marzo 2016 / Inéditos

No.088_Gabriel Trujillo

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No. 88 / Abril 2016


Gabriel Trujillo
(Mexicali, Baja California, 1958)


Hijo de su engaño

Puedes hacer la suma de la ciudad en que vives
Contar sus accidentes: sus percances: sus tumultos
Llamar de viva voz a los muertos para que salgan de sus tumbas
Y relaten nuestra historia en sus vicisitudes y congojas
Cómo fue que llegamos a ser este desastre en marcha
Esta catástrofe multiplicada sobre la costra del mundo

Puedes ser su clarividente: su profeta: su mesías
Decir que esta ciudad tiene un futuro envidiable
Que llegará a ser la mejor metrópoli de todas
Pero eso sería mentirle a los arenales que le dan vida
Al salitre que la sostiene en pie cuando la arrasa el terremoto
Porque esta ciudad es sólo un espejismo en la transparencia del verano

Una luz temible a cuya sombra eres
Hijo de su engaño: padre de sus mitos

Estacionamiento

Aquí hubo una casa de madera
Un porche con dos sillas de mimbre
Un patio trasero cubierto
Con la magnánima sombra de los fresnos

Aquí hubo un columpio de cuerda
Una llanta para nadar en los canales
Un perro que ladraba todo el tiempo
Aunque te conociera desde niño

Aquí hubo risas y pasteles
Niñas que eran fieras amazonas
Cuando jugaban contigo a los encantados

Aquí hubo miradas de amor
Besos a escondidas
Caricias y arrumacos

Y ahora solo queda el asfalto
En su oscura certidumbre
El cemento en su dura realidad

Un estacionamiento vacío
Donde antes hubo escándalo
Un símbolo de la sombra que somos
Sobre el resplandor de nuestra infancia

Carroza

El tráfico se detuvo para que pasara el cortejo fúnebre:
La carroza al frente y unos pocos autos eran toda la procesión

Un desfile más en medio del aturdimiento urbano
Alguien que ya no cuenta en la polvareda de la vida
Una piedra desgastada hasta desaparecer

En cuanto la calle se despejó
Todos nos apresuramos a seguir nuestro camino
Como si esa muerte -en su anonimato: en su desventura- no fuera también la nuestra

Quietud

Como esos cuadros de Edward Hopper
Donde se pintan pueblos en solitaria quietud
En tranquila convivencia
                                         Así recuerdo
La ciudad que dejé a mis espaldas

Un horizonte sin prisas
En la tolvanera del mundo

Un paisaje de calles silenciosas
Bajo la radiante luz del mediodía

La perenne visión de un tiempo inmaculado
Donde mi corazón aún se llena de sus propias añoranzas

Un pueblo de luces etéreas, de sombras distantes
Como el fulgor de un espejismo que se resiste a marcharse

 

De La ciudad: ciclo de voces y nostalgias
 

 

marzo 2016