Una idea se ha repetido en declaraciones, manifiestos vanguardistas, cantinas, entrevistas, películas de Hollywood e incluso discursos políticos: la poesía puede cambiar el mundo. Sobre ello han hablado Lawrence Ferlinghetti, Ida Vitale, Octavio Paz y Gottfried Benn. Esta idea se diseminó en el siglo XX luego de las guerras mundiales. ¿Por qué habría que cambiar el mundo?
Ensayos
Del mundo lo aprendí
Porque hay, en La marcha hacia ninguna parte, una continua dinámica de desdoblamientos, superposiciones, desajustes, que obliga a ir adecuando la escucha, a veces se encuentra una desviación emocional pertinente a media frase, o la negación de lo que acaba de darse por seguro.
Las imágenes se van, pero dejan un color. Sobre Paisajes de la capitanía general, de Jorge Polanco
Paisajes de la capitanía general cierra con una sección poderosa desde el punto de vista territorial, titulada “actores secundarios”, donde retoma la crónica pero acentuando lo afectivo-testimonial para adentrarse en algunas vidas, especialmente literarias, acaecidas en Valparaíso y en el sur de Chile.
José Gorostiza: Dos cartas inéditas
Además de la revelación de pasajes poco conocidos de los meses de sus estancias diplomáticas en Londres (agosto de 1927 a noviembre de 1928) y, una década después, en Roma, por los días en que preparaba la publicación de Muerte sin fin (1939), las cartas nos hacen el regalo invaluable de darnos a escuchar la inconfundible tesitura de la voz del poeta tabasqueño.
Bajo el puente. Sobre Samuel Greenberg
[Samuel] Greenberg no rechazaba el conocimiento, como sí lo haría un poeta archirromántico. Por el contrario: se abrazaba a la ciencia, a la medicina, a la industria, a las ideas y al lenguaje nuevo, al barullo de la ciudad. En otras palabras, Greenberg era un modernista, si bien de manera heterodoxa, y ésa es la razón por la cual algunos lectores adivinan un protosurrealismo en sus fracturadas expresiones sobre la vida urbana.
Una soledad sin llamas explícitas
Una esperanza a cuentagotas y una verdad anticonvencional se dan cita en la poética de Montalbetti; una invitación al movimiento, pero también el recordatorio de la inutilidad del poema. La poesía de Montalbetti no es la llama que ilumina un edén nocturno, ni la fatalidad en su obra es el opaco desasosiego; la carga emocional difícilmente es explícita en su obra. La soledad en llamas alumbra y se quema para poner al poema en interrogación.
Recetas para el asombro. Conversaciones con Antonio Deltoro (1947-2023)
Me quedé para siempre con esos dos versos: “No se puede amar lo que tan rápido fuga. / Ama rápido, me dijo el sol”. Y tenía tanta razón. No sabía que poco más de un año después, Toni no iba a llegar a tutoría y su vida cambiaría para siempre. Pero cuando leo este poema, él me acompaña. Hay poemas que amamos porque guardan las voces de los ausentes. Éste de Watanabe contiene dentro de sí, en esa combinación particular de sonidos, la contraseña de la voz de mi maestro.
Hacia una filosofía de la poesía
El libro que Josu Landa nos entrega es de altos vuelos, pues se trata de una poética o, mejor, de una filosofía de la poesía. De hecho, filosofía y poesía han ido juntas, pues ha habido filósofos poetas, como los presocráticos Empédocles, Heráclito y Parménides, que escribían sus ideas en poemas, y también poetas filósofos, como Lucrecio, Dante y Goethe. Sin embargo, el mayor reto es escribir una filosofía de la poesía, porque es tan arduo como intentar una poesía de la filosofía.
Materia de celebración o contemplación
Hace años, en medio de una reunión, soltó la sentencia que atribuía a algún personaje oscuro: “La poesía se divide en dos: la romántica y la modernista. La romántica es la de amor, y la modernista, la que no se entiende”. Poco antes de su muerte le repetí la sentencia; le dio mucha risa y creyó que era mía. Lo desmentí. “Es tuya, Davo”. No se acordaba. David [Huerta] era un duende chocarrero. Él me había regalado esa frase y la había borrado ya de su memoria.
Insectos, critters, voz baja
Departamento del poeta Gustavo Barrera Calderón (Santiago, Chile, 1975). Uno de los más claros exponentes de aquella voz baja y templada, de la falta de énfasis, de la serenidad no escapista… Atributos todos que comparte con Miranda Casanova y una línea —no linaje, canon ni patota— de poetas opuestos a lo que se suele valorar en la poesía por estos lados del mundo: la queja estridente, el alarde que, creemos algunos, proviene de un catolicismo deformado, de años de explotación, de la orfandad constitutiva de Chile.