta la visita que hace a su casa del Bronx su amigo ―su alter ego― Tomi Reegal, quien se queja de la americanización de México: el beisbol y el box desplazan al jaripeo y a la charreada, el charleston humilla al jarabe tapatío, el sombrero tejano se vende más en México que en EU, la mujer mexicana se masculiniza copiando maneras y modas de las pálidas vecinas, las casas de adobe son sustituidas por estructuras metálicas… Atormentado por el México standarizado que dibuja su alter ego, Tablada tiene esa noche un sueño, o como él lo llama, “una pesadilla en inglés”: se ve hurgando en los estantes de librerías de la Ciudad de México y de pronto encuentra un libro llamado The Mellow Country. Al (h)ojearlo lee:
Your soul and your style would like to die, As your coupletists are dying now. [Quieren morir tu ánima y tu estilo, Cual muriéndose van las cantadoras.]
Furioso, Tablada reclama al librero, y exige el libro en español. El librero se disculpa: “Sorry. En español… ¡no hay quien lo pida!”
En su absurdo, en su exageración, el sueño tabladeano no sólo es una metáfora terrible de la estadounidización o ayankamiento que ya sufría México en el decenio de los veinte; en un símbolo doloroso estos versos de “La suave Patria” representan el México de la tradición colorida y proverbialmente habitable que se pierde lenta, irremisiblemente.
Tres meses y medio más tarde, el 14 de febrero de 1926, sin mencionarlo, en su Diario hace una recordación afligida de aquel “desterrado del Cielo en la Tierra”, dividido entre Cristo y la provincia y que musicalmente dibujaba a las niñas de barrio y vestía enlutadamente: “Oh buen poeta, tu alma era entonces la pizarra de un niño fosforescente por la noche con incógnitas de vertiginosas ecuaciones futuristas, escritas con estrellas del Nacimiento y pólvoras de la cohetería del Diablo”. Dos meses y medio después, el 2 de mayo, en una crónica neoyorquina, al hablar de los indios osages de Oklahoma, Tablada contrasta el drama que significa vivir la felicidad primitiva en la naturaleza, para luego, con el descubrimiento del petróleo en sus tierras, vivir la vida atroz en el capitalismo con la llegada de sus dos funestos mensajeros: el comercio y el vicio. Tablada señala que un poeta mexicano, “un verdadero poeta, un vidente ignorado por la crítica”, ya lo había intuido al escribir en “La suave Patria”:
El Niño Dios te escrituró un establo y los veneros del petróleo el diablo.
Es decir, de haber sido México “un país ganadero o agrícola habría sido una Arcadia”, pero el petróleo, con el engañoso progreso que crea en el imaginario moderno, lo condena a los círculos infernales.
Un año después, el 21 de abril de 1927, narra en una crónica una noche mexicana en Nueva York en la que se bailó el jarabe y la zandunga, se cantaron canciones de Esparza Oteo, Ponce y Esperón, se expusieron pinturas murales de Miguel Covarrubias y de Rufino Tamayo y se modelaron vestidos de charro y chinas poblanas… Como poeta, dice, tuvo la satisfacción de exponer en público los ideales éticos y estéticos de “La suave Patria”. Si bien con esto Tablada deja entender que para él “La suave Patria” sigue representando el poema mexicano por excelencia, para nuestro vacío intelectual no pormenoriza cuáles eran esos ideales.
Uno de los grandes orgullos, como crítico, de Tablada ―anotamos páginas atrás― fueron los descubrimientos o primeros comentarios que hizo de figuras de la ciencia y el arte. En las crónicas de agosto de 1930 y de mayo de 1931 glorifica su don profético que le ayudó a revelar la genialidad como médico de Aureliano Urrutia, el poderío pictórico de Rufino Tamayo, la capacidad mágica para la deformación caricaturesca de Miguel Covarrubias, la penetración y agudeza sociológicas de Salvador Mendoza, la inventiva armónica del músico Augusto Novaro, así como haber sido el primero en publicar un artículo en inglés sobre la obra de Diego Rivera y también el primer artículo en 1914 sobre Ramón López Velarde, “cuando era totalmente desconocido”.
Quizá valga terminar este comentario con unas líneas sobre López Velarde que Tablada escribió en su crónica del 11 de septiembre de 1932.
Tablada ha plantado en su casa una pequeña milpa donde siembra maíz y frijoles. Aquejado de un riñón, recuerda que en sus días López Velarde se asombró de verlo “rehusar un aromoso curry bengalí y apencar con una ración de legumbres, sin especias ni condimentos”. Y exclama, llevando a los cielos al poeta y haciendo un encomio histórico de los alimentos mexicanos: “Tú, amado poeta, que hoy gustas maná y ambrosía en los festines devacánicos del Veronés glorificado, sábelo, en estos menús rurales asoman milenarios y matizados como en la ‹Matrícula de Tributos› los mantenimientos ancestrales”.
En esas dos palabras, amado poeta, está para nosotros implícito todo: la añoranza y la afección por el hermano ido y el deslumbramiento por el artista impar que supo dar en poesía sabor a lo mexicano como nadie lo hizo antes, y como nadie, añadimos nosotros, lo ha hecho después.
* Discurso pronunciado con motivo de la recepción de la Presea al Mérito Poético José Juan Tablada en el marco de la FILCO 2025.
1 ¿Cuál era la malévola crítica? ¿Por qué la envidia? Guillermo Sheridan dice en un pie de página de la Correspondencia con Eduardo J. Correa y otros escritos juveniles: “Como se vio en la carta número quince, López Velarde estaba furioso por un ataque que Tablada dirigió a Nervo y que me ha sido imposible documentar. En este momento, el jerezano ve a Tablada como un decadente capitalino y de ahí su burla. ‘Hostias negras’ fue una serie de poemas publicados en la Revista Moderna (I, 1º de julio de 1898)”. Al parecer no existe un ataque documentado hasta entonces; sólo una década después, en enero de 1919, cuando Tablada llega a Colombia, a una pregunta de Eduardo Castillo, periodista de El Espectador, responde: “La filosofía de Nervo ―como poeta― es una filosofía de cocineras”. Nervo laboraba entonces en la misión diplomática mexicana de Argentina y Uruguay. Las opiniones de Tablada causaron malestar en la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Cuando Nervo muere en mayo de ese año, en un artículo del 2 de junio, impreso en el Diario Nacional de Bogotá, Tablada celebra al hombre sosegado de bondad alegre, de mirada extática y vida interior profunda y al gran poeta que admiraron Darío y Unamuno y analizó Alfonso Reyes. En noviembre de ese 1919, en otro artículo publicado en El Universal de Caracas, vuelve a enaltecerlo, pero aclarando que prefiere de su obra la primera época: el Nervo enamorado y aun faunesco.
2 Así lo reconocería, por ejemplo, José de Jesús Núñez y Domínguez (Poetas jóvenes de México y otros estudios literarios, 1918). Atinadamente Octavio Paz observó al promediar los años sesenta en “Los caminos de la pasión” (Cuadrivio): “No creo que nadie, en su tiempo, se haya dado cuenta enteramente del sentido de su tentativa, excepto José Juan Tablada”.
3Ensayos, UNAM, 1958.
Aquí puede leerse la primera entrada de este dossier.
Sebastián Martínez Vanegas
Pereira, 1996. Profesional en Estudios Literarios por la Pontificia Universidad Javeriana. En 2021 recibió el Premio de Poesía Joven RNE-Fundación Montemadrid por Coordenadas de un plano irrealizable. Entre 2023 y 2024 fue becario de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores. Su libro Tener un cuerpo es mala poesía ganó el Premio Internacional de Poesía Emilio Prados 2024.
Ley primera
La casa cruje como Dios.
Nadie oye su derrumbe
por lo mismo
Ley segunda
Si hay materia, hay fisura.
Cuántos quiebres
cuántos minúsculos fiordos por donde reptar
por donde agitar las alas torpemente
¿hay plantas
me pregunto
que crecen hacia dentro?
La casa es ante todo una entrada que desfasa:
siempre hay algo que queda fuera.
Ley tercera
Toda grieta es un umbral.
Ley quinta
Las casas también organizan a los hombres.
Basta con entrar en ellas
caber en donde ellas nos dejen caber
acomodar la mudanza que somos según sus jerarquías.
Basta un desliz sobre la baldosa
quizá un índice que obstruya el encaje de la puerta en su jamba
el paso en un peldaño flojo
para recordar
que el cuerpo es otra cosa.
Precisamente: una cosa.
Que se quita y se pone
tan fácil.
Ley sexta
Si hay un traqueo mínimo en la noche
como cuando la madera cruje de pronto
tienes que saber que ha sido una cucaracha que escalaba por la pared
y se cayó de espaldas.
Incluso esas minúsculas caídas fracturan el suelo de la casa.
Para vivir tranquilo hay que ignorar el propio peso.
Pisar y olvidar. Pisar y olvidar.
Es muy sencillo.
También hay otro requisito: no mirar
bajo ninguna circunstancia
hacia abajo.
Date cuenta
quédate quieto, mi amor, date cuenta
de que la lagartija sale de pronto
desde atrás de las cortinas
y corre
frenética hasta tus labios
se queda allí
detenida ante la grieta
como si todos miráramos
tu boca
nuestros ojos siempre están encima de la lagartija
por eso tiene una anatomía
tan aplastada
desde el comedor de Pereira
mi madre está tan asustada ante la lagartija
como ella de la humana
y es que es verdad que tus labios le dan miedo
mi padre, por el contrario, no le presta atención
quiere que se infeste la casa de lagartijas
para que se coman a todas las cucarachas
pero no sabe
que las lagartijas también son una plaga
que esta lagartija suena
que su cuerpo lánguido
retumba en todo el barrio
su cuerpo contra mi cuerpo asusta
date cuenta
de que nuestro beso
es una alimaña en nuestra casa
es una rapidez que se esconde
pero cuando se muestra
diminuta e insignificante
hace de la pared
el muro de la masacre
y las escobas caerán en tu boca,
mi amor,
caerán los gritos
caerá la sangre
en el muro del sacrificio
pero no importará
porque entonces me habrás tragado
*
Kirvin Larios
Barranquilla, 1993. Escritor y periodista cultural. Autor de Por eso yo me quedo en mi casa (2018). Editó la página cultural del diario El Heraldo. Periodista de la sección LGBTQ+ de Infobae desde 2022.
Mordedura
Voy a meterme en la boca un trozo de pan
no importa que esté rancio o esté duro
o que las moscas y otros dientes
se hayan cebado largo tiempo con él
Tan solo me llenaré la boca
de una sustancia concreta
un pan blanco que al comerlo me haga pensar
en la orfandad de la mordedura
No exigiré que me sacie o alimente
a su manera cada mordisco sabrá decirme
que también la orfandad es una masa inflable
un trozo de mendrugo que atorado en la garganta
incluso con una bebida caliente
y varios puñetazos en el esternón
cuesta tragar
Tumbatecho
La brisa que pasa por la cuadra
se está llevando los tejados de las casas
ahí va un vecino volando
sonríe en lo alto
no sabe que al caer le espera
un poste de luz con su enredo de cables eléctricos
amortiguarán su descenso
pero lo dejarán tostado y tieso
en pleno día
Encuentro
Si el arroyo que pasa por mi casa
me llevara a la tuya
cuántos chapuzones no me hubiera dado ya
tan solo para presentarme ante tu puerta
sucio harapiento y húmedo
pidiendo refugio en tu habitación
Allí, al calor de tu axila
veríamos caer la lluvia por la ventana
como una película mil veces repetida
—Las muertes ajenas serían un cálido
tema de conversación—
Pero el arroyo que pasa por mi casa
arrastra cuerpos bañados en sangre
hacia un lugar lejano habitado por otros cuerpos
Muchos cuerpos apilados
formando una montaña
semejante a una fuente que en vez de agua
escupe alaridos y huesos
Allí el arroyo es más poderoso
porque las lágrimas de los ahogados aumentan su caudal
Allí desembocan todos los arroyos
incluso los de tu infancia y la mía
A veces imagino que esa desembocadura
es nuestro primer y último punto de encuentro…
*
Juan Afanador
Bogotá, 1992. Antropólogo, poeta y editor. Fundador y director editorial de la revista virtual de poesía Otro páramo. Compiló Sobre las macetas. Antología de poetas nacidos después de los ochenta en Colombia (2018) y Emilia Ayarza. Antología (2020). Autor de Algo blando en cada trámite (2023). Desde 2022 publica junto a otrxs la instalación poética y artística Contaminación cruzada en el espacio público de Bogotá.
El recuerdo
El nombre de este edificio
era CUERDO.
Extraño gesto
es señalar lo evidente
porque al decir
que esos ladrillos son sensatos
racionales
se abre otra oscura posibilidad
que no lo fueran.
Habrá sido por vergüenza
por estar a una altura
más eminente
que los propietarios
minuciosos
cambiaron el nombre:
Edificio EL RECUERDO.
Creyeron
que así se alejaban de la anormalidad
y entraban al mundo sosegado
de los nombres correctos.
Pero debajo
de lo solemne
cruje la desproporción:
Prefijo procedente del latín
Unido a adjetivos
refuerza el significado
re-
Las palabras
tienen raíces que palpitan
no se pueden arreglar
tienen su propia abundancia
por venir de muchas bocas.
Son impredecibles
salvajes
no les basta con una sombra
les brotan patas y cabezas
cambian
enloquecidas.
Ningún deseo humano
las va a domesticar.
Todo persiste
No se puede destruir a los fantasmas
solamente diluirlos
hasta que sean tenues ramas transparentes
que se posan en cualquier parte
que se agregan a cualquier grieta
y se mecen con el viento de la noche.
La montaña
Para Jorge
Fuimos con un amigo
a caminar por la montaña
habíamos dormido
tres horas solamente
y la terquedad del sueño nos rayaba las cabezas.
Paramos en un claro
agotados
el viento había partido nuestros labios
y nos dolía hablar.
Entonces nos sentamos en silencio
simplemente
sobre la punta de unas piedras
en lo alto
y nos fijamos en las figuras
que armaban las hojas a lo lejos.
La naturaleza temblaba levemente
y nosotros temblábamos con ella
en un arrullo antiguo y verde.
Hacía calor y él cerró los ojos
no sé qué pensó.
Yo pensé (unas aves negras
nos empezaban a orbitar)
que este momento era importante
y tenía un lustre propio
aunque la vida fuera larga e imperfecta.
*
Manuela Gómez
Medellín, 1985. Estudió Periodismo y cursó la maestría de Creación Literaria en la Universidad Pompeu Fabra. Autora de La vida como era (2017) y La hora de los satélites (2020). En 2017 obtuvo la Beca para la Creación en la categoría de poesía, de la Alcaldía de Medellín, y en 2019, el premio del Ministerio para la publicación de una obra inédita.
Las agujas y los hilos
Admiro a las mujeres
que saben en qué lugar de la casa
se guardan las agujas y los hilos,
saben coser lo que se desgasta
limpian los envases
de mantequilla y mermelada
para ponerlos en la caneca
del reciclaje,
saben cuántas
fundas de almohadas,
cuántas sábanas tienen.
No soy como ellas
pero conservo
en una cajita bien cerrada
los regalos que me hace
mi hijo,
un pedazo de un globo
bolitas diminutas
que antes fueron un collar
recortes
de papel dorado
la punta
de un meteorito
de ladrillo,
un corazón de plástico
que brilla al sol.
Los encuentra
en el parque de su colegio
a la hora del descanso,
los mete en el bolsillo
de su sudadera azul,
me los entrega
todavía con las manos
llenas de tierra,
y yo los guardo
en esta cajita
de metal
que puse
sobre mis libros
y que me gusta
abrir a veces
cuando estoy sola.
Antes
Antes
mi hijo decía luenga
en vez de lengua.
Yo no lo corregí
ni una sola vez.
Amaba el sonido
de esa palabra extraña
como recién nacida.
Cuando alguien le enseñó
“Se dice jirafa, no firasa”
de verdad lo lamenté.
Igual con la mariposa
que antes era papiosa.
Sabía que esas palabras
no se quedarían
mucho tiempo
ahí,
en su voz.
¿Para qué apurarse entonces?
Las palabras habituales
están ahora en su sitio.
Excepto,
cuando quiere hablarme
de jaguares y dice
“mamá están en vida de extinción”.
Ya sabemos
no hay que decirle nada,
quizá queden algunos días así
en que la vida se extinga
sin intermediarios.
*
Samuel Baena
Bogotá, 1990. Profesor universitario y abogado colombiano.
Sueño
Sueño con mi padre.
Cabalgamos juntos
sobre poderosos caballos
en las praderas de ultratumba.
Despierto a la lluvia,
al café, al cigarrillo,
y a los seres humanos.
¿Por qué temen a la muerte?
La vida es don sobrestimado.
Otro sueño
Sueño con mi padre.
Ya soy adulto.
Él me da besos
con su nariz
en mi nariz
y con sus manos acaricia mis orejas.
Esto lo hacía cuando yo era un niño
(lo confirmó mi madre).
No lo sabía,
no poseía este recuerdo
hasta que el tiempo,
no sin piedad de empático enemigo
y con algo de ironía y de cinismo,
me lo devolvió en el sueño.
El muerto
Los otros no lo entienden:
cada uno carga con sus muertos
hasta su propia muerte.
Pasadas unas semanas
dejarán de darte el pésame,
y eso es bueno
(nadie quiere lástima).
Lo malo es que lo olvidan,
creen que superaste a tu muerto,
que lo dejaste atrás y eres,
otra vez, como ellos.
Los otros no lo entienden:
eres cripta, lápida y mausoleo,
tu palabra es epitafio
Lluvias
¿Cuántas generaciones habrán presenciado
esta misma lluvia?
¿Cuántas se habrán preguntado
lo mismo?
Piedra
Quisiera ser piedra.
Piedra rodante.
Piedra más vieja que todos los hombres.
Piedra más sabia que todos los seres,
porque guarda respetuoso silencio
y solemne quietud
ante el venerable prodigio cósmico.
Reencarnación
La eternidad repite sus signos.
He visto repetirse los mismos ojos en los gatos.
¿Cuántos gatos habrán visto repetirse en otros hombres los míos?
Everest
Those Himalayas of the mind
Are not so easily possessed:
There’s more than precipice and storm
Between you and your Everest.
Cecil Day Lewis
Me pregunto si Everest
quiere decir descanso eterno,
si algún explorador inglés
lo nombró con soberbia idéntica
a la de Adán cuando nombró las cosas del jardín,
creyendo nombrar por primera vez
algo que en realidad ya tenía un nombre
mucho más antiguo y poderoso.
Me pregunto si lo nombró Everest
para aludir a la muerte como final
de la expedición de la vida.
Pienso en los monjes del Himalaya,
retirados en las cuevas
junto a manantiales cristalinos,
sentados hace milenios en posición de loto.
De no ser por su meditación,
que les prepara para la muerte,
este mundo ya habría desaparecido.
*
Mónica Quintero Restrepo
Manizales, 1996. Periodista, magíster en Hermenéutica Literaria por la Universidad EAFIT y en Escritura Creativa en Español por la Universidad de Iowa. Trabaja en el periódico El Colombiano como macroeditora de Tendencias y editora de la revista Generación. Es profesora de Expresión Escrita de EAFIT. Autora de Tal vez a las cinco (2022).
Te mataron un día
cuando yo no sabía aún que la gente se moría.
No entendí la muerte ese sábado aunque lloré toda la noche
como si hubiera sabido de tu confesión temprana:
desde las cinco eras un muerto
tal vez antes o un poco después.
Nadie se acuerda de la hora exacta
y menos yo
que entonces no sabía de horas.
Comenzaste tu vida de muerto esa tarde
y yo mi vida de huérfana ese día.
Lloramos una vez en un sueño
la única vez.
Hablamos toda la noche
y regresaste a ese lugar donde vives ahora
que no es mi casa.
Te he liberado varias veces
por un consejo repetido de los amigos:
vete, sé un muerto tranquilo
Adiós.
Y siempre has sido ese espacio vacío
en un lugar de mí que o sé dónde ubicar.
Nos mataron un sábado en la tarde
tal vez a la cinco, papá.
Ya estás viejo.
que tras la muerte
los años dejarían de contar.
Creíste mal.
Envejeces igual que yo
que estoy de este lado
sola
sin vos.
Estás viejo
aunque no se te noten los años en esa foto azul
que me mira todos los días
mientras me arrugo.
A las fotografías
no se les notan los años,
pero a los muertos sí.
Felices treinta y tres.
Existes porque te pienso.
Pongo todos los días un poco de mí
para que vivas.
No importa
si no llegas en las noches
ni respondes en las tardes.
Entiendo que en la muerte
también se esté ocupado.
*
Andrés Caro Borrero
Bogotá, 1992. Estudió Derecho y Literatura en la Universidad de los Andes. Trabajó en el gobierno durante las negociaciones de paz entre el Estado y las FARC. Sus intereses académicos radican en la intersección de la ley, las humanidades y la historia de las ideas. Actualmente estudia un doctorado en Derecho en la Universidad de Yale.
Partes
ya no sé cómo ser
del mundo
sino por partes,
nunca entero
Archipiélago
Como un descubridor
cuando ve tierra
y no entiende la tierra
—luego el tiempo
da las certezas
o las disipa—,
así, yo me di cuenta
de que tú eras el camino
más corto
para volver a mí.
Samsa
mi tren sale a las 5
y me rasca la barriga
no sé no sé qué hacer
no sé qué hacer
con tantas patas
Plegaria
Hazme otro
Comparaciones
Como una voz que se va
y que viene y que se va.
Como algo con alas,
como un bicho.
Como un consuelo.
Como un puñal.
Como la piel.
Como un continente,
como el tiempo.
Como un río y, allá,
como la orilla de un río.
Como una voz.
Como una pregunta,
como el mar,
como una liebre.
Como una puerta.
Como una voz
que abre puertas.
Como algo que se mueve
en la oscuridad,
como una magia.
Como un animal.
Como bastarse.
Como no ser nunca suficiente.
Como una lista.
Como el consuelo de las listas.
Como el desorden.
Como, digamos, la noche.
Pareciera que limitar la edad de los poetas de una selección a menores de 40 significara que se trata de poetas que comienzan. Y, aunque sí, lo cierto es que, para el caso colombiano, es también el momento en que muchos poetas han escrito su mejor obra. Hasta el punto de que puede hacerse una historia de textos de poetas colombianos escritos antes de esa edad ―que bien puede pasar que, de hecho, se confunden con la historia misma de la poesía colombiana.
El hoy considerado el gran poeta del pasado, José Asunción Silva, ya estaba muerto a la hora de cumplir 40. Durante toda la primera mitad del siglo XX se tuvo a Guillermo Valencia como el más importante poeta colombiano, todo gracias a Ritos, un libro publicado en 1899, cuando tenía 26 años. Y Aurelio Arturo, a quien hoy se valora como uno de los grandes, publicó su único libro, Morada al sur, en 1945, cuando tenía 39 años. Lo esencial de la obra de Álvaro Mutis está en Los elementos del desastre, libro publicado en 1953, cuando el poeta andaba por sus 30 años. Amantes, el principal libro de Jorge Gaitán Durán, data de 1959, cuando el poeta tenía 35 años. Y Jaime Jaramillo Escobar también tenía 35 cuando apareció Los poemas de la ofensa, su libro central. Podría seguir con más ejemplos.
En diciembre de 1975, hace medio siglo, la Revista de la Universidad de México publicó una selección de “poesía joven de Colombia” realizada por el escritor panameño Enrique Jaramillo Levi. Eran 15 poetas menores de 40 y, leída hoy, resulta muy acertada; sólo tres o cuatro nombre son desconocidos ahora. Pero están poetas que, en la actualidad, cuentan con gran reconocimiento; por ejemplo, Giovanni Quessep, Juan Manuel Roca, Elkin Restrepo, Jotamario Arbeláez o Juan Gustavo Cobo Borda, entre otros. Me enteré de esta publicación gracias a uno de los poetas que invité a la muestra que hoy traigo, muestra que, por eso, se convierte en una celebración de los 50 años de intervalo que se tomó la UNAM para hacer selecciones de poetas jóvenes colombianos en dos momentos tan distantes entre sí.
Deliberadamente he evitado la palabra antología para referirme a la selección que hoy traigo. Y no lo es: no hubo el examen de un número significativo de textos y, luego, una escogencia de “lo mejor” que es lo que denota la palabra antología. Como ocurre en los países hispanohablantes, la mayor parte de los libros que se publican se deben a menores de 40 y haría falta una lectura más extensa para hacer una verdadera antología.
Pero lo que considero destacable, es más, lo que me motivó a emprender esta muestra, es el admiración que me produjo la calidad de una buena cantidad de los textos de autores jóvenes que caían en mis manos, en algunos casos porque sus autores me los hacía llegar: me asombró que leyera uno y me gustara, y luego otro y lo mismo, y esto, varias veces hasta darme cuenta de que había un grupo asombrosamente extenso de menores de 40, colombianos, que mostraban una calidad, un talento y un dominio técnico que, de ordinario, son escasos y que estaban resultando en abundancia.
Como si fuera poco, otros indicios me confirmaron que no se trataba meramente de una sensación subjetiva. Me refiero a los premios que han ganado algunos de ellos; tengo presentes el Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la Creación Joven, obtenido en 2015 por María Gómez Lara, el Premio Internacional de Poesía Arcipreste de Hita que ganó Carlo Acevedo en 2018 y que también ganó Amalia Moreno Restrepo en 2019; el Premio de Poesía Joven Radio Nacional de España y la Fundación Montemadrid, obtenido por Sebastián Martínez en 2021; el Premio Nacional de Poesía, obra inédita, que favoreció a Tania Ganitsky en 2018.
Merece destacarse la pluralidad de tonos, de voces, de asuntos, de músicas que tienen estos poetas. No se trata, como ocurría hasta las épocas del modernismo, de una sola retórica interpretada por los poetas de cada generación. No. Aquí se encuentra desde el más depurado lirismo hasta el más desparpajado coloquialismo, desde una muy sofisticada imaginería hasta las voces más directas. Y lo mismo con los temas: vuelven al tema mismo de las palabras, tratan el amor, la naturaleza, la injusticia social, la confesión íntima, el sueño, la muerte, el pasado, el olvido…
—Darío Jaramillo Agudelo
María Gómez Lara
Bogota, 1989. Doctoranda en Poesía Latinoamericana por la Universidad de Harvard y lectora visitante en la Universidad Complutense de Madrid. Estudió Literatura en la Universidad de los Andes en Bogotá. Es maestra en Escritura Creativa en Español por la Universidad de Nueva York y en Literaturas y Lenguas Romances por la Universidad de Harvard. Ha publicado los poemarios Después del horizonte (2012), Contratono (2015, Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la Creación Joven 2014) y El lugar de las palabras (2020).
El lugar de las palabras, II
por alguna razón
siempre pensé que las palabras
sólo sufrían de amenazas metafóricas
a diferencia del cuerpo o incluso el corazón
(porque ambos empezaban a romperse con el mundo)
y los oía quebrarse
sentía los huesos rotos
sentía la vida hecha polvo se anunciaba el dolor desde antes
cuando oía el golpe el estruendo el portazo la caída
por ejemplo
cuando llegaste tú
las palabras eran otra cosa
las palabras eran mías
y si se rompían yo podía repararlas
por ejemplo cuando no sabía
cómo nombrar la herida que dejaste
para empezar a cerrarla
escribí y escribí y escribí
tantos poemas
que no se parecían a tu nombre
que no eran suficientes
que no trazaban la forma de tu hueco
palabras y palabras y palabras que no bastaban para borrarte
pero ocupaban un espacio en la página
y al verlas dibujadas
comenzaba a sanar
al rodearte con ellas
empezaba a convertirte en cicatriz
Ese sonido
es el sonido de la piel cerrándose supongo
la cicatriz cosiéndose
los diecinueve puntos de metal
o tal vez algo más profundo
algo que craquea desde los huesos
las placas tectónicas de mi cráneo
juntándose otra vez
después del terremoto
reacomodándose
o tal vez algo más profundo aún
tal vez es mi cerebro lidiando con su hueco
haciendo su duelo
echando de menos el corazón que le quitaron
buscando a toda costa una materia
para cubrir la ausencia
creando
como puede
conexiones
de la nada
conexiones
nuevas
para el vacío
tapándolo con algo
tal vez
ese sonido
es mi cerebro
reinventándose
*
David Marín-Hincapié
Buga, 1990. Escritor y profesor de literatura. Estudiante de la maestría en Escrituras Creativas de la Universidad EAFIT. Autor de Abro la noche (2011), Remanencia (2014) y La luna cambia de jardín (2020). Se ha desempeñado como docente de la Red de Escritores Ciudad de Medellín y la Universidad de Antioquia. Actualmente es catedrático de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Remanencia
Lo irreal intacto en lo real devastado.
René Char
Entre los brazos se recogen y un rumor de hojas sin fin los arrastra. Ya están aquí las mareas de los signos húmedos y frescos. Nombran el peso de una boca y la duración en la que han sucedido los desgarros. Nombran las heridas por donde el deseo aventuró la desobediencia. Nombran las dos caras de un solo enigma y anuncian la perfección del silencio. Duermen los cuerpos. No se sabe aún si despertarán para el anhelo o el desdén.
*
Están cautivos en el éxtasis y se acarician en los resguardos de un invierno áspero. Reciben con fijeza la luz del blanco nocturno. Es bello enloquecer en el oro que la noche esplende. Aquí el silencio mana y se reconcilia con el abandono.
*
Fundirse en los rostros más bellos. No en los que surgen del rayo implacable de la máscara, sino en los más oscuros, en los rostros que se sustraen a la multiplicación errónea del simulacro. Fundirse en el ritmo de las noches, cuando los insectos proclaman su vertical suspenso, y abandonan su habitual forma de ir en estridencia, con alas de frágil interrogación. Y a la menor señal del deseo, en la mínima ceremonia de la carne enhiesta, abalanzarse en el cuerpo, escurrirse en su claridad, más alto cada vez y en desordenada obediencia. Y defender el ritual de los secretos en la corriente inmóvil de las posesiones, para que en un atajo subterráneo los cuerpos se proyecten sedientos, al dorado camino donde se acoplan los arroyos seminales, con la fuerza de las usurpaciones, con las mordeduras inscritas en el lomo, bajo el brillo desolado y la dura materia de las pesadillas.
*
Sin duración en las hojas, sin duración en las piedras, la luz avanza con adherencia torpe. Los lugares en los que esta luz reposa son los lugares de la desaparición. En las mañanas más claras, cuando todos los ríos descienden vírgenes, a esta luz apacible se le impone el error fatal de los condenados al desencuentro. Es la misma luz que tiene en contra no el deleite de las pieles sedientas, sino el muro descomunal de ese sueño todavía sin deglutir en la horas primarias. Es la luz que asiste en los placeres de la materia, justo antes de que en los cuerpos se hayan solidificado, al borde de las fauces y por entre los acoplamientos, cada uno de los torrentes que se mezclaron en el hervidero del yo. Es la luz que sopla de donde ha escapado la sustancia del deseo bajo el signo de la tortura, y su torpeza es la pérdida de la distracción.
*
Bordean el lago. Advierten que es el verano de los nacimientos. Una música de pájaros los conduce al interior de los frutos. Están presos en la locura de los hongos. Ni siquiera el aroma del rosal ocultará el detritus para el que están destinados. No saben que cosechan la traición.
*
¿Cómo pueden mirarse con indiferencia un par de animales sosegados? ¿Cómo pueden suponerse colmados dos cuerpos a los que se les impone la transparencia de unos labios expertos en vértigos y desapariciones? Han morado lo suficiente en el deseo como para olvidarse. Pueden escapar a la opacidad de una noche, y luego sobreponerse a la fugacidad. Pueden dejarlo todo, sumidos en el residuo de un cause blanco entre las manos. Que la humedad preserve esta serenidad de los cuerpos y que no se extinga la luz en la posterioridad de la eyaculación.
*
Han sido tragados otra vez por la oscuridad. Y son pacíficos ante las fieras nocturnas. Ya se reconocen en el nombre impuro de las traiciones. Los aromas en los que consultan la nostalgia es materia aborrecible. Se dejarán seducir por las palpitaciones del bosque como lobos que cohabitan la irritación. Indiferentes al oxido y al olvido, de la verdad solo conservan la lágrima.
*
La posibilidad es acechanza y pervive en la inclinación de unos párpados. ¿Después de la sombra, quién participará de los falsos instantes? Ya separados e imprecisos arribarán al ácido nombre de la desaparición.
*
Ante la ausencia y el olvido inminente la libertad es otra dádiva de la destrucción, como la luz y el perfume de un árbol simplificado.
La noche refractaria
Me inicio en misterios sencillos elaborados con palabras transparentes.
Álvaro Mutis
I
Viene la noche. Anuncia la sed y la oscuridad e irrumpe con alas de insectos. La neblina ingresa hasta las residencias, al fondo de galerías donde descansa el deseo. Hay un silencio obsequioso que se levanta desde estos animales inexpertos.
II
Oyen el rumor del río. Una vez cubiertos por la saciedad, se adentran por espacios claros, por misterios que advierten la densidad de una semilla y su aliento.
VI
Esta es una escena de orfandad. Es una ráfaga de temblores cuya agitación devora figuras arrancadas a la insurrección del sueño. Visiones de materia líquida al interior de una negación que meditaba en silencio.
VIII
Advertir este plácido fluir de luminosidad: corre el viento entre el bambú y asciende la neblina del agua que se torna oscura en una concavidad del lecho. En el aire ya se anuncia la reanimación de los insectos, sucede la blancura matinal, asoman los pájaros extasiados y su articulación ya invade los intersticios entre una hoja y otra. El cuerpo depredador se retira al interior del verde transparente. A lo lejos cascos de caballos surcan la orilla del río.
*
Wilson Pérez Uribe
Medellín, 1992. Poeta y ensayista. Autor de El amor y la eterna sinfonía del mar (2011), Movimientos (2018), Libro de la mirada (2020), Interior con luz solar (2021) y Estudio de las pérdidas (2022). Ha emprendido proyectos de formación y de lecturas en voz alta sobre literatura china y literatura japonesa en la Universidad de Antioquia y en la ciudad de Medellín.
Nocturno #2, op. 9 ―Frédéric Chopin―
El cuerpo quiere ser ola y espuma. Tras las ruinas de la tarde no queda más que el consuelo de una música callada. Los libros están ordenados. Las palabras por decir ya se han dicho. El aire es ligero, está tatuado de un aroma muy lejano, tal vez sea la presencia de algo perdido. Mientras camino por la habitación, de ida y vuelta, como transitando una ruta en el desierto que imponen las cosas, llevo a cuestas la tarea de descifrar el mundo en el sonido de una palabra. Entre las manos se diluye la forma como se aprendieron a unir los vocablos en la memoria. El corazón solo sabe de esa música recobrada en un tiempo y perdida al ser escuchada. No vale preguntarle al corazón, su respuesta es la misma, un ritmo secreto que alienta en el vivir y cuyo pálpito disminuye instante a instante. El poema: el mismo hilo, la herida de una palabra, la costumbre de borrar los trazos al mirarlos. El poema: si lo pensaba era una imagen verbal vívida; si lo transcribía era un acto doloroso, una exigencia apasionada que me enfrentaba directamente con el reverso de las cosas. Tal vez nunca sabremos cómo nace el poema o cómo surge el fuego del madero.
Melodía en do menor, op. 4, N. 2 ―Fanny Mendelssohn―
Una gota en la ventana hilando, al verla, los tejidos de un Recuerdo: el rostro de una mujer joven cuya condición de sombra hoy se revela presente, algo palpable. El lenguaje se hace cuerpo, gesto, palabra. Los tiempos se superponen. La memoria ordena entre la niebla una pocas imágenes y un único instante es una piadosa inquietud.
Contemplar en ese silencio de la gota de agua, aferrada aún al vidrio, sus lágrimas abundantes, su ajustado cabello el eco de su voz. Su recuerdo persistirá mientras la gota se deslice sobre la ventana. Todo pasado en su mayor claridad es irrecuperable, todo intento de atesorarlo es un vano estímulo; siempre se recae en la deformación o en la transformación. Tal vez toda presencia sea la memoria de aquello que no podremos recuperar.
Ha caído la gota de agua. Qué admirable su deslizarse sobre el cristal. Ha dejado una recta humedad en la que he creído recobrar la tersura de sus manos o la razón de la tristeza que hizo de su sueño la trama de una larga vigilia.
Distancia imposible
Pero acá estamos los dos,
cuerpo a cuerpo,
inventando el tiempo
que habitan nuestros ojos.
Y nos pasamos la vida mirándonos
como si el mundo
sólo fuera un río de pausada corriente.
Y nos dejamos ir sobre el agua,
ágiles, con las palabras en la boca.
El tiempo, entonces,
es esa pequeña palabra
que siempre nos asalta desde el borde.
Pero acá estamos los dos,
cuerpo a cuerpo,
habitantes del poema
que nos mira al escribirlo.
Estamos en la orilla,
desnudos frente a la luz.
Alguien nos viste, nos abriga.
Somos la lejana memoria
de alguien que nos lee.
*
Amalia Moreno Restrepo
Medellín, 1990. Poeta y artista plástica. Autora de Los 16 motivos del Lobo (2015) y Tal vez hoy sobre mañana (2020, Premio Internacional Arcipreste de Hita 2019). Estudió Literatura en la Universidad Javeriana de Bogotá. Actualmente vive en Rionegro, donde trabaja en su próximo libro y en proyectos plásticos.
Canción del rendido
Por aquel otro
que no está cuando en presente
responde por su nombre por supuesto
domicilio y dos apellidos
a duras penas o de buena gana
medio vivo medio muerto
se levanta de su puesto se sienta
revive al timbre de la campana
porque no ha muerto
no oye porque no quiere
se tropieza sin querer y sin ganas
se levanta al timbre de la orden
obedecen las rodillas a los pasos
subordinado cansancio
madruga por el pan o por el hambre
yace sin lecho porque no tiene donde dormir,
por aquel otro que
sin embargo sin orden sin agente
perdió algo una noche
perdió la casa
perdió la cosa
quedó de rodillas y perdió la vida sin encontrar nada, por aquel otro
que se sienta
y lee un poema como si nada.
El mal concreto
El mal empieza
en el mal concreto
en el mal principio
en los malos materiales
en el cemento malo
en la línea mal trazada
en las malas paredes
corroídas de corrupción
se levanta mal el techo
se levantan mal los hijos
duermen mal
comen mal
sirven mal la mesa
mala leche mal de estómago
desarrollo malo padres malos
mala confianza mal civil
mala persona malo el juicio
malo el juez mal bandido
mal honrado mal disfrazado
el policía malo el obrero malo
el electricista malo el transformador malo el sistema malo la luz mala
el mal de ojo mal de intención el mal de adentro
el mal del alma
mal de instinto
malo con el perro
malo con la vida
el mal principio
el mal concreto.
*
Tania Ganitsky
Bogotá, 1986. Doctora en Filosofía y Literatura, profesora del departamento de Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana y coeditora del fanzine La Trenza. Autora de los poemarios Dos cuerpos menos (2018, Premio Nacional de Poesía de Colombia para Obra Inédita) La suspensión de los objetos flotantes (2021), Rara (2022), Desastre lento (2023) y de los ensayos El fuego que quería recordar (2022) y Emily Dickinson y lo incompleto (2023).
Las velas tiemblan antes
de apagarse
como ojos antes de llorar
no hay diferencia
entre el fuego y el agua
en óvalos pequeños
Deberle los poemas no escritos al tiempo
en que no se escribieron
a la imaginación que todavía no los imagina
a la memoria suplantada
por el olvido
al olvido suplantado por el dolor, etcétera.
El sapo convaleciente dijo:
amé el sonido de la lluvia
la noche de la lluvia
la taquicardia de la lluvia
la bilis negra de la lluvia
los charcos.
*
Santiago Rodas
Medellín, 1990. Publicista, filósofo, ilustrador, muralista y profesor universitario. Autor de Gestual (2014), Trampas tropicales (2015), Plantas de sombra (2018), Materias inestables (2021) y Érase una vez un poeta (2022). Editor en Atarraya Editores y miembro del comité editorial del periódico Universo Centro. Mantiene el blog Poesía innecesaria.
El secreto
Lo hacíamos en la manga
detrás del solar de Tere,
una manga que ya no existe,
donde ahora hay una casa de dos
pisos con terraza.
Yo le decía o ella me decía
vamos allí, vamos allí
y nos metíamos entre la yerba alta
y nos fijábamos que no viniera nadie
y cuando nadie venía
cerrábamos los ojos,
apretábamos las manos,
y nos acercábamos hasta darnos un beso,
un pico, porque era solo con los labios,
pero se sentía tan peligroso
que era más que un beso
por lo prohibido,
por lo animal,
porque luego
cuando jugábamos escondidijo
y todos nos veían,
sólo nosotros sabíamos el secreto
y más aún
sabíamos que compartíamos la misma sensación
de tener un secreto
ocultos ante la vista de todos,
y esa era una mejor sensación
que la que nos dejaba el beso,
o quién sabe.
Lo más probable es que
no sintiéramos nada
y fingiéramos sentir cosas
todo por serle fieles al secreto compartido.
No recuerdo por qué dejó de pasar,
sólo sé que ahora ella es una cajera en un banco
y hace años perdí su rastro.
Seguramente besa otras bocas
de deportistas o de ingenieros informáticos,
y yo beso bocas de poetas inéditas
y de escritoras promesas.
Espero que algún día, quizá en una fila de un banco
nos reconozcamos
y luego no miremos a los ojos
y no digamos absolutamente nada.
Érase una vez un poeta
al que se le apareció el espíritu
de María Mercedes Carranza.
El poeta, al principio, brincó del susto,
pero después de que la poeta
le dijera que tranquilo, que ella no hacía nada,
se fueron a tomar aromática
en el barrio La Macarena
en un negocio de unos hípsters.
Y hablaron de poesía
y se rieron de los textos
de los piedracielistas
ente otros temas.
El poeta le confesó el amor por la obra de la suicida
y después se quedaron en silencio.
Caminaron por las calles gélidas
de la capital hasta que se hizo de noche.
Érase una vez un poeta
combatiendo la reproductibilidad de la
Thumbergia Alata
conocida como Ojo de poeta
o Susanita de ojos negros.
El poeta macheteó la fronda fulgurante,
quemó los bordes de su terreno,
aplicó toda clase de venenos a la flora,
sin embargo, la obstinada plaga aparecía de nuevo
una y otra vez, sin cejar.
Como último recurso
el poeta vencido y achispado
decidió hablarle al forraje invasor,
lo increpó con el arsenal de palabras
que aprendió de los libros y de las calles
hasta que después de unos días
del performance palabroso
en uno de los brotes en flor
el poeta escuchó un susurro incomprensible
que con el pasar del tiempo
se fue volviendo lenguaje vegetal.
El poeta, después de descifrarlo,
procedió a anotar una ominosa línea en su libreta
y se prometió no volver a escribir
una palabra más
en su vida.
*
Carlo Acevedo
Barranquilla, 1988. Es economista por la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y máster en Escritura Creativa en Español de la Universidad de Iowa. Autor de Fortuna del día (2019, Premio de Poesía Arcipreste de Hita 2018). Actualmente es profesor universitario y dirige Punto y Seguido, un taller de escritura creativa en Barranquilla.
Ha desaparecido la ventana:
las ramas de otoño,
el azul que moría en el cielo,
el cartel que anunciaba,
en el errático baile de la brisa,
la más reciente exposición
del Museo de Historia Natural
de Iowa City.
Simplemente sentarse:
el canto del grillo
es el canto del grillo
cuando la luz del día
y las ramas de los árboles
se reúnen en dos convicciones:
quietud y silencio.
Mi boca sólo llega al signo
Claudio Rodríguez
No quiero nombrar al álamo.
Quiero decir al álamo:
que mi palabra sea el rumor
de su frondosidad.
[Equívoco]
Obstinado
tachas del mapa
la algarabía de mi voz.
Mi cuerpo invisible es ahora un equívoco:
el flanco lodoso del musgo
y un olor a pólvora y mordaza.
A mis espaldas
un canto turbio se teje entre las hierbas
y las vocales del fuego me recuerdan la zozobra.
Parece que las heridas no son suficientes
porque el agua también afila sus puñales
y los entierra en mis alas ennegrecidas.
[Negación de la noche]
Eres polvo ahora. Silencio que se repliega entre los párpados, una honda herida que desaparece con la luz. Has caído más allá del fondo, has tocado el otro lado de tu desnudez. No hay forma de respirar, no existe el aire, sólo marañas que se enredan en la memoria de los pulmones y hacen de la asfixia un territorio. Cada una de tus partículas se adueña de su fragmento de oscuridad, del abrazo de la noche que pedía tu cuerpo. Conseguiste disolverte, desmigajar tus palabras, ceder ante el vacío. Sabes que los mordiscos de los gusanos no son una alucinación, pero hay algo fuera de ti que retumba y se niega a morir.
[Estrategia]
Para morir
hay que abrir la boca
y tragarse la pastilla del odio.
Cerrar los labios
para que se pinten de morado
y ungir las pestañas con un sello.
Para morir
hay que dejar que las palabras
se suiciden primero.
[Plegaria]
Madre del Desamparo
no traigas tus palabras húmedas
retira de la tierra tus ojos sedientos de barro.
Encadena a las nubes las partículas feroces
e impide que se confabulen con el hielo.
No envíes el agua interminable
que ayuda a germinar la herida
ni dejes que repique la tormenta
con su mordedura encarnizada.
Danos sólo el agua dócil
el canto de las gotas más esbeltas
y deja que la vida anide en el paisaje
sin que la muerte escarbe en las raíces.
[Avaricia]
los dientes hambrientos del ojo
Tristan Tzara
El ojo quiere hormiguear en otros territorios
morderlos con avaricia
degustarlos entre relámpagos.
Todo lo quiere el ojo:
reverberar bajo climas indomables
poblarse de perfumes de los mares antiguos
abrazar los latidos del bosque
hurgar entre las sombras de un álamo marchito
deshacer con su lengua los átomos de la niebla.
Flotar entre el trigo y los campos de hibisco
pestañear en paisajes incendiados
comprar meteoritos
llorar en compañía de los pingüinos
contemplar, contemplar, contemplar…
Danzar con los ríos
deslumbrarse con el ámbar y la saliva
desgajarse en el pavimento
ser estaño y silencio.
Y seguir pululando entre las gentes
tenderse en una azotea
reinar entre el esplendor de las ruinas
viajar camuflado entre semillas
dejarse arrastrar por el viento y las abejas
resfriarse entre los pinos
ser desobediente ante los gritos
perderse en el horizonte
subir a un rascacielos
[para lanzar todas las miradas posibles]
y luego desgranarse herido de cansancio.
¿Todo para qué?
Para humear dormido entre los vaivenes del cuerpo
gozar de los parajes cerrados de la sangre
y caer, caer, caer
en la noche que todo lo devora
ir cada vez más adentro
y contemplar el olvido
antes de hundirse en la desgracia.
Dulcinea encantada
dice que me vio en una cueva
yo no sé de encantamientos dulcinea me grita al verme dulcinea del toboso
y habría que buscar un nombre
aldonza lorenzo me pusieron aldonza aldonza me llamaban mis padres como un eco de ellos: lorenzo corchuelo y aldonza nogales porque se aferraban a sus nombres de árboles y desde niña me inventaron un nombre para que fuera su extensión y no mi matiz exacto de follaje mi grosor de las ramas mi textura en la corteza y yo quiero galopar seguir andando subir rápido al burro y avanzar hacia adelante
él en cambio me dice la fermosa la soberana la excelentísima señora de mis pensamientos no se ha fijado en mi cara no me ha oído
y jura que unos gigantes van a venir a buscarme para contarme no sé qué de unas batallas de unos vencidos de unas armaduras
dice que me vio en una cueva
con una multitud de encantados errantes
que vivíamos todos en vigilia
que no era sueño ni era duermevela sino estar con los ojos siempre abiertos
y la mirada en otra parte
la mirada perdida
atascada en un lugar en donde al fin
olvidáramos los nombres repetidos
ni aldonza lorenzo ni dulcinea del toboso ni la señora de nadie ni la labradora simple
un lugar en donde yo fuera yo
sin la fantasía prestada
sin salir de un libro ajeno (todo el mundo me nombra y no aparezco cuándo se vio nunca escrita una protagonista tan volátil tan enclenque de relato así de impuesto)
ni de la vida prosaica esta vez
escribir mi historia
reconciliar mis realidades
construirlas más allá al otro lado
de las sílabas de mi nombre
ni el que escogieron mis padres
ni el que inventó él
sino yo abrir los ojos al fin abrirlos y no volver a cerrarlos
abrir la boca para gritar déjeme en paz señor para gritar soy yo o para convertirme en esa mujer que él inventaba esa que amaba tanto y defendía con su vida con su honra con la fuerza de su brazo esa por la que se estrellaba y se golpeaba y se daba a trancazos contra el mundo
o convertirme mejor en quien a mí me parezca
dibujarme a mí misma
imaginarme nombrarme
elegir mis palabras
ser mi propia narradora
yo en primera persona y no en tercera ausente en tercera silenciada
mirar para allá
hacia donde tenga voz
dice que me vio en una cueva y no sé si quedarme en esa cueva o si él estaba dormido
loco dentro de su locura
dice que me vio en una cueva y no sé de encantamientos
pero quiero desencantarme sola
que se vaya que se vaya él con su escudero llama ahora a sancho panza que se vaya con sus nombres y apodos y pronombres con sus frases enrevesadas que se busque otra señora que les busque a sus desvelos otra dueña que atraviese otro lugar que no me quiebre el camino para seguir andando
al fin descantarme que se vaya o escoger mi encantamiento
ir justamente a donde me lleve yo
que me guíe el mapa exacto que tracen mis palabras
Marcela desamorada
a mí no me digan desdeñosa no me digan cruel no me digan ingrata ni basilisco ni fiera
yo nací libre y libre soy
pues no he prometido nada a los pastores que me siguen
ninguna falsa nunca les di esperanzas les dije la verdad:
el amor no se fuerza el deseo es peregrino y sólo llega cuando llega si es que un día aparece y coincidimos
nada me amarra a corresponder porque dicen que me aman que se lleven sus cadenas
yo tengo mi voz yo tengo mi palabra yo puedo pasear tranquila por los bosques solitarios conversar con los zagales con las cabras
no estaré enferma de ausencia ni de celos
ni perderé el ritmo exacto de mis pasos
cuando no me persiguen ni me cantan cuando camino en paz por la colina
si se quieren matar que se maten si se quieren morir de amor que se mueran
yo no hice nada yo no escogí esta hermosura que me pesa así ahora por tanto que me buscan tanto que me asustan me agobian me asedian
no puedo respirar
y ellos no saben quién soy yo:
marcela
marcela libre de este cuerpo que tanto se disputan
marcela libre de este cuerpo que los hace creerse dueños de mi forma de andar sin seguirles el rastro
yo habría sido marcela sin esta cara tan fermosa que persiguen
yo habría sido marcela sin rizos para comparar con el sol o con el oro
sin dientes de perlas
sin ojos como estrellas
apagadas
yo habría encendido mi fuego
por las palabras que traigo para salvarme
para decir libre soy y libre seré siempre
yo no maté a grisóstomo él se mató solito y que vaya a cantar si quiere a repetir sus versos de acento espantable decía en su poema
a repetir sus versos tristes que no saben de mí ni resuenan conmigo
ni fui yo la causante de esa herida
yo soy marcela por la voz
y las heridas las abren ellos al sólo querer apropiarse de esta piel que me cubre
sin detenerse
un momento
a mirar
mis cicatrices
* Poemas pertenecientes a Don Quijote a voces (Pre-Textos, 2024).
Muestra de Trato con el viento. 22 voces de la poesía brasileña contemporánea. Selección y traducción de Jesús Montoya. Prólogo de Valentina Figuera Martínez (Colombia: Editorial Escarabajo, 2024).
La primera parte de esta muestra está disponible en este link.
Wilson Alves-Bezerra
Tropicalón
Arden las pajas de la choza tapuya. Bemba en la botija, jeta en la totuma. El delator manda más que el presidente: entra por la puerta trasera, sale por la puerta del frente. La carroza se destroza en una curva. Los muchachos de la prensa jugueteaban: ¿quién será ahora el jefe de la pandilla? No era Collor, no era Lula, no era el Dólar, no era Dirceu ni era yo. Mandamás no es quien madruga, es quien calcula, quien inventa y paga la ley; quien culea al presidente, al senador, a la justicia y su bistec en portadas de revista anuncia. Es un entendido, no un lerdo, es el más sagaz. Cae el rey de oros, cae el rey de polvo, cae y nada queda. El viejo mandatario, arreglado, atravesado, en su defensa grita el crimen perfecto; viene a hablar de rieles, pero ya vendió los trenes. No sirve más para mayordomo, ni para vigilar el carro del patrón; no aguanta hasta el final, comienza a fallarle el riñón, no aguanta sentado ni de pie, escasean senador y diputado para limpiarle el rabo; pobre zamuro endiablado, no aguanta una más, y ya hay quien clama por derechas ya.
Tropicão
Ardem as palhas da tapera tapuia. Beiço na botija, focinho na cuia. Delator manda mais que presidente: entra pela porta dos fundos, sai pela porta da frente. A carroça se destroça numa curva. Os meninos da imprensa brincavam: quem é o chefe da quadrilha? Não era o Collor, não era o Lula, não era o Dólar, não era Dirceu nem era eu. O chefe não é o que madruga, é o que calcula, o que inventa e paga a lei; o que enraba presidente, senador e justiça, e anuncia seu bife em capa de revista. É dos espertos, não dos lerdos, é dos sagazes. Cai o rei de ouros, cai o rei do pó, cai, não fica nada. O velho mandatário, arregalado, empalado, em sua defesa grita sobre o crime perfeito, vai falar dos trilhos, mas já vendeu os trens. Não serve mais para mordomo, nem para vigiar o carro do patrão; não aguenta até o fim, começa a lhe falhar o rim; não aguenta em pé nem sentado, escasseiam senador e deputado para lhe limpar o rabo; o pobre urubu encapetado não aguenta nem a semana, já tem até quem clama por diretas já.
Llama
Quema, señor,
al país que sobró.
Al erial, a las matas, al aldeano, al mono;
Diézmalo todo;
Mata a la niña en la choza,
Mata al harapiento,
Mata al infante en la escuela,
Mata a la manada de lobos guará,
Mata al quilombo,
Mata al mulato en el metro,
Mata todo lo que se mueve,
Mata al mico y al bananal,
Mata en la choza al malungo,
Arremete al muerto en Catumbi;
Mata, mata todo lo que se mueve por aquí.
Quema,
Quémalo en demasía, señor,
al país que sobró.
Quema cuanto vive,
Quémalo abismal,
Quémalo, señor.
Mata al jaguar,
Al jabirú en su vuelo,
A la garza, a la cutia, a la joven
Asfixiada, en su mirar horrorizada,
Mata, quema al caimán, acaba con el angelim
No dejes nada en pie
Y quémame también a mí;
Señor, es lo correcto,
Construir el desierto
En siete días
y replantar después
la Obra de Cristo
cimentado
sobre la sombra siniestra
de la nada de la pólvora que quedó:
Soya transgénica,
ganado nazi,
transfóbico
hacendado-misógino
en la balsa racista
del río del pavor.
Quema,
Quémalo mucho, señor,
al país que sobró.
Quema cuanto vive,
Quémalo hondo,
Quémalo, señor.
Quema mi aliento
Quema mi alivio
Quema la historia
Quema cuanto soy.
Funda tu Iglesia de miserias,
Tu iglesia de muertos,
Tu altar de cenizas,
Tu catecismo de iras,
Tus horrendos fieles, señor.
Funda tu iglesia vil
En la hacienda de huesos
De tierra del Pau Brasil.
Frita la paz en la llama
vista seca
Garganta rasguñada
Cabeza palpitante
Nudo en el pecho;
El mandatario consiente
los ojos chamuscarme
Para votar consciente
de nuevo;
Quemar mis dedos
Para nada decir,
Para nada saber de la muerte
ni del miedo;
Quemar huevos, vaginas, úteros, clítoris
Quemar todo cuanto fulge,
cuanto sangra,
cuanto vive,
cuanto siente.
Quema, prende, revienta
Para que nada se regenere.
Quémalo, que el hacendado
prometió al pastor más iglesias
por la soya retoñada;
mata maldita, mata pisada,
mata agreste,
el bosque es una huerta,
son pocas sus matas,
sus matas no son nada.
Mana agua de ceniza
del desagüe de la boca
de las ratas.
Quema,
quémalo entero, señor,
al país que sobró.
El pantanal es el horno
de tu campo de concentración.
Mata absorto
Mi grito
Mi huerto de martirios
por los horrores que causó.
Mata de nuevo
los ciento treinta mil muertos.
Mata, genocida,
a quien ya muere en la carencia.
Mata, que hay mucha vida
alrededor.
Ven que te quemo,
Jesús de azulejo,
Iglesia de necios,
Pastor de tergal,
Hacendado órgano clorado,
Ven que te cazo
hecho cada jaguar
que ordenaste quemar.
Ven que te vamos a matar.
Mata-Macunaíma
Mata-Muiraquitã
Mata-Mãe d’Água
Mata-Cunhatã
Mata-Maria da Penha
Mata-Preña
de Amor
Mata-Marielle,
Mata-Más amor
Mata Viva
Máxima
Mata Atlántica,
Amazónica,
pantanera,
Atávica-Mata
Mata-Zumbi
Mata-Marighella
—Yo rechazo la llama siniestra del que me incendió.
[17 de septiembre de 2020]
Chama
Queima ele, senhor, o país que sobrou.
O mato, a mata, o matuto, o macaco Tudo vai ser dizimado Mata a menina na maloca, Mata o molambo, Mata o menino na escola, Mata a matilha de lobos guará Mata a mocambo, Mata o mulato no metrô Mata quanto se move Mata o mico e a banana Mata na maloca o malungo, Arremata o morto no Catumbi Mata tudo que se move por aqui.
Queima ele, Queima muito, senhor, o país que sobrou. Queima quanto vive, Queima fundo, Queima, senhor.
Mata a onça O tuiuiú em seu voo A garça, a cutia, a moça Asfixiada, o seu olhar de horror Mata o jacaré, queima o angelim Não deixa nada de pé Queima, em mim, senhor, É o certo, Construir o deserto Em sete dias, para replantar depois A obra de Cristo cimentado sobre a sombra sinistra do rastilho do nada que ficou Soja transgênica gado nazista, transfóbico fazendeiro misógino na chalana racista do rio do pavor.
Queima ele, Queima muito, senhor, o país que sobrou. Queima quanto vive, Queima fundo, Queima, senhor. Queima meu alento Queima meu alívio Queima a história Queima tudo quanto sou.
Funda sua Igreja de misérias Sua igreja de mortos, senhor Seu altar todo de cinzas, Seu catecismo de iras, Seus fiéis de horror. Funda a igreja perversa Na fazenda de ossos Da terra do pau brasil
Frita peixe na chama vista seca Garganta trinca Cabeça lateja Nó no peito, O mandatário consente Queimar meus olhos, Para votar consciente, De novo, Queimar meus dedos, Para não dizê-lo, Não saber da morte, nem do medo Queimar pau, perereca, útero, grelo Queimar quanto fulge, quanto sangra, quanto vive, quanto sente. Queima, prende, arrebente Para que nada se regenere. Queima que fazendeiro prometeu a pastor mais igreja, quanto mais soja brotasse, mata maldita, mata pisada, mata agreste, A mata é a moita A mata é pouca. A mata é nada. Mana água de cinza Da bica da boca dos ratos.
Queima ele, Queima muito, senhor, o país que sobrou. O pantanal é o forno Do seu campo de concentração
Mata meu grito Absorto Meu horto de martírios de horrores que causou. Mata de novo os cento e trinta mil mortos. Mata, genocida, quem já morre à míngua. Mata, que há muita vida ao redor.
Vem que te queimo, Jesus de azulejo, Igreja de cheetos, Pastor de tergal, Fazendeiro organoclorado, Que te caço, Feito cada onça que você queimou. Vem que a gente te mata.
Mata-Macunaíma Mata-Muiraquitã Mata-Mãe d’Água Mata-Cunhatã Mata-Maria da Penha Mata-Prenha de Amor Mata-Marielle, Mata-Mais amor Mata Viva Máxima Mata Atlantica, Amazônica, pantaneira, Atávica-Mata Mata-Zumbi Mata-Marighella
– Eu recuso a chama sinistra de quem me incendiou.
[17 setembro 2020]
Valeska Torres
el crepúsculo se desflora frente al horizonte
ropajes cubren la piel
en el bolsillo un escarabajo
aplastan con un martillo
el hambre del día
corporaciones cromadas de acero
evaporan pequeñas escamas de carbón quemado
la ampolleta enmudecida
por el vapor de las quemas
insiste en traer a la conversa
la arena fina
las matas se incendian se incendian
por el horror de las máquinas
partida tras partida son transmitidas por la televisión
espejismos
andamos sobre los cráneos de los animales
sin remordimiento se nos curva
la gamuza de las cabras que cubrimos con la esquela
de nuestro linaje
o crepúsculo desflora no horizonte indumentárias cobrem a pele no bolso um escaravelho esmagam com um martelo a fome do dia
corporações cromadas por aço evaporam pequenas escamas de carvão queimado
a ampulheta embaçada pelo vapor das queimadas teima em trazer à tona areia rala
as matas incendeiam incendeiam pelo horror das máquinas
frames por frames transmitem na televisão miragem andamos sobre os crânios dos bichos sem remorso curvam-se a nós a camurça das cabras que cobrimos a carcaça da nossa linhagem
enredada en un líquido viscoso
una tortuga marina
se pudría en la arena
en su dorso
el aceite se escurría
engendrada en una depresión equivalente
al tamaño de su cuerpo
sale del casarón detrás del cerro
la macabra luna menguante
que ordena las mareas
para dar fuerza
al descarrilar continuo
del hombre
el petróleo de los toneles
en todo el nordeste brasileño
asfalta
la posible reproducción de especies marinas
esa ínfima posibilidad
que sigue a la corriente
que insiste en migrar por zonas abismales
enredada num líquido viscoso uma tartaruga marinha apodrecia na areia
em seu dorso escorria o óleo que matara toda uma geração desovada numa depressão equivalente ao tamanho de seu corpo
eclode detrás do morro a macabra lua minguante que ajeita as marés para dar fôlego ao descarrilamento contínuo do homem
o petróleo dos tonéis em todo o nordeste brasileiro pavimenta
a chance de reprodução das espécies marinhas
a chance ínfima segue a correnteza que teima a migrar por zonas abissais
Douglas Diegues
Los poemas contenidos aquí están escritos en portunhol selvagem y fueron dejados tal cual, asumiendo la puesta en escena del intermedio de las lenguas.
Safos de All Star. Shakespeares de tênis Adidas. Camões de óculos Luís Vutton. Vale tudo neste mundo lleno de maldade & ilusión.
Aldo Pellegrini
La poesia y los imbéciles
La poesía tem uma porta herméticamente fechada a los imbéciles, aberta de par en par a los inocentes.
Non es uma puerta fechada con llave ou cerrojo, pero sua estrutura es tal que, por mais esforzos que hagan los imbéciles, non puedem abrirla, enquanto se abre de par em par a la sola presenza de los inocentes.
Nada existe mais opuesto a la imbecilidade que la inocência.
La característica del imbécile es sua aspirazióne sistemática de cierto ordem de poder. El inocente, en cambio, se niega a exercer el poder porque los tiene todos.
Por supuesto, es el pueblo el poseedor potencial de la suprema actitude poética: la inocencia.
Y el pueblo, aqueles que sienten la coerción del power como uma dor.
El inocente, conscientemente ou non, se muove en um mondo de valores (el amor en primer término), el imbécil muovese num mundo nel kual el úniko balor está dado por el exercicio del power.
Los imbéciles buscam el power en kualquer forma de autoridade:
el dinero em primeiro lugar,
y toda la estructura del estado, desde el power de los gubernantes hasta el micro power, igualmente corrosivo and sinistro power de los burócratas,
desde el power de la iglesia hasta el power del periodismo, desde el power de los banqueros hasta el power que dan las leyes.
Toda esa suma de power está organizada kontra la poesía.
Como la poesía significa liberdade,
significa afirmación del auténtico avá, del ser que busca realizar-se, indubitabellemente tem cierto prestigio ante los imbéciles.
Nesse mondo falsificado y artificial que ellos construyen, los imbéciles necesitan artículos de lujo: cortinados, bibelots, joyería, y algo assím como la poesía.
Nessa poesía que ellos utilizam, la palabra y la imagen se conbiertem en elementos decorativos, y desse modo se destruye suo poder de incandescencia.
Assím se “krea” la chamada “poesía ofiziale”, poesía de lentejuelas, poesía que suena a mofo y naftalina. La poesía non es mais que essa violenta necessidade de afirmar seu ser que impulsa al avá.
Se opone a la voluntad de non ser la que guía a las multitudes domesticadas, y se opone a la voluntad de ser en los outros que se manifiesta en quienes ejercen el power.
Los imbéciles bibem num mundo artificiale y falso: baseados nel power que se puede ejercer sobre los outros, negam la rotunda realidade de lo humano,
a la que sustituyen por esquemas manjados.
El mundo del power es un mundo vazío de sentido, fuora de la realidade.
El poeta busca en la palabra non um modo de expressione sinon un modo de participar en la realidade mesma.
Recurre a la palabra, pero busca nella suo balor originario, la magia del momento de la inbencion del verbo, momento en que non era signo, sinon parte de la realidade misma.
El poeta mediante el verbo non expressa la realidad mas sim participa en ella misma.
La porta de la poesía non tem llave nim cerrojo: se defiende por sua qualidade de incandescencia. Apenas los inocentes, que têm el hábito del tatáendy (fuego selvagem) purificadore, que têm dedos ardentes, podem abrir essa puerta y por ella penetrar la realidade.
La poesía pretende cumplir la tare(f)a de que este mundo non seja solamente habitábelle para los imbéciles.
“Agua, arena
arena y tierra
barro y quilla
quilla-arcilla”.
Los niños en la playa,
en la playa de un río,
jugaban en el barro.
“Arcilla en ladrillos
ladrillos en pilas.
Los niños apilan
en torres y torres.
Las niñas apilan
en voces y voces”.
Sin proyecto ni plan
apilado, inventan
“¡una gran torre!”
E inventando, suspiran:
“¡Una sola para todos!”
“¡Una sola, hasta el cielo!”
Aquello era infancia
de razón que aspira:
en sus manos, arcilla
en su voz, Babel.
Utopia de barrio
“Água, areia areia e terra lama e liga liga-argila”.
As crianças na praia, numa praia de rio, brincavam na lama.
“Argila em tijolos tijolos em pilhas. Meninos empilham em torres e torres. Meninas empilham em vozes e vozes”.
Sem projeto ou plano empilhando, inventam “uma grande torre!” Inventando, aspiram: “Uma só pra todos!” “Uma só, até o céu!”
Era aquilo infância da razão que aspira: em suas mãos, argila em sua voz, Babel.
Palabra extranjera
Entre las palabras y las cosas,
hay siempre una distancia:
en la palabra, la cosa es otra,
en la cosa, la palabra no es.
Pero esa cosa sonora,
que la palabra es también,
es un tipo de artimaña
para adueñarse de otra cosa.
Presa en la palabra extranjera,
una cosa es aún más otra
menos diversa de sí
que mi propio silencio.
Pero la palabra extranjera
que tardíamente aprendí
en previa palabra extranjera
se torna alguna aún más diversa
agarrándome así,
de buenas a primeras.
Cosa aprendida en el tiempo,
toda palabra es artimaña
donde yo, ella o esto
(la cosa pensante = X)
capturada, se captura:
toda palabra es extranjera.
Palavra estrangeira
Entre palavras e coisas, há sempre alguma distância: na palavra, a coisa é outra na coisa, a palavra nem é. Mas essa coisa sonora, que a palavra é também, é uma forma de armadilha pra pegar uma outra coisa.
Presa em palavra estrangeira, uma coisa é ainda mais outra menos diversa dela mesma que do meu próprio silêncio.
Mas a palavra estrangeira que tardiamente apreendi em prévia palavra estrangeira torna-se coisa ainda mais diversa prendendo-me assim à primeira.
Coisa apreendida no tempo, toda palavra é armadilha onde eu, ela ou isto (a coisa pensante = X) capturada, captura-se: toda palavra é estrangeira.
Rodrigo Lobo Damasceno
Elegía
en Feira, crecen
los poetas olímpicos –
saltando
por los paisajes
de Grecia
cazando las metáforas y las canciones
de las esferas
de la Caatinga1
(que sacrifican
niños
en las esquinas
del Campo Limpio) –
nombres de calles
de plazas
nombres
raros dichos en sonetos:
sonatas, laúdes, Tracia–
la asidua búsqueda por la Verdad,
por la Belleza, por la Idea – y por los bordes
del calor
la carestía
el crack que roe
el pan –alimento inicial
del hombre–, los templos,
jardines,
la poesía: ya nada
de eso
existe–
soles tristes,
admirables poetas
de Feira
Elegia
em Feira, crescem os poetas olímpicos – aos saltos pelas paisagens da Grécia caçando metáforas e as músicas das esferas esquecidos das feras da Caatinga (que abatem meninos nas esquinas do Campo Limpo) – nomes de ruas nomes de praças nomes esquisitos ditos em sonetos: sonatas, alaúdes, Trácia – a busca sisuda pela Verdade, pela Beleza, pela Ideia – e pelas beiradas calor carestia crack roendo o pão – alimento primeiro do homem –, os templos, jardins, a poesia: já nada disso existe – sois tristes, admiráveis poetas feirenses
calle sin ningún
encanto
cañería
asalto
llena
de gente
pequeña
descalza
pateando
una pelota
llena
de gente
grande
desdentada
carcajeándose
llena
de gallos
de pelea
ciegos
muriendo abandonados
calle sin ningún
encanto
cañería
asfalto
calle de mi barrio
rua sem nenhum encanto esgoto asfalto cheia de gente pequena descalça chutando bola cheia de gente grande banguela dando risada cheia de galos de briga cegos morrendo abandonados rua sem nenhum encanto esgoto asfalto
rua de meu bairro
Prisca Agustoni
mi lengua
una medusa
tentacular,
su boca
abre un mundo
a la inversa
trazar el perímetro
líquido
e invertebrado
de ese universo
sin paisaje:
solo tiene mi canto
sottovoce
martillando en la cabeza
(extranjera que soy
delante del espejo)
y todas las palabras
fallas
que tantean las cosas
— ojos que perdieron
la visión:
tantas lenguas
que esperan
bajo cada una
minha língua uma medusa tentacular, sua boca abre um mundo às avessas
traçar o perímetro líquido e invertebrado desse universo
sem paisagem:
só tem meu canto sottovoce martelando na cabeça
(estrangeira que sou diante do espelho)
e todas essas palavras falhas que tateiam as coisas
– olhos que perderam a visão:
tantas línguas aguardam sob cada língua
) ich bin jenisch
jenisch und frau (
una lengua sin suelo
una deslengua
la media luna de los nómadas,
sílaba interestelar
astro guía que rasga
como lámina el pala
dar
galaxia de palabras
que explotan
entre los dientes
) ich bin jenisch
jenisch und frau (
) ich bin jenisch jenisch und frau (
uma língua sem chão uma deslíngua
a meia lua dos nómades, sílaba interestrelar astro guia que rasga como lâmina o céu da boca
galáxia de palavras que explodem entre os dentes
) ich bin jenisch jenisch und frau (
1 Tipo de vegetación y espacio ambiental de la región conocida como el Nordeste del Brasil.
Muestra de Trato con el viento. 22 voces de la poesía brasileña contemporánea. Selección y traducción de Jesús Montoya. Prólogo de Valentina Figuera Martínez (Colombia, Editorial Escarabajo, 2024).
Josely Vianna Baptista
¿Lo ves?
En lo alto de esta escarpa hay conchas,
restos de sal en las grietas,
asteroides marinos.
Un canto no se forja como una roca incandescente que se dobla sobre sí misma, sin artificios. Una sílaba no guarda en sí sedimentos de mares extintos. ¿Qué aguas filtra, por ejemplo, la palabra chulun?
¿Ves el enorme arco de piedra
que se encorvó bajo el peso del basalto?
Sedimentos de mareas innumerables
están en el origen de estos farallones
de areniscas castaño-enrojecidas.
La palabra más leve no se pulveriza en areniscas arcaicas. Ni se enarbola cazadora, siempre de lanza en ristre para arponear la arcilla en márgenes fértiles de formas. Intenta marcar con una astilla de tiza, de creta, de greda –o barro blanco– el camino de retorno de un laberinto que nunca deja de cambiar su trazado.
¿No ves el derrotero de los ríos
corriendo hacia el oeste,
el sol sombrío arboreciendo
reveses en el runrún de los arroyos?
¿Acaso la palabra llayllay guarda el murmullo de los ríos trenzados que corren en desfiladeros, sobre pedruscos? ¿Ves esos relevos donde afloran laderas y vetas pétreas? Grano por grano, de arena, polen, polverío o materia fósil, surgieron sobre deltas creados por el acervo de muchos ríos entrelazados.
¿Oyes el viento en las fisuras,
entre las grietas de la gruta?
Você vê? No alto dessa escarpa há conchas, restos de sal nas brechas, asteróides marinhos.
Um canto não se forja
como uma rocha incandescente
que se dobra sobre si mesma,
sem artifícios.
Uma sílaba não guarda em si
sedimentos de mares extintos.
Que águas filtra, por exemplo,
a palavra chulun?
Vê o enorme arco de pedra que se vergou sob o peso do basalto? Sedimentos de marés inumeráveis estão na origem desses afloramentos de arenitos castanho-avermelhados.
A palavra mais leve
não se pulveriza em arenitos arcaicos.
Nem se arvora em caçadora,
sempre de lança em riste
para arpoar argila
em margens férteis de formas.
Tente marcar com uma lasca
de giz, de creta, de greda – ou barro branco –
o caminho de retorno de um labirinto
que nunca para de mudar seu traçado.
Não vê o roteiro dos rios correndo para o oeste? O sol sombrio arborescendo avessos no burburinho dos arroios?
Por acaso a palavra llaillai
guarda o murmúrio dos rios em treliça
que correm em desfiladeiros, sobre lajeados?
Vê esses relevos onde afloram
escarpas e veios pétreos?
Grão por grão, de areia,
pólen, poeira ou matéria fóssil,
surgiram sobre deltas criados
pelo acervo de muitos rios entrelaçados.
Ouve o vento nas fendas,
entre as falhas da furna?
Eliane Potiguara
Y Brasil no se calla
En esta boca explayada
Se esconden escarnio y dolor
Estrangulados en sudor.
Por esta boca explayada,
Maldecidas y amazonas,
Vuelan mitos, largos sueños,
Espanta las mañanas.
Buscando las palabras,
Exprime, del silencio aflicto,
Roncos rayos coloridos.
Tanto misterio extraño trae
La cabocla que pregunta
En un mirar que hasta censura
Y escapa a la sensatez
Y tu risa que contagia
En las arrugas del inicio del ojo
Explota una alegría escondida
En tu tierra voraz
Zamba rubro-brasileña
Brama tu tambor tunante
Brama tu tierra de cohetes
Brama con tu gente entera
Y brilla un tiempo verdadero.
E o Brasil não cala
Nessa boca escancarada
Se escondem escárnio e dor
Estrangulados no suor.
Por essa boca escarnada,
Praguejada de cunhãs,
Voam mitos, longos sonhos,
Estarrece as manhãs. Procurando as palavras,
Espreme, do silêncio aflito,
Roucos raios coloridos.
Tão mistério estranho traz
A cabocla que pergunta
Num olhar que até censura
E escapa à sensatez
E teu riso contagiante
Na ruga do pé do olho
Explode uma alegria escondida
Em tua terra voraz
Cabocla rubro-brasileira
Berra teu batuque brejeiro
Berra tua terra fogueteira
Berra com tua gente inteira
O brilha de um tempo verdadeiro.
Los guardianes observan
Yo oro
Tú vibras
Él realiza
Nosotros aceptamos
Vosotros curáis
¡Ellos te esperan!
Y suena la maraca…
Y continúa sonando…
Y bate, y bate, y bate…
En las manos de las señoras
Que te van a curar.
Os giardiões espreitam
Eu oro
Tu vibras
Ele realiza
Nós aceitamos
Vós curais
Eles te aguardam!
E o chocalho toca…
E continua a tocar…
E bate, e bate, e bate…
Nas mãos das senhoras
Que vão te curar.
Marcos Siscar
Oda a la fiebre
80% de los poetas son psicóticos, 80% de los novelistas son depresivos, 87% de los dramaturgos tienen problemas emocionales, dice investigación. ¿La poesía es el vómito del cuerpo o su inestable disciplina? Baudelaire pasó la vida, atorado, bajo el tapón del tedio. El alivio del depresivo era la “convalecencia”, en un día claro, atrás de los vidrios de un café. Convaleciente es aquel que experimenta un nuevo interés por la vida. Pessoa, o quien quiera que mirase por sus ojos, veía la calle de la buhardilla de un restaurante grasiento y le imaginaba enrojecidas pasiones, salvajes, ajenas. La incalculable sinceridad sólo fue posible gracias a la rumiación lenta del deseo, a la fiebre cultivada. Del punto de vista de la enfermedad, la química del medicamento es la literalidad forzada de los sentidos, así como la química del opio es su metáfora inducida. ¿Cómo puede la poesía tener alguna razón? Para lo que hay de inviolable en el sentido común e indiscutible de la medicina, no hay remedio. Apenas poesía. Infección, inflamación, crecimiento defectuoso. La incurable fiebre de lo real denuncia la mística de la salud a todo costo. Del punto de vista de la enfermedad, el desafío es la vida. Encontrar vitalidad en el deseo. Sentir la piel erizarse al contacto con la muerte. Hacer obra de la evidencia de su olvido.
Ode à febre
80% dos poetas são psicóticos, 80,5% dos romancistas são depressivos, 87,5% dos dramaturgos têm problemas emocionais, diz a pesquisa. A poesia é o vômito do corpo ou sua instável disciplina? Baudelaire passou a vida entalado sob a tampa do tédio. O alívio do depressivo era “convalescência”, num dia claro, atrás dos vidros de um café. Convalescente é aquele que experimenta um novo interesse pela vida. Pessoa, ou quem quer que olhasse por seus olhos, via a rua da mansarda de um restaurante ensebado e imaginava-lhe paixões coradas, alheias, animais. A incalculável sinceridade só foi possível graças à ruminação lenta do desejo, à febre cultivada. Do ponto de vista da doença, a química do medicamento é a literalização forçada dos sentidos, assim como a química do ópio é sua metaforização induzida. Como pode a poesia ter alguma razão? Para o que há de inviolável no bom senso e indiscutível na medicina, não há remédio. Apenas poesia. Infecção, inflação, crescimento defectivo. A incurável febre do real denuncia a mística da saúde a todo custo. Do ponto de vista da doença, o desafio é a vida. Encontrar vitalidade no desejo. Sentir a pele arrepiar-se ao contato com a morte. Fazer obra da evidência de seu esquecimento.
Gallo
¿Cómo no decirlo? Salvaje, casi mudo, y ya una compulsión órfica lo denuncia. ¿Cómo darle forma a aquello que garabatea? Convertido en animal, pellizca, con los ojos hundidos en el suelo, frenético, interesado en el resto, fresco, por el precioso centelleo. ¿Qué promete en su voz proyectada por surcos de ronco? La materia soñada más tarde se devuelve en ondas de vómito. Triste no se diría, ni compulsivo. La atención dividida, un ojo, después otro, alternadamente se divisa. Los ojos ondeándose en círculos concéntricos. El pescuezo avanza, a sacudones, teatro involuntario de la serpiente. No es de montaña ni del monte; es cría de un terreno que de repente irrumpe, extraño, dentro de casa, y espía. Camina como cría de sí. Y se infla, blanco, amarillo, violeta, inflado al rayar el día. Y cuando vuelve a sus cabales, ¿es el animal? En seguida, nada, pellizcar, o el resto apenas, plumas. Como quien buscó saberse en círculo, uróboro, anda, y solo encuentra indicios. Si le restaran plumas en el pico, giraría aún, revuelto, circunscrito. Del sosiego o de la búsqueda, solo queda el resto. Inútil, pinto, manchado, persiguiendo el resto de otro. No se teje solitario una mañana. Pero difícil es el día en que estaremos juntos. ¿Cómo convertirse en animal del otro? El animal del otro es un grito. El grito del animal es otro. El animal es el grito de otro. El cantar ya distante, que apenas llega, se deshila. Es la madrugada y la ciudad las que cosen su tejido translúcido. Solitario y variopinto, se desvaría. ¿Esto es libertad? Por la tercera vez se calla. ¿Cómo no decirlo? Eso, finalmente se traga el día. Y finalmente se convierte en una cresta, solo una flor de ornamento.
Galo
Como não dizer? Selvagem, quase mudo, e já uma compulsão órfica o denuncia. Como dar forma àquilo que rabisca? Convertido em bicho, cisca, com os olhos fundos no chão, nervoso, interessado pelo resto, fosco, pelo precioso corisco. O que se promete na voz projetada por sulcos de ronco? A matéria sonhada mais tarde se devolve em ondas de vômito. Triste não se diria, nem compulsivo. A atenção dividida, um olho, depois o outro, alternadamente se divisa. Os olhos arredondam-se em círculos concêntricos. O pescoço progride, por solavancos, teatro involuntário da serpente. Não é bicho de mato, nem bicho de monte. É cria de terreiro que de repente irrompe, estranho, dentro de casa, e espia. Caminha como cria de si mesmo. Inflama-se, branco, amarelo, violeta, enfunado como o raiar do dia. E quando volta a si, é o bicho? Em seguida, nada, a ciscar, ou o resto apenas, penas. Como quem procurou saber-se em círculo, uróboro, anda, e só encontra indícios. Se restaram-lhe penas no bico, é que gira ainda, revoluto, circunscrito. Do sossego ou da procura, apenas o resto fica. Inútil, malhado, carijó, perseguindo o risco de um outro. Não se tece sozinho uma manhã. Mas difícil é o dia em que estaremos juntos. Como converter-se no bicho do outro? O bicho do outro é o grito. O grito do bicho é outro. O bicho é grito de um outro. O cantar já distante, mal chega, se desfia. É madrugada e a cidade cose seu tecido translúcido. Sozinho e vário, ele desvaria. Liberdade é isso? Pela terceira vez se cala. Como não dizer? Isso, ele engole o dia. E finalmente se converte em crista, apenas, uma flor de ornamento.
Lívia Lemos Duarte
5.
Tal vez sea interesante después de los ciclos
construir encrucijadas con plantas aéreas
este es el motivo del querer
a partir de lo inverso de un pétalo, léase:
la posología, cuando descubro que no habla
sobre mi partida: una claraboya abierta
en ella, los pechos de criaturas subterráneas están a la vista
chorreando líquido por las tetas de las hembras
una cicatriz una hoja
corte lácteo y blanco
la imperfección del remedio
de efecto sublingual:
o el mecanismo de defensa inmaduro
que se deja llevar por las manos
y en ellas se remienda
siendo suculento fruto
que no se abre por sí mismo cuando se está maduro
y posee pocas semillas o solo una
por aborto.
5.
Talvez interesse depois dos ciclos construir encruzilhadas com plantas aéreas esse é o motivo do querer a partir do inverso de uma pétala, leia-se:
a posologia, quando descubro que não fala sobre a minha partida: uma claraboia aberta nela, os peitos de criaturas subterrâneas estão à mostra jorrando líquido pelas tetas das fêmeas uma cicatriz na folha corte lácteo e branco
a imperfeição do remédio de efeito sublingual: ou o mecanismo de defesa imaturo que se deixa levar pelas mãos e nelas remenda-se sendo fruto suculento que não se abre por si quando maduro e possui poucas sementes ou só uma por aborto.
11.
Es necesario masticar la hoja
sentir el rechinar de la planta
en el epicentro de la lengua
chupar la saliva
deshidratarse la encía.
Es necesario tragarse la hoja
saborear su sangre
amargo
ocre de herrumbre
y hemoglobina.
Es necesario secarse la boca
con las hojas muertas
de los árboles derrumbados
como los ojos de los animales heridos
que respiran lentamente
abatidos
en posición
de adiós.
Es necesario tragarse la arcilla
el resultado de la hoja masticada
en conjunto con la saliva
el óxido hidratado
en una masa astringente.
Es necesario digerir la hoja
y después ir, aunque.
11.
É preciso mastigar a folha sentir o ranger da planta no epicentro da língua sugar a saliva desidratar a gengiva.
É preciso engolir a folha saborear o seu sangue amargo ocre de ferrugem e hemoglobina.
É preciso secar a boca com as folhas mortas de árvores derrubadas como os olhos dos animais feridos que respiram lentamente abatidos em posição de adeus.
É preciso tragar a argila o resultado da folha mastigada junto com a saliva o óxido hidratado em massa adstringente
É preciso digerir a folha e depois ir, embora.
Paulo Ferraz
¿Y si me amputasen la lengua
para Fábio Aristimunho Vargas
y si me amputasen la lengua, no esta — este músculo que traigo en la boca a debatirse salivado entre dientes y paladar, banderola suelta al viento, serpiente semiviva, babosa absurda, madre de algarabías —, sino aquella, la que comanda los movimientos, la otra, ajena a la carne, esa que sostiene el viento y extrae su melodía, la que dota a la serpiente con la savia de la palabra, la que otorga a la babosa la levedad del pájaro?
perdería la carne, el músculo, la banderola, la serpiente, la babosa, pues ella, la lengua, mi lengua, continuaría en mí, pero, ¿y si me la amputasen, esta lengua, hija de mi primer llanto, esta, señora de mí, ojera que me separó del otro?, ¿y si me amputasen la lengua, si me robasen el último suspiro en mi lengua, mi anti-llanto?, ¿cómo morir, si muerto ya estaría, amputado de mi lengua, amputado de mí?
E se me amputassem a língua
para Fábio Aristimunho Vargas
e se me amputassem a língua, não esta — este músculo que trago na boca a se debater salivado entre dentes e palato,bandeirola solta ao vento, serpente semiviva, lesma absurda, mãe da algaravia —, mas aquela, a que comanda os movimentos, a outra, alheia à carne, a que segura o vento e lhe extrai a melodia, a que dota a serpente com a seiva da palavra, a que confere à lesma a leveza do pássaro?
perderia a carne, o músculo, a bandeirola, a serpente, a lesma, pois ela, a língua, a minha língua, continuaria em mim, mas e se me amputassem essa língua? Essa, a que é filha do meu primeiro choro, essa, senhora de mim, a oleira que me separou do outro? e se me amputassem a língua, se me roubassem o último suspiro em minha língua, meu antichoro? como morrer, se morto já estaria, amputado de minha língua, amputado de mim?
Paulo Ferraz, autor de Guapira
para Torquato Neto e Arnaldo Baptista
Todos los poemas
tienen destinatarios,
incluso cuando
no son delicados,
pues se esconden
detrás de una imagen
común entre otras
raras y atrayentes,
en el habla oblicua
de un personaje
que no debería ni
tan siquiera haber
entrado a esta his-
toria. Los amores,
amigos, actrices de
cine, se ocultan
en la pausa de la co-
ma. Pero el tiempo ha
de pagar los rostros, ras-
tros e indicios, incluso
mi nombre. Imagino
una biblioteca —
mejor que una libre—
ría de libros usados
—los dedos recorriendo
lomos, pasando
por Pablo Neruda,
Paul Éluard, Verlaine,
Paulo Bomfim y antes
de llegar a Paulo Hen-
riques, a Leminski o
a Paulo Mendes Campos,
¿acaso, en ese momento,
se detendrán en mí?
Paulo Ferraz, autor de Guapira
para Torquato Neto e Arnaldo Baptista
Todos os poemas têm destinatários, inclusive quando não são dedicados, pois eles se escondem por trás de uma imagem corriqueira entre outras raras e atraentes,
na fala enviesada de uma personagem que não deveria se- quer haver entrado na história. Os amores, amigos, atriz de cinema se ocultam na pausa da vírgu-
la. Mas o tempo há de a- pagar rostos, rastros e indícios, meu nome in- clusive. Imagino numa biblioteca – melhor que num sebo dedos percorrendo lombadas, passando
por Pablo Neruda Paul Éluard, Verlaine, Paulo Bomfim e antes de chegar a Paulo Hen- riques, a Leminski ou Paulo Mendes Campos, acaso, nessa hora, pararão em mim?
Miriam Alves
Señora de los Soles
Soy
llama
lama
magma moldeado
endurecido
Soy
naturalidad
viento enfriamiento de los tiempos
Amo
olvidar
mi rostro
¡no debo!
Sangro
de rojo
de negro
el llanto de los días
¿Olvidar?
¡No debo!
Soy
el azul infinito
donde el grito Arroboboi raya un arcoíris
Soles me guían
Soy luz
aura de la incandescencia carmesí, negra
Soy piedra
Bruta gema diamante engarzado en la roca sólida
Erguí la voz, la cabeza, la espada
La palabra basta resonó
estalló las paredes divisorias.
Senhora dos Sóis
Sou
chama
lama
magma moldado
endurecido
Sou
naturalidade
vento esfriamento dos tempos
Esquecer
meu rosto
gosto
não posso!
Sangro
em vermelho
em preto
o choro de todos os dias
Esquecer?
Não posso!
Sou
o azul infinito
onde o grito Arroboboi risca um arco-íris
Sóis me guiam
Sou luz
aura da incandescência rubra, negra
Sou pedra
bruta gema diamante engastada na rocha sólida
Ergui voz, cabeça, espada
A palavra basta ressoou
estourou as paredes divisórias.
Partida de nacimiento
Nací en Brasil
negra salida del útero de la noche
coronada por la fuerza de Oyá guerrera de Obbá
en las manos de Oggun
cargando en la piel la fuerza ancestral
trillada en la fuerza de Omolú
Con Eshu practiqué la antropofagia del sobrevivir
mastiqué la cultura europea
tragué espinas de racismo científico
junto con algunos sapos de la democracia racial
y del racismo cordial
Me bañé en las aguas de Oshun,
y vi resaltar el brillo de las estrellas en mi piel noche
vomité excesos
bebí té de hierbas de Jurema de la nación Tupinambá
En el tropicalismo de mis versos
residen mis afro-palabras
mis afro-culturas.
Certidão de nascimento
Nasci no Brasil
negra saída do útero da noite
coroada pela força de Iansã guerreira nagô
nas mãos a espada de Ogum
carregando na pele senda ancestral
trilhada nas forças de Omolu
Com Exu pratiquei a antropofagia da sobrevivência
mastiguei cultura europeia
engoli espinhos do racismo científico
junto com alguns sapos da democracia racial
e do racismo cordial
Banhei-me sim nas águas de Oxum
e vi ressaltar o brilho das estrelas na minha pele noite
regurgitei excessos
bebi chá das folhas de Jurema da nação Tupinambá
No tropicalismo dos meus versos
residem as minhas afropalavras
minhas afroculturas.
Esterilización
El niño busca la cicatriz por donde sacaron su cabeza
Cuando la encuentra
dibuja la cicatriz con un lapicero rojo en la pared
La madre
más tarde
sin saberlo
tendrá que limpiar su propia herida.
El mapa de las puertas
La risa de un niño imita la forma del filo
Me espanta
Le muestro el miedo en las sobras de comida que dejó el mediodía
No se asusta
Le digo que en la cocina hay cabezas de pescados colgadas de los platos
y el niño no se asusta
Sáquenme de aquí
Aún me pierdo en esta casa
Aún no memorizo el mapa de sus puertas
Ábranlas todas
Un hospital de recién nacidos está a punto de abrirse en la pared
Sépanlo
No es un invento:
El niño trae entre sus manos un relámpago para estallármelo en el pecho.
La trampa
La madre ve que en sus manos explota el cuerpo de un insecto
La madre atrapa el insecto
Lo atrapa con un pañuelo blanco
Los zumbidos le huelen a pólvora
Se pone en cuclillas como una bestia a punto de atacar
Los insectos no tienen dientes
pero la madre los acusa de masticar la cara de su hijo
La madre cierra la puerta
.
Ahora la habitación es una tumba de insectos
El niño grita
El grito huele a sudor
La habitación es un funeral
Hay un niño que llora a los insectos
La madre llora también
Los insectos no tienen dientes
Los insectos no tienen dientes
¿Alguien se lo puede decir a la madre? ¿Alguien puede tocar la puerta de la habitación?
Miren que ya comienza a crecer maleza alrededor de la cuna
Miren que una selva le ha entrado a esta noche
La madre enciende la luz
La luz es la trampa de los insectos
La luz es el niño
La trampa es el niño.
El puente
Soy un puente
Pero dime si crees que soy una jaula y me culpas de que no abra la puerta
Debo decirte que no existe ninguna llave que abra la oscuridad
Dime si debajo del puente se ve la incertidumbre en la cabeza de los ahorcados
Si tengo la rabia de los animales que tienen espumas en los ojos
Si tengo el dolor igual que un vagabundo arropado de pies a cabeza
Dime que no has visto el pánico como perro que hurga en las bolsas de basura
que el llanto no hace una mancha de petróleo en tu carne
que cuando nazcas enceguecido no mirarás atrás
pero buscarás la lluvia en el fondo de las piedras
que cuando des el golpe hacia afuera
no acabarás con el puente
lo dejarás sobre el río
aunque el río ya no exista
No le quitarás el trueno al mediodía
No le buscarás ninguna llave a la oscuridad
Dime
que no ofrecerás como salida otro laberinto
que de tu llanto no se abrirá el blanco del papel
para escribir el precipicio.
Alta hospitalaria
El niño recoge piedras pequeñas del jardín
Las aprieta con sus manos
Corre como si alguien estuviera a punto de atraparlo
Se para frente al enfermo y se las arroja a la cara
El hombre ríe
y al quitarse las piedras
imagina que recoge pastillas dentro de un hospital
que las aprieta con sus manos
y corre como si alguien estuviera a punto de atraparlo.
Falso diagnóstico
El enfermo suele esconder la lluvia
El niño juega a buscarla
Levanta las piedras y las hojas del jardín
Busca debajo de los caracoles
El niño recuerda que la última vez que la vio fue desde la ventana
Está convencido que es allí donde el enfermo la esconde
Rueda la cortina
y no la encuentra.
Estos y otros poemas fueron compilados por Timo Berger y reunidos en la antología Voces periféricas (Equidistancias, London y Buenos Aires, 2023). El prólogo a esta selección puede leerse aquí.
Así están las cosas —me dije.
Un día amaneces sin plan.
El sol te da en la cara y no es por ello que despiertas
con la mirada clavada contra el techo,
sino por la tripa que estira tus vísceras tratando
de tragar tu lengua o tus dientes.
El horizonte ha abierto su ojo gigante sobre ti,
el silencio de su mirada es blanco.
Algunas de tus ilusiones hechas polvo se cuelan
como remolinos que barren las calles donde
transitan sudamericanos como accesorios exóticos.
Sobas el espinazo del animal y le dejas creer que crees
que le gusta,
ambos se convencen que no habrá ataque y juegan a la
pasividad con un ligero gusto a domesticación,
ambos han observado el horizonte cuando éste cierra su
ojo y los engulle en un sueño azul y tibio
o quizás el horizonte sólo haya cerrado la boca
y los haya engullido para exhibir sus dientes brillantes.
De cualquier forma, eres un sudamericano perdido en una
vegetación que se asemeja a alfileres ensartados en un
valle de cojines dispuestos en perfecto orden.
Eres joven y eres sudamericano en un paladar ajeno
cuya lengua es seca.
Cuelgas de la comisura babeante donde se origina
el punto que moldea la catástrofe.
No hay submarinos en el mar del horror.
Eres un buzo en la pesadilla de una generación que cree
que sólo existe belleza en la pelea,
o quizás seas un paracaidista rompiendo
las reglas de tu propio sueño.
Cada uno de nuestros pares apostó sus años en un juego
cuyas reglas desconocían.
Tu país es un jardín fértil,
primero se quemaron libros,
luego hombres.
Aunque ya no se distingue la persecución de la compañía,
sabes que tu lengua es aguja zurciendo las cosas rotas.
No dejes que las palabras se pudran en tu boca.
Si puedes, levanta y espanta las gallinas
que han cagado huevos bajo tu cama,
no sea que su prole se alimente de las gotas de tu fiebre.
Has desaparecido con los trotadores sudamericanos,
fiestas ajenas se ofrecieron como bocas húmedas
que penetramos turgentes de alcohol y risas,
que iluminamos como medusas flotando en el humo del cigarro.
Encontramos a veces la Cruz del Sur en los cielos del norte,
inalcanzable,
crucificando la noche o nuestro destino sudamericano,
de todas formas,
nos supimos clavados contra los cielos del sur.
Desilusiónate –dijo uno de los trotadores.
En el desierto de mis lunas entierro los capullos
y el primer aliento de una pasión sin ojos
incinero los huesos de mis sueños
esparzo su polvo en el mar cotidiano
proscribo de sus altares
las voces incendiarias de mi tribu
el grito que nunca proferí
y resurjo de las cenizas
con otro resplandor en la mirada
Ahogada en las profundidades de mis ríos
inmersa en el trajinado devenir de sus prismáticas corrientes
me extravío en las esquinas de mi conversación interior
dialogo con la interlocutora de mis fugas
que me despierta a cualquier hora
solicitando audiencia para sus desvaríos
comprensión para sus desafueros
pañuelitos para las congojas
abrazos para aplacar su sed de amor
Paso la página de los vértigos
desenpalidezco las máscaras
y cancelo la licencia para olvidar
del barro de cuál derrumbe provienen
entre los celajes de mi historia
seduzco a tientas a los incautos del placer
reconozco sus desiertos
me entrego a ellos desnuda
en lechos de lumbres apagadas
les clavo en sus pechos mis preguntas
mientras inyecto en su sangre lentamente
como si no pasara nada
la fiebre de mi deseo de vivir
Como un paisaje
te mueves en el nuevo apartamento
persona sola.
El hijo único regresa
a tu eterna mudanza
para cuidarte.
En la ducha, el agua cae en tu nuca
como la calma en los mataderos.
La herida no se puede mojar. Por eso
cubre tu barriga con papel film
y piensa en el útero que te extirparon
como otro hogar irrecuperable.
Cada mañana, el ritual de cambiar
el papel film, envolver el estómago
como una larva y esperar, durante la tarde,
el origen de un nuevo animal, mientras
en la basura brilla, como una placenta,
la materia sagrada
de la vida.
II
Hay algo
sentado en la mesa
junto a ella
— que hace de madre—.
Como los ríos
anuncian las piedras,
parece revelarse
ese algo:
en las flores artificiales
en las frutas de madera
color verde, morado y amarillo
— que hacen de aguacate, uva y banano—
Pero ella sigue
con sus manos en las rodillas
sin probar
ni una sola cucharada.
antes de irme te pregunté:
qué preferís
coger o escribir un buen poema?
nunca entendiste la sensación
de no tener cerca
una estación de servicio
donde comprar puchos.
estoy leyendo el libro que me prestaste,
y sólo me trae problemas.
por ejemplo,
qué hago
con las partes que me gustan?
no quiero dejar marcas en tus cosas
mucho menos olvidarme de algo
que me hizo bien.
ver espaldas
de gente que amamos
cruzando marcos de puertas
una y
otra
vez.
esa era la idea del poema,
me acuerdo porque pensé
que siempre me voy
de tu casa
en puntas de pie
y desearía que eso
te rompiera el corazón
como a la chica del poema
y que estuvieses
enamorado del desamor.
o preguntarte
vos también
mirás mi espalda
mientras me alejo?
puedes mirar el pasado
en el cine privado
de tu mente
puedes mirarte a ti mismo
en tercera persona
entrar en la felicidad
de la que tuviste
que salir
el mar
el vuelo perfecto
de los pelícanos pescando
ella entrando en las olas
puedes reproducir
ese momento
en bucle
puedes salir
de él
bruscamente
con el dolly
recreando
el vértigo
del tiempo
y tras un paneo
hacia la derecha
puedes mirar
en avance rápido
un atardecer
en el país
al que ya no volverás
Todos yacen allí, países negros, áfrica y sudacas. Yo les canté así de amor la pena a los países
Raúl Zurita
Y dijo Jehová: “He aquí el pueblo es uno, y todos estos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero”
Génesis 11: 5-7
De manera que allí estás: Amsterdam Airport Schiphol
Otro más en la fila de migración.
El pasaporte desprovisto de sellos.
El inglés: deficiente.
La ropa: de contrabando.
Un fólder lleno de hojitas impresas.
Formada justo delante de ti,
una pareja alta, blanca, rubia. Han de ser gringos, piensas.
Porque ignoras que son alemanes,
que se acaban de casar,
que parten de luna de miel
a Milán, Toscana, Bretaña.
Los zapatos del hombre, Balenciaga
El saco, Armani
El bolso de la mujer, Chanel
Y tú reconoces, mi amigo, las etiquetas:
ha de tratarse de ropa sofisticada, de marca;
el polo opuesto de los tenis
que compraste (en la tienda de barata)
un día antes de partir.
*
El avance de la fila es irregular,
compruebas.
Los agentes de migración, sin pruebas
dejan pasar algunos viajeros,
retienen otros tantos.
Y he aquí que un hombre
que podría tomarse por un doble tuyo
—moreno, bajito, la ropa desgastada—,
es conducido por los agentes
a una segunda fila, contigua.
Migration Office
lees arriba de la puerta, al cabo del pasillo. Oficina de Migración
traduces por simple semejanza.
Pero esta es una fila lenta… lenta…
mucho más lenta… que la otra.
Extenuados como están,
los viajeros resuelven tenderse
sobre las baldosas del suelo,
el equipaje apilado,
el tóper a la mano.
Y tú concibes, mi amigo,
que ante la inminencia del fracaso,
han optado por establecerse
en aquel mismo suelo;
tomar el aeropuerto por refugio.
*
Ha llegado el turno
de los recién casados.
La mujer (dichosa, radiante)
expone su mano izquierda
a la altura de la ventanilla:
presume su sortija de matrimonio.
Sin vacilar,
el agente sella los pasaportes. Glückwunsch
les dice, y sonríe. Danke
responde la pareja al unísono. Willkommen
remata el otro, y les indica el camino.
Ajeno a los rudimentos del alemán,
te convences de que hablan en inglés;
y del mismo modo te reprochas
por no comprender las palabras.
(Por qué no prestaste más atención
al English for Beginners del Youtube,
sentencias, mea culpa, mea culpa;
y aun te darías golpes de pecho
de no llevar las manos atareadas, mea culpa, mea culpa)
*
Detrás de ti,
dos jóvenes permanecen en silencio.
Se los nota confiados, tranquilos,
cual experimentados viajeros.
Ya casi, güey
le dice finalmente uno al otro.
Y tú distingues, mi amigo,
la procedencia de los muchachos:
el acento y el vocabulario
son reconocibles incluso para ti,
que no habías pisado
nunca suelo extranjero.
En contraste contigo,
los mexicanos no exhiben
un fólder lleno de hojitas impresas;
apenas si ocupan
sus teléfonos móviles.
Y tú quisieras hablar con ellos,
pedirles algún consejo;
ampararte en la comodidad
de tu lengua materna.
(Una lengua, ¡tu lengua!
No pasabas por esta desazón
desde cuando tu maestra de inglés, In English, please,
te obligaba a reformular las preguntas, In English, please,
para espectáculo y mofa
de tus compañeros de clase)
Allí, justo allí, en ese lugar
donde te abstienes
de hacer preguntas,
por temor a la angustia
de no comprender nada
más allá de los gestos.
*
De manera que allí estás: Amsterdam Airport Schiphol
¡El primero en la fila de migración!
El pasaporte desprovisto de sellos.
El inglés: deficiente.
La ropa: de contrabando.
Un fólder lleno de hojitas impresas.
Y ahora recuerdas la voz de tu hermano,
el que te empujó a realizar este viaje,
el que te convenció de que valía la pena:
“No hables con nadie en la fila;
párate derechito, que no se te vea el miedo.
Memoriza las respuestas:
las preguntas son siempre las mismas;
pero eso sí,
responde nomás lo que te pregunten”.
Y repasas una vez más
el libreto tantas, tantas veces repasado:
Where do you come from?
colombiaguatemalacubaelsalvadorbolivia… Final destination?
Fráncfort del Meno Return ticket?
Sí, señor, con KLM Length of the trip?
Dos semanas Purpose of the trip?
Turismo; conocer a mi sobrino What places are you going to visit?
Deutsche Bank Park, Städel Museum, Main Tower… Hotel reservation?
Donde mi hermano, con la esposa y el niño How much money are you traveling with?
Mil euros, en efectivo
*
De niños, tu hermano y tú
jugaban a trasponer las fronteras invisibles
que trazaban el final de tu barrio
y el comienzo del vecino.
El juego consistía en deslizarse
por entre el laberinto de cuadras,
parapetados en los muros,
invisibles a los ojos de los pandilleros
que custodiaban las esquinas.
Porque la recompensa justificaba
el peligro de la expedición:
el gusto de la desobediencia,
el placer de ufanarse
por ganarle el pulso al miedo.
Y por más terror que procuraba
infundirte tu madre,
ni todos aquellos pandilleros juntos
te espantaban tanto, tanto
como uno solo de estos rubios,
altos, fornidos agentes de migración.
*
Next
oyes la voz del agente… Next
repite, los ojos puestos en ti. ¿Hablará español?
te preguntas, angustiado. ¡Por Dios,que hable español!
Y sientes un vacío que emerge
de la boca de tu estómago
y se prolonga hasta el filo de tu garganta.
Es el peso de la derrota
que se te viene encima.
Es la condena de nacer en un país
tan desdichado como el tuyo.
Es el martillo de Dios
que rompe contra ti,
su pobre, infeliz criatura.